Veritas vincit

La Cárcel Vieja

Su declaración como Lugar de Memoria Democrática será una ocasión perdida si no se abre también a la pluralidad del sufrimiento humano que ocurrió entre sus muros

El 2 de junio de 2025, la antigua prisión provincial de Murcia, conocida como la Cárcel Vieja, fue declarada oficialmente Lugar de Memoria Democrática. Con ... esta decisión, el Estado buscaba reconocer el sufrimiento de las víctimas de la represión franquista que pasaron por ese centro penitenciario durante la dictadura. Este reconocimiento reabre el debate sobre qué se considera 'memoria' y a quién se recuerda dentro del marco institucional.

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Mi tío abuelo Ángel Romero Elorriaga fue encarcelado en la Cárcel Vieja en septiembre de 1936 junto con otros nueve murcianos, entre ellos el sacerdote Sotero González Lerma y Federico Servet Clemencín, jefe de Falange en Murcia. Se les acusaba únicamente de no ser partidarios de los desmanes con los que el bando republicano estaba ensangrentando parte de España y, en el caso de mi tío abuelo, además, de ayudar a sacerdotes y monjas a escapar de esas masacres. Se corrió el rumor de que los presos serían trasladados a Madrid para ser juzgados, lo que sirvió de detonante para que, convocados por el sonido de caracolas, una turba de paisanos, cegada por un irracional odio, asaltara la prisión. Con la connivencia de autoridades y guardianes, sacaron a los presos de sus celdas y los ejecutaron allí mismo, profanando en varios casos sus cadáveres y exhibiéndolos públicamente por las calles de la ciudad. Fue un acto de brutalidad que, por razones ideológicas, ha quedado fuera del relato oficial.

La Ley de Memoria Democrática, aprobada en 2022 por el Gobierno de Sánchez, que sustituyó a la Ley de Memoria Histórica de Zapatero, centra su atención en las víctimas de la dictadura franquista y en la supuesta lucha por la democracia. Si bien ha logrado avances en exhumaciones y anulación de juicios políticos, su fin último resulta deleznable: reavivar un pasado doloroso, para excitar el enfrentamiento entre españoles, que con la Transición habíamos decidido dejar atrás. Zapateristas y sanchistas buscan obtener con este enfrentamiento cainita un rédito electoral que su incapacidad y corrupción les niega. Al circunscribir la memoria democrática a las víctimas del franquismo se deja fuera a quienes fueron asesinados o perseguidos por la violencia republicana antes y durante la Guerra Civil.

Nadie debe dudar de mi posición: condeno, sin matices, los fusilamientos, torturas y encarcelamientos ocurridos durante los primeros años del régimen franquista y reconozco que muchas de esas acciones, aunque avaladas por tribunales militares, carecieron de garantías reales, pero también considero que los crímenes cometidos por las izquierdas, como el que costó la vida a mi familiar, no pueden ser obviados solo porque sus víctimas simpatizaban con los sublevados.

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La historia no debe ser un campo de batalla ideológico sino un espacio de justicia, verdad y reparación para todas las víctimas. En ese sentido, la declaración de la Cárcel Vieja como Lugar de Memoria Democrática será una oportunidad perdida si no se abre también a la pluralidad del sufrimiento humano que ocurrió entre sus muros. Recordar a Ángel Romero, a Sotero González, a Federico Servet y a tantos otros no es rehabilitar ideologías autoritarias sino reconocer que la barbarie no tuvo un solo rostro. No pido honores mundanos para mi tío abuelo; los honores son cosa política, mientras que las glorificaciones son cosa de Dios. Mi tío abuelo y su querida esposa mi tía Marita –Madre María, fundadora de las Hermanas de Cristo Crucificado de VillaPilar– serán glorificados en breve: ella, por hacer del perdón a quienes tanto daño le hicieron una virtud personal; él, porque su vida de amor y entrega al prójimo culminó, cuando iba a ser asesinado, perdonando a sus ejecutores y animando a sus compañeros para que gritaran con él, mientras les arrebataban la vida: «¡Viva Cristo Rey!».

El nombre de mi tío abuelo y el de los demás asesinados en la Cárcel Vieja no deben ser borrados del relato colectivo. Rodríguez Zapatero, padre de esa sectaria ley y de otras acciones sectarias, es persona ruin y despreciable; Sánchez ha agotado los peores calificativos y a Rajoy, el abúlico presidente que no fue capaz de enmendar este yerro ni ningún otro, también le corresponde parte de culpa. Fui educado en el perdón, la tolerancia y el respeto, detesto la mentira, el 'trágala' y la corrupción y, por eso, hago votos para que el espíritu de la Transición vuelva a nosotros y podamos, una vez segadas las malas hierbas, darnos de nuevo ese abrazo de paz y olvido tan necesario.

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