La cocinera negra y el profesor cascarrabias
Unos tienen suerte y otros no, y la buena o mala suerte que les ampara o les lesiona también repercute en sus hijos. En un ... segundo todo cambia: un rayo disfrazado de cotidianidad acaba con tu puesto de trabajo saltando por los aires que andan tóxicos, o con tu buena salud o con la armonía familiar; o con las tres cosas: un golpe, dos golpes, tres golpes. Pasado el primer susto de muerte, te preguntas, '¿y ahora qué?'. Me gustó cómo iba respondiéndose a esa pregunta que te va minando, '¿y ahora qué?', Matt King, el padre protagonista de 'Los descendientes', la película que me enganchó al cine de Alexander Payne, de quien ahora acabo de ver, como regalo de Reyes, su nuevo trabajo, la estupenda 'Los que se quedan'.
'Los descendientes' la protagonizaba George Clooney, a quien no le aconsejaría yo que usted presentase, pese a tener ya una edad en la que debería empezar a controlar las tazas de café, a su pareja. La historia transcurría en las islas Hawai, a las que cantaba Elvis Presley, pero la belleza y el exotismo se diluían ante el drama padre que se nos venía encima, que no obstante no impedía que nos divirtiéramos mucho con los seres que lo protagonizan y que nos pusiéramos gustosos a buscar salidas junto a ellos.
Al abogado Matt King, durante años entregado ciegamente a su trabajo en mitad de un paraíso al alcance de su mano del que no supo gozar, se le cayó en un instante todo el peso del cocotero encima. Su mujer, accidentada tras golpearse en una lancha a toda velocidad, sufría un coma irreversible e iba a ser desconectada según su voluntad; vaya, entonces se da cuenta de lo que la necesita y del tiempo perdido. Es que tenemos que aprender todos a estar más atentos.
Además, se enteraba por su hija de 17 años -su hermana de diez es un delicioso demonio- de que su mujer estaba liada con otro. Sus mejores amigos también lo sabían, pero él había vivido en Babia (demasiado lejos de Hawai, ¡idiota!).
Se quedó destrozado: un padre destrozado que tiene que hacerse cargo de dos hijas, a las que tampoco había prestado demasiada atención, también destrozadas. Un padre también que, por fin, reacciona: primero, los afectos. Un padre honrado, a tu lado, del que te puedas sentir orgulloso. Joder, cuántos hay que no lo son.
Qué grande Alexander Payne, qué facilidad la suya para hacer películas que, sin huir de lo dura que a veces se presenta la realidad, logre que salgamos del cine sintiéndonos mejor; y, lo que cada vez va resultando menos fácil, incluso reconciliados con la especie humana, que falta nos hace porque demasiadas cosas juegan a favor de que perdamos la costumbre. Con qué facilidad fluye en su cine una humanidad contagiosa, un retrato, de una naturalidad asombrosa, sobre los anhelos que tenemos todos, sobre las desgracias que nos unen, los sueños que nos sostienen, lo que nos necesitamos...; y sobre lo que cambian las existencias en función del acomodo económico de la familia en la que hayas nacido, la educación que recibas, las puertas que se te abran, los idiomas que hables, el mundo que conozcas, el cariño que recibas, los caprichos que te sean concedidos. Su cine es tan orgánico que te parece estar dentro de él.
En 'Los que se quedan' conocemos a tres personajes que, finalmente, entre heridas y mucho sentido del humor, se convierten en Reyes Magos los unos de los otros. Gente normal, ante la que podrían desatarse los prejuicios, las prevenciones o la indiferencia, y que de pronto te aportan justo lo que necesitas: cariño, reconocimiento, incluso el camino a seguir. Esa buena gente en la que no nos fijamos.
Un profesor cascarrabias, que enseña Historia de las Civilizaciones Antiguas, es 'obligado' a quedarse, durante unas vacaciones de Navidad, en el internado de élite en el que vive y da clases, al cuidado de aquellos alumnos que por las razones que sea no pueden volver junto a sus familias. Estamos en 1970 y en Estados Unidos. Finalmente, solo un chico cuya madre se ha marchado de viaje con su nueva y, por supuesto, adinerada pareja, se quedará obligado en el internado, en efecto sin la más mínima gana como ya se habrán imaginado.
Profesor odioso
Un profesor en apariencia odioso (Paul Giamatti), un alumno inteligente y poco sociable que lo odia (Tate Donovan) y, ¡qué excelente la actriz negra Da'Vine Joy Randolph!, una cocinera negra que acaba de perder a su hijo negro luchando en Vietnam. Menos mal que Payne no se ha sumado a esta moda tan española de pintarle la cara de negro a un blanco para que haga de Baltasar, evidentemente hablando como si por ser negro tuviera que ser idiota. Como si hubiese pocos ya.
El caso es que esas dos semanas por delante, que parecían abocadas al 'infierno', terminarán por ser un tiempo que ninguno de los tres olvidará. Sólo hacía falta un poco de paciencia, de fina ironía, de escucharse. Juntos celebrarán la cena de Nochebuena y la entrada del año 1971. Tres seres solos, los que se quedan, los que resisten, con los que no te importaría en absoluto compartir amistad, cena, risas, uvas.
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