Las ballenas jorobadas se aficionan al Mediterráneo
Una investigación revela que el cambio climático está convirtiendo el Mare Nostrum en zona de alimentación de la especie, donde ha aumentado su presencia
El avistamiento, el pasado mes de agosto, de una ballena jorobada o yubarta ('Megaptera novaeangliae') haciendo cabriolas en las inmediaciones de la costa regional, entre El Portús y Cabo Tiñoso, llamó la atención de murcianos y visitantes y, sobre todo, de los especialistas en cetáceos por lo inusual de la escena. Pero, además, en el verano que ahora ha acabado también se registraron avistamientos de ballenas jorobadas en las proximidades de Estepona (Málaga), Caños de Meca (Cádiz) y las islas Canarias. «Que sepamos, las ballenas que se vieron en la costa de la Región de Murcia y Canarias no eran la misma; ni tampoco eran las mismas, la de Estepona y Canarias», confirma la bióloga e investigadora Rocío Espada Ruiz, coautora, junto a L. Olaya-Ponzone y J. C. García-Gómez, de un estudio que acaba de ver la luz en la revista científica 'Regional Studies in Marine Science'.
Con 25 avistamientos documentados fotográficamente entre 1885 y 2016 en el Mediterráneo y espoleados por la presencia de una ballena yubarta en la bahía de Algeciras en 2016 -se vio el ejemplar entre el 20 de marzo y el 9 de abril durante diez días consecutivos-, a la que monitorizaron sus movimientos, los investigadores concluyen que «el incremento de la presencia de ballenas jorobadas en el Mediterráneo en los últimos 150 años se debe a migraciones en busca de alimento».
«Coincidiendo con las mareas vivas, que se producen con luna llena y luna nueva, la ballena yubarta permaneció durante dos periodos distintos varios días consecutivos en la bahía. Una presencia que coincidió con el varamiento en la costa y la aparición en el mar de concentraciones de krill ártico (transportado por las corrientes oceánicas por el estrecho de Gibraltar), cangrejos nadadores y peces linternas (que se alimentan de krill en las aguas profundas). De los que, al menos el krill, son alimento de estas ballenas y otros cetáceos», explica Espada Ruiz.
Los avistamientos coinciden con zonas de máxima concentración de fitoplancton
'Bloom' de krill ártico
Fruto de este inesperado y prolongado encuentro con una ballena jorobada en la bahía de Algeciras, los tres investigadores revisaron todos los avistamientos justificados por evidencias fotográficas (tanto de artículos científicos como de periódicos y otras publicaciones), además de varamientos; un total de 25, que ubicaron en un mapa. Al tiempo, elaboraron mapas con los datos de las máximas concentraciones de clorofila que se dan en el Mediterráneo, 'bloom' de fitoplancton. Al solapar ambos, comprobaron que los avistamientos y varamientos de ballenas yubarta coincidían con las zonas de alta productividad de alimento, lo que les llevó a concluir que el objetivo de esos rorcuales -la jorobada es uno de los más grandes y puede llegar a medir 16 m. y pesar más de 40 toneladas, aunque la de Algeciras medía entre 10 y 12 m.- era la búsqueda de alimento.
Ruta nueva de migración
«Lo que es evidente es que la temperatura del mar y las condiciones climáticas están cambiando, y que la detección de los ejemplares de 'Megaptera novaeangliae' ha coincidido con distintos 'bloom' de krill, que a su vez se alimentan de fitoplancton, por lo que inferimos que el Mediterráneo ha entrado a formar parte de una ruta nueva de migración alimentaria para esta especie», detalla Rocío Espada. No obstante, el equipo investigador no puede determinar si la entrada de esta especie de mamífero marino está motivada por la recuperación que se está produciendo de las poblaciones de los distintos tipos de ballena y, por tanto, por la necesidad de encontrar nuevos caladeros de alimento para abastecer a la población creciente. O, si pueden responder al cambio de las corrientes oceánicas, con las que cambia el flujo del zooplancton que les sirve de alimento. O, incluso, si simplemente siguen las migraciones de otros rorcuales, como el común. «Faltan muchos estudios para entender lo que está ocurriendo», defiende Rocío Espada.
Plan de conservación
Y recomiendan, como otra de las conclusiones del estudio, desarrollar «un plan de conservación para la yubarta en el Mediterráneo, que no existe. Así como que se dé a conocer el real decreto de 2007 que establece una zona de protección para los cetáceos que, entre otras medidas, marca una distancia mínima de las embarcaciones de 60 m. para la observación de cetáceos, así como no realizar un seguimiento durante más de 4 metros para evitar estresar a las poblaciones de cetáceos, insiste Espada.
Y recuerda que cada vez son más comunes los hallazgos de cetáceos que han sufrido accidentes mortales o heridas producidas por golpes de barcos o hélices. De hecho, WWF cifra en 40 los rorcuales comunes, la segunda ballena más grande del planeta, que mueren al año en aguas mediterráneas a causa del choque con barcos, accidentes que son la causa de muerte de la mitad de estos animales varados en el Mediterráneo.
Conviene recordar que el mar de Liguria, al norte de Córcega, y el golfo de León fueron conocidos como la Costa de las Ballenas hasta que su caza en el Mediterráneo acabó prácticamente con las poblaciones existentes. De hecho, cuenta Rocío Espada, todavía existen las ruinas de dos estaciones balleneras en el extremo occidental del Mediterráneo, la de Benzú (Marruecos) y la de Getares (Algeciras, Cádiz), que recuerdan esos tiempos.