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Hay musgo más allá de la Navidad
Los campos de la Región atesoran 200 especies de este briófito que resulta beneficioso incluso para la agricultura, y del que a menudo solo nos acordamos con la dañina práctica de adornar con ellos el belén
GINÉS S. FORTE
Martes, 7 de enero 2020
No levantan más allá de uno o dos centímetros del suelo, ni generalmente tampoco muchas pasiones. Excepto en Navidad. La época del año que acabamos ... de vivir es casi el único momento en el que muchos se acuerdan del musgo ('Bryophyta sensu stricto'), al que arrancan de su hábitat para decorar el belén. La importancia de estas plantas, sin embargo, va mucho más allá de la de simular con él vegetación de mayor porte en los pequeños nacimientos de la tradición cristiana. «Tienen una gran importancia en los ecosistemas, ya que intervienen en el balance hídrico de los bosques y en la reducción de la erosión», explica la catedrática de Botánica de la Universidad de Murcia (UMU) Rosa María Ros Espín. Es una autoridad en estos seres que también guardan «un interés» de uso en la agricultura y a los que con frecuencia hasta los botánicos «ignoran de manera sistemática». El escaso interés que suelen despertar «en parte se debe a que las especies de musgos son difíciles de distinguir e identificar por los no especialistas», apunta la experta. En contraste con el interés que atraen en zonas más húmedas, como Gran Bretaña, donde «existen muchísimos aficionados que colaboran estrechamente con los científicos», en una geografía «de clima mediterráneo como Murcia, los musgos pasan tan «desapercibidos en el paisaje», que «incluso muchas personas piensan que ni siquiera hay». El menosprecio que sufren también se extiende a una Administración que «a todos los niveles también ha prestado muy poca atención» a unas plantas que muchos arrancan para decorar en sus belenes, lo que «puede tener graves consecuencias sobre la persistencia de las especies», advierte la catedrática.
«La mayor parte de la gente solo ha tenido contacto con los musgos a la hora de hacer un belén navideño», coincide el también catedrático de Botánica de la UMU Juan Guerra Montes. Y sin embargo, en el reino vegetal terrestre solo le superan en número de especies las plantas con flores. Existen unas 15.000 especies de musgo en total, de las que 800 se encuentran en la Península Ibérica (frente a 346 de aves y 96 de mamíferos, por ejemplo). En la Región de Murcia se conocen en torno a dos centenares y componen alrededor del 10% de las plantas vasculares (dotadas de raíces, tallo y hojas) con las que contamos en total.
La presencia de cubiertas vegetales de estas especies facilita, por ejemplo, el cultivo de la oliva
«A pesar de su pequeño tamaño y aparente poca representación en muchos ambientes», explica la catedrática, «tienen una gran importancia en los ecosistemas», en los que resultan clave en el equilibrio del agua en los espacios forestales, en la lucha contra la erosión y en el ciclo del carbono y de otros minerales. «La vida de muchos artrópodos y microorganismos depende de los microambientes que suministran estas plantas, y muchas semillas germinan gracias a la humedad que le proporcionan sus céspedes». Ros Espín explica que su presencia «incluso puede tener efectos beneficiosos para plantas de interés agronómico», y apunta, como ejemplo, que «se ha demostrado que una cubierta vegetal de musgos bajo los olivos es útil para el control de malas hierbas, favorecer el desarrollo del árbol y facilitar la recogida de la oliva». Guerra Montes abunda en que «se trabaja con ellos en muchos campos, porque son plantas de enorme interés». Y lo avala citando «su capacidad de detener e interceptar la lluvia por su facultad de retención de agua» y el papel que desempeña tras desastres naturales como incendios, donde actúan como primeros colonizadores de suelos, en los que favorecen la acumulación de material orgánico que favorece la germinación de las semillas. También favorecen la fijación de nitrógeno atmosférico en el terreno, absorben contaminantes de la atmósfera y son bioindicadores de polución atmosférica, señala el científico. Además, «algunos se empiezan a utilizar como fuente de sustancias medicinales (antibióticos), en Oriente se están empleando en jardinería y resultan capitales para el mantenimiento de la microfauna en todos los ecosistemas».
Resultan especies clave para el equilibrio del agua en los espacios forestales y también en la lucha contra la erosión
Pese a su importancia en el medio ambiente, e incluso teniendo en cuenta sus beneficios agronómicos, «en ciertos grupos de la comunidad científica, sobre todo los botánicos que trabajan con plantas vasculares, hay tendencia a considerarlos menos importantes que éstas y con un papel secundario en los ecosistemas», se lamenta Ros Espín. Pero, concede, «en parte tienen razón, por su menor tamaño y abundancia, sobre todo en los sitios secos», como los que son habituales en la Región de Murcia». El problema, concluye, es que «los ignoran de manera sistemática», como también hace la Administración. «La representación de este grupo de plantas en la legislación española de conservación vegetal es meramente anecdótica». El Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas Especial tan solo recoge diez especies de musgos, «a pesar de que la 'checklist' [lista de verificación] española de musgos está formada por unas 800 especies y la lista roja española menciona unas 250 de ellas bajo alguna categoría de amenaza».
Municipios de la Región de Murcia, como Cieza, ya han prohibido la recogida de musgo para el belén
A nivel regional, la protección de estas plantas del grupo de los briófitos resulta todavía más pobre. De hecho, es inexistente, a pesar de que en las áreas costeras, por ejemplo, existen algunas especies muy raras de musgos que son capaces de resistir las duras condiciones climáticas de la zona, e incluso toleran cierto grado de salinidad en los suelos. El Catálogo Regional de Flora Silvestre Protegida de la Región de Murcia, publicado de acuerdo con el decreto de la Comunidad número 50/2003, de 30 de mayo, no incluye musgos. Y no existe ninguna otra norma que proteja estas plantas en nuestra región, donde viven, sobre todo en las zonas montañosas del interior (especialmente en el noroeste) adaptadas a un entorno de escasas precipitaciones y altas temperaturas durante gran parte del año. Para sobrevivir en estos espacios emplean dos estrategias básicas: tolerar el verano, que obviamente es la época que le es menos propicia, formando densos céspedes o almohadillas para reducir su exposición al viento y al sol, por ejemplo, o (segunda estrategia) evitar directamente la canícula, al completar su ciclo de vida a finales de primavera, tras dispersar sus esporas, que germinarán con las primeras lluvias del otoño. También son capaces de formar ciertas proteínas que les ayuda a tolerar la sequedad e incluso de adaptarse morfológicamente de formas tan curiosas como la de desarrollar unos pelillos en los extremos de sus hojitas que reflejan la luz solar como un espejo para que la planta no se caliente demasiado al tiempo que aumenta la superficie foliar para condensar el agua del rocío, la escarcha o de la propia atmósfera.
«Algunos se empiezan a utilizar como fuente de sustancias medicinales (antibióticos)», explica el catedrático de la UMU Guerra Montes
En todo caso, aclara Rosa María Ros, «a nivel regional, los musgos no están sometidos a grandes peligros». Aquí no sufren la amenaza que les acecha en otras latitudes por la extracción de turba, un sustrato que se forma principalmente gracias a musgos esfagnos, inexistentes en esta región, que se emplean abundantemente en jardinería. Aquí los riesgos «más frecuentes» derivan de la tala de bosques o la roturación de terrenos para la agricultura u otros fines», además de «la recolección indiscriminada de especies en Navidad, cuando la gente quiere poner musgo natural en los belenes», lo que «puede poner en peligro su conservación». El daño en estos casos viene «principalmente por el desconocimiento de las especies por parte de los recolectores», que a menudo arrancan especies infrecuentes o incluso raras «que no se suelen reconocer a simple vista, y menos aún por los no especialistas», cuando se llevan unos centímetros cuadrados a su casa. La recogida de musgo para el belén ya ha sido incluso prohibida de municipios como Cieza. «Lo que es un ejemplo a seguir», afirma la catedrática, que aboga por que sea «una actividad a eliminar en nuestra Región». Ya que, «por poco que se arranque, son plantas que crecen lentamente y más aún en las condiciones climáticas de aridez del Sureste de España».
Arrancarlo para los belenes «puede poner en peligro su conservación», afirma la catedrática Ros Espín
En contra del musgo juega el desconocimiento que sobre él tienen incluso muchos botánicos, como se ha explicado. A su favor cuenta al menos con el interés, a nivel aficionado, de la Asociación Murciana de Amigos de las Plantas, «para la que he dado varias charlas y he guiado excursiones», explica Ros Espín, y también en la Unidad de Cultura Científica de la Universidad de Murcia «se han interesado por divulgar entre la sociedad murciana sobre la diversidad y las peculiaridades de nuestra flora miscinal».
Bajitos contra viento, agua y hasta marea
Al igual que en las estrellas de mar, cualquier fragmento de musgo puede regenerar una nueva planta completa, aunque su forma habitual de reproducción es por esporas. El viento es el que facilita la dispersión tanto de esporas como de fragmentos del musgo para que pueda crecer en otras superficies, «incluso a otros continentes», cruzando mares, explica la catedrática Ros Espín. El agua es el otro elemento clave para su reproducción, de ahí que abunden en lugares húmedos, «aunque también están presentes en zonas secas, incluso en los desiertos». Sin embargo, a diferencia de las demás plantas terrestres, sus células tienen dificultades para retener el agua cuando el ambiente está seco. En esos momentos son capaces de detener su metabolismo y reactivarlo cuando la humedad atmosférica vuelve a serle propicia, para lo que pueden pasar incluso años de espera en estado latente.
Sus raicillas solo le sirven para anclarse en el sustrato, pero a diferencia de las otras plantas no pueden absorber agua ni sustancias minerales, que solo obtienen de forma pasiva. La escasa complejidad de sus tejidos conductores les impide transportar agua y sustancias nutritivas por encima de unos centímetros. De ahí su escaso desarrollo en altura.
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