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Patara: la tierra de Santa Claus

Patara: la tierra de Santa Claus

Poca gente sabe que san Nicolás era turco. En realidad de Asia Menor que, a los efectos, hoy es Turquía. Bajito, calvo y moreno además. Lo del traje rojo y la barba blanca fue un invento de una campaña publicitaria de Coca-Cola unida a la tradicion luterana que los emigrantes holandeses llevaron a Estados Unidos. Así fue como San Nicklaus pasó a Santa Claus. De la mitra al gorro y las polainas. Y de la cálida Turquía al gélido Polo Norte.

LA VERDAD

Viernes, 17 de junio 2016, 09:59

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Poca gente sabe que San Nicolás nació en Patara, la playa más larga y bella de la costa mediterránea de Turquía. Y vivió en la cercana Mira, donde su estatua, la estatua clásica de un Papá Noel gordinflón y envuelto en pieles, contrasta con los más de 40 grados que se alcanzan en verano. Camelito versión pony Y aún más con un camellito versión pony que se deja fotografiar atado a un tenderete de recuerdos que, como todas las tiendas del entorno, ofrece su mercancía en alfabeto cirílico. No en vano San Nicolás es el patrón de todas las Rusias. Mira se llama hoy Dembre y está en un valle tan fértil que a la entrada de los pueblos se alzan enormes limoneros o naranjales a modo de jugosos monumentos. En el escudo de armas de Mira por ejemplo campea un tomate. El olor a azahar acompaña nuestro descenso hacia la iglesia bizantina del siglo IV, donde estuvo enterrado el santo hasta la invasión musulmana. Todavía quedan allí algunos restos de frescos y mosaicos. En 1087, sesenta y siete marineros italianos que se dedicaban al contrabando por la zona se llevaron sus restos a Bari. «Fue un robo», denuncia Muammer Karabulut, presidente de la Fundación Santa Claus de Dembre. Musulmán o no, reivindica la devolución del cuerpo. Los regalos del santo En cualquier caso Nicolás inició así un periplo que acabaría por convertirlo primero en el famoso San Nicolás de Bari, y luego en Papá Noel, avecindado en el lejano Polo Norte. La culpa la tuvo su generoso temperamento. De familia rica, gustaba de ayudar a los demás. Enterado de que un padre estaba a punto de dedicar a sus tres hijas a la prostitución por falta de dote para casarlas, Nicolás se deslizó por la noche hasta la casa y echó una bolsa de oro por la ventana. Dotó a la primera y segunda hermana, pero al intentar hacerlo con la tercera se encontró con que la ventana estaba cerrada. Nicolás no se arredró, trepó por la chimenea y la última bolsa de oro fue a parar junto a unas medias puestas a secar. Desde entonces, primero en su pueblo y luego en el resto del orbe cristiano, se dejan las medias junto al fuego con la esperanza de que caiga algo. Hacia el año 259 Nicolás tenía ya 19 años y quería ordenarse sacerdote y vivir en un monasterio. Pero antes de recluirse distribuyó su herencia entre los pobres y emprendio viaje a Tierra Santa. Volvió a tiempo: los sacerdotes discutían sobre la elección de un nuevo obispo y el debate amenazaba con eternizarse hasta que decidieron designar al primer sacerdote que entrara por la puerta. San Nicolás se convirtió así en obispo. Y como tal, acudió al primer concilio de Nicea -aquel en que se redactó el Credo que aún rezamos-, donde trató de sacar al obispo Arrio de su herejía... a puñetazos. Quizá fue allí donde cosechó la cicatriz en la nariz y mejilla descubierta en reconstrucciones antropométricas realizadas en Bari a lo largo del siglo pasado. En 2007 la antropóloga Caroline Wilkinson, de la Universidad de Manchester (Reino Unido), rehizo en un ordenador la imagen tridimensional del santo. De ella se desprende que era bajito, de mandíbula prominente y nariz chata. Calvo y moreno además. De barba blanca y renos nada de nada; como mucho viajaba en barco. Cambio de imagen El Ministerio de Cultura turco quiere recuperar esa imagen real del santo, empezando por cambiarle la ropa de invierno por un atuendo más mediterráneo; quizá un conjunto de mitra, pantalón corto, báculo y sandalias. Y los renos podrían reemplazarse fácilmente por un barco. Una goleta turca por ejemplo. Y mágica. La idea no se le ha ocurrido todavía al ministerio pero no es descabellada; la estrella de San Nicolás ha navegado siempre a bordo de las embarcaciones locales: «Que San Nicolás guíe tu timón», se desean entre sí los marineros, dada su probada capacidad para apaciguar tempestades vía milagro. Era aún joven cuando mandó un barco con provisiones a remediar una hambruna en un puerto vecino en pleno temporal. Llegar ya fue un milagro. Pero lo fue aún mas que los comerciantes que habían llevado los alimentos los repartieran gratis. Cuando volvieron al barco descubrieron que la carga estaba intacta; cortesía del futuro santo... Nicolás inició así una prometedora carrera profesional en el mundo de los santos generosos. Primero como el San Niklaus de los pueblos del Norte de Europa, holandeses sobre todo, que se lo llevaron a los EE UU todavía vestido de obispo. La publicidad navideña de Coca Cola le cambió luego la mitra por el gorro de piel y el manto por las polainas. el báculo por un saco mágico y la cruz por nada. El obispo de Mira se convirtió en Santa Claus. Y pagano. Lo que está claro es que le gustaban los niños. Resucitó a tres y lo hizo a tiempo: justo antes de ser descuartizados por un malvado carnicero y degustados en la posada local. Y así, prodigio tras prodigio, hasta que en tiempos del emperador Licinio, con las últimas persecuciones contra los cristianos. Nicolás acabó en la cárcel pero convirtió al carcelero. Y ése si que fue un milagro.

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