Veritas vincit

El 'I Ching' y el destino de Sánchez

El 'I Ching', aunque no da fechas concretas, deja muy claro que esto es un viaje final, no una hipoteca vitalicia

Lunes, 21 de julio 2025, 00:21

El porvenir es tan irrevocable como el rígido ayer». Así comienza el poema que Borges dedica al 'I Ching', el libro oracular y sapiencial más ... antiguo del mundo. En tiempos de tanta incertidumbre como los que vivimos, buscamos una guía que nos ayude a encontrar sentido en el caos que nos invade. Vuelvo a tomar en mis manos el 'Libro de las Mutaciones' y le pregunto: ¿cuánto durará Sánchez como presidente del Gobierno? Hago las seis tiradas con las tres monedas y el resultado es el signo 'Sung, El Conflicto': «Llevar las cosas hasta el fin trae desventura». Luego muta en 'Lu, El Andariego': «La grandeza perderá su hogar».

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Contra viento y marea, el traidor Pedro sigue al mando de un barco pirata que navega en medio de la tormenta sin rumbo, con el gobernalle averiado, haciendo agua por todas partes y con la tripulación saltando por la borda. Pero el signo Sung, El Conflicto, ha mutado a Lu, que simboliza viaje y movimiento, y eso indica que algo se mueve. ¿Está Pedro a punto de saltar por la borda? ¿Cuánto le queda? «Un rato, pero no mucho rato», responde el 'I Ching'. Sánchez está en fase Sung: resiste, maniobra, pacta y reparte a manos llenas. Pero las fuerzas flaquean, se agotan, y el tránsito se acelera. Algo se transforma.

El 'I Ching', aunque no da fechas concretas, deja muy claro que esto es un viaje final, no una hipoteca vitalicia. Pedro Sánchez, el tramposo chamarilero, seguirá mientras tenga mercancía que ofrecer y cuando ya no la tenga, se acabó el periplo. El 'I Ching', con su milenaria sabiduría, sentencia: «El líder que sabe cuándo marcharse es sabio». Aunque algunos de sus babosos banderilleros proclamen a voz en grito la sabiduría del 'Puto Jefe', yo lo tengo más por pícaro truhan que por docto y por ello, dudo mucho que sepa, o quiera, admitir que debe marcharse. Políticamente es un zombi, un cadáver insepulto, pero ya hediondo.

Hace una semana comenzó a gestarse la más peligrosa, dañina y traidora acción que un gobierno de España haya podido acometer: la cesión total de la recaudación fiscal a favor de los insumisos separatistas, encabezados por Illa, el de las mascarillas. Si esta infamia se concreta, la nación española saltará por los aires. Adiós a la democracia, a la libertad, a la igualdad de los españoles y la marcha atrás será casi imposible.

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A Sánchez y a su cohorte de 'aprovechateguis' les importa un bledo si, a cambio, continúan disfrutando de tanta mamandurria. En cualquier democracia seria, un presidente del Gobierno con su esposa, su hermano y su fiscal general investigados por delitos graves, y con su lacayo –el presidente del Tribunal Constitucional– a punto de ser tumbado por la justicia europea por presunta prevaricación, habría dimitido de inmediato. Añádase que dos de su mano derecha, secretarios de organización del PSOE están, uno encarcelado y el otro casi, implicados en muy graves delitos. Y Sánchez no solo no se va, sino que amenaza con quedarse, con darle la vuelta a todo, con someterlo todo a su mando, incluso el poder judicial, y convertir este antaño próspero y libre país en una república totalitaria.

Lo que me asombra es que casi la mitad de los españoles siga apoyando a este dictador de saldo a cambio de recibir, como el pobre Lázaro, unas míseras migajas del festín que el rico Epulón se reparte cada día con sus coleguis. ¿Es posible que la mitad de los españoles sea tan masoquistas? «Que viene la derechona», repiten como loritos los mamandurrieros de turno y muchos ilusos españoles se rasgan las vestiduras, se mesan los cabellos, olvidando que la derecha ha gobernado durante muchos años desde la Transición y ni España se ha hundido ni los rojos han tenido que huir. Muy al contrario: han disfrutado de buenos empleos, buen vivir, paz, respeto y convivencia. Agustín de Foxá, diplomático, poeta, novelista y falangista, acuñó una célebre frase: «Hagamos de España un país fascista y a vivir al extranjero». Si cambiamos «fascista» por «independentista e insolidaria», ya podemos ir haciendo las maletas.

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Concluyo como termina el poema citado al principio: «La ergástula es oscura/ la firme trama es de incesante hierro/ pero en algún recodo de tu encierro/ puede haber una luz, una hendidura./ El camino es fatal como la flecha / pero en las grietas está Dios, que acecha».

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