El Premio de la casa
Cuando manda el negocio, el prestigio paga la cuenta
El Premio Planeta es un circo disfrazado de novela. Luces, cámaras y libros. Cada octubre, el escándalo llega al borde de la madrugada. Este año, ... Juan del Val lo ha ganado con 'Vera, una historia de amor'. Medio país aplaude. El otro medio resopla afilando sus tuits.
La discusión no gira en torno al valor del libro, sino a la sospecha de siempre: ¿puede alguien del entorno Atresmedia-Planeta ganarlo sin que huela a 'premio de la casa'? El Planeta, como los Ondas, es una decisión empresarial. Pesa más la rentabilidad que el mérito literario. Y eso, inevitablemente, devalúa el prestigio del galardón.
Del Val tiene su público gracias a la televisión que le otorga proyección mediática y popularidad. Y también genera rechazo, olvidando que existen lectores de todo tipo, y que el millón del premio no sale de nuestros impuestos.
Es un negocio, sí, de una empresa privada que quiere vender libros y hoy día venden más Carmen Mola, Sonsoles Ónega o Juan del Val que escritores 'de verdad' que antaño fueron distinguidos con el mismo galardón. Y cuando manda el negocio, el prestigio paga la cuenta.
Carlos Zanón lo resumió bien: «El 'best seller' fue un invento inglés del XIX, para que aquellas personas a las que no les gustaba leer tuvieran en las manos algo que pareciera un libro». Frente a esto, el último Nobel, el húngaro Krasznahorkai de apellido impronunciable y ventas mínimas, que ahora venderá diez veces más. El eterno debate: prestigio intelectual o bonanza comercial. Esnobismo contra populismo.
La pregunta de fondo es otra: ¿quién tiene derecho a juzgar y quién no? La literatura convertida en espectáculo irrita a los guardianes del templo, esos que han hecho de la indignación un género literario paralelo.
No me gusta Del Val. No he leído su libro, ni creo que lo haga. Pero España es ese país que defiende a Leire Martínez mientras compra la entrada de la gira de La Oreja de Van Gogh con Amaia Montero; que arremete contra el circo mientras aplaude desde la grada. El Planeta es esa España: se indigna, se ríe, se contradice y nos obliga a mirar nuestra obsesión por la pureza y la autenticidad.
En este país, donde cada vez se lee menos, mientras discutimos si esto es literatura o marketing, alguien, en algún lugar, abre un libro y siente algo. Y eso, hoy, ya es noticia.
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