Hace unos días, hablaba con un compañero del mundo editorial que no es escritor. Charlábamos sobre la cantidad de libros que se publican y los ... pocos títulos que consiguen alcanzar un buen número de ventas. Este compañero me decía que el primero que quiere que un libro se venda es el editor, porque el editor es quien pone el dinero para los gastos (revisión, diseño de cubierta, maquetación, impresión...). Hasta aquí podíamos estar de acuerdo. Pero continuó diciendo que los escritores no arriesgaban porque no ponían dinero sobre la mesa.
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Aquí ya no estaba de acuerdo con él.
Cuando decides escribir una novela, inviertes una media de un año durante el que cada mañana (o tarde o noche) te plantas delante del ordenador (o de la libreta o de los folios) para escribir durante una o dos horas, renunciando a hacer otras cosas. En marketing se llama coste de oportunidad. Es decir, llevas a cabo una acción y renuncias a las alternativas que podrían darte otro tipo de beneficio. El tiempo en que un escritor está realizando las labores propias de su profesión, no lo dedica a sus hijos, familia, mejorar en su trabajo (lo normal es que tenga otra profesión además de la de escritor), o a sacarse unas perrillas repartiendo folletos en la calle Mayor. Y no solo eso. Escribir un libro cuesta dinero. Cuesta la conexión a internet, la electricidad del flexo o del ordenador, los libros que compra para documentarse, los viajes para documentarse, los cafés que paga a quien le ayuda a documentarse...
Es decir, un escritor deja de ganar dinero, por una parte, y hace una inversión, por otra. Todo ello con la esperanza de que su libro tenga el éxito suficiente para compensar lo invertido.
Mientras que el escritor publica una obra al año, el editor publica cincuenta o cien. El escritor lo apuesta todo a una obra. Si esa obra no tiene el resultado esperado, ha perdido un año de trabajo, y ha palmado pasta. Si el editor pierde el dinero invertido (o no gana tanto, que dejar de ganar no es lo mismo que perder), tiene cuarenta y nueve obras más con las que puede recuperarlo.
Es como jugar a la lotería. Al que solo compra un décimo es difícil que le toque. Al que compra cincuenta, gastará más, pero tendrá más probabilidades. Y así es como funciona. Las editoriales publican mucho esperando que algún libro brille en el Olimpo de las ventas. Pero yo no estoy tan segura de que quien menos arriesga sea el escritor.
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