De los cinco libros del Pentateuco, el primero, el Génesis, narra el origen del mundo y así comienza: «En el principio creó Dios los cielos ... y la tierra. La tierra era caos, confusión y oscuridad por encima del abismo y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios 'haya luz' y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien y apartó Dios la luz de la oscuridad. Y llamó a la luz día y a la oscuridad la llamó noche». Desde entonces, el hombre ha luchado para hacer de la oscura noche el día luminoso. Consiguió el fuego y con él, los candiles, las velas, las antorchas. Luego, gracias a famosos sabios investigadores, disfrutamos de la conexión entre la electricidad y el rayo descubierta por Benjamin Franklin; la primera batería eléctrica de Alessandro Volta; la inducción electromagnética con generación de electricidad a gran escala gracias a Michel Faraday; la primera bombilla eléctrica de Thomas Edison; la transmisión de la electricidad a largas distancias gracias a la corriente alterna de Nikola Tesla o el primer reactor nuclear desarrollado por Enrico Fermi.
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Todo nuestro modo de vida está basado en la electricidad, poco podemos hacer sin el uso de esa fuente de energía no solo para salir de la oscuridad sino para comunicarnos, cocinar, situarnos, desplazarnos. Y para satisfacer tan progresiva demanda hemos quemado carbón, gas, petróleo, aprovechado la fuerza del agua y la energía nuclear y hasta hemos sido capaces de utilizar la fuerza del viento y aquí es donde han empezado nuestros males. Tomando como premisa la existencia cierta de un cambio climático, gobernantes de izquierda han dado en abrazar un nuevo credo plasmado en la nefasta agenda 2030 que, en el caso que nos ocupa, prima a las energías renovables de forma exagerada y peligrosa y condena a otras fuentes de energía mucho más eficientes. La sectaria ideología ha sido el motivo del gran apagón: todas las centrales productoras de energía eléctrica pueden autorregularse en función de la demanda y, por tanto, son capaces de dejar de suministrar energía si no son necesarias; todas excepto las renovables, que no son capaces de parar su producción y como el conejito del anuncio de las pilas, siguen y siguen produciendo. Y eso fue lo que pasó: para satisfacer los caprichos ideológicos del patrón Sánchez y demostrar que con las renovables nos bastaba, el Ministerio correspondiente decidió que esas energías aportaran el 70% de la oferta. En el momento en que esta fue superior a la demanda, el sistema colapsó. Eso lo saben todos incluyendo la bien 'pagá' y enchufada Corredor, presidenta de Red Eléctrica, que no nos tomen el pelo buscando ciberataques o presuntos culpables. Pero no es eso lo único, en España tenemos, que yo sepa, cinco centrales que, en caso de apagón, son capaces de ponerse en marcha sin necesidad de ayuda exterior, el resto necesita apoyo ajeno, de las cinco no sé si alguna estaba disponible, por eso necesitamos para volver a poner en marcha el sistema de la ayuda energética de Francia y Marruecos con la consiguiente demora en el restablecimiento.
El sectarismo ideológico de esta izquierda capitaneada por Gafe Sánchez y doña Ribera, la de la dana y 'asesina' del Trasvase, es el origen de este desastre que, en cualquier momento, puede volver a producirse. Búsqueda de nuevas fuentes energéticas sí, pero paso a paso, contrastando, experimentando y sin que prime la ideología.
Europa debe ser consciente de que no podemos salvar al mundo en solitario mientras otros grandes como China, India o África siguen produciendo energía barata quemando carbón en cantidades ingentes. Basta de demonizar a las centrales nucleares, la forma más barata y limpia de producir energía desde que se construyó en 1956 la primera central nuclear en Calder Hall (Reino Unido). No podemos consentir que estos sectarios ecologistas acaben con ellas cuando tanta falta nos hacen.
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Recién, el impostor Tezanos, a pesar de todos los reveses, coloca a su padrino en el podio electoral. No sé a qué espera Gafe Sánchez para convocar elecciones y barrer. Me gustaría que en una próxima encuesta del CIS se incluyera la siguiente pregunta: ¿Cómo calificaría su relación con don Sánchez: odio, amor o me la bufa? Alguno quedaría de piedra al comprobar qué respuesta iba en cabeza. Y lo peor es que nos siguen tomando por tontos mientras no paramos de sonreír y aplaudir.
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