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Las especies. Las aves más cotizadas por los silvestristas para los concursos son los jilgueros ('Carduelis carduelis'), en la foto superior, y los pardillos ('Carduelis cannabina'), sobre estas líneas.
Territorio de 'cantores'

Territorio de 'cantores'

Desde lejos se oye un canto agudo y rico en matices, un sonido al que sigue un pequeño silencio, procede de los matorrales y arbustos de las laderas del Parque Natural de la Sierra de Huétor. Cualquier aficionado a las aves podría decir que es el canto de un pardillo ('Carduelis cannabina')

JUAN ENRIQUE GÓMEZ

Viernes, 17 de junio 2016, 10:02

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El uso de pájaros para concursos de canto vuelve a ser una realidad en campos y bosques, una práctica ancestral que implica tenerlos en cautividad

Desde lejos se oye un canto agudo y rico en matices, un sonido al que sigue un pequeño silencio, procede de los matorrales y arbustos de las laderas del Parque Natural de la Sierra de Huétor. Cualquier aficionado a las aves podría decir que es el canto de un pardillo ('Carduelis cannabina'), un pequeño pajarillo del orden de los paseriformes (llamados así porque se parecen a los gorriones, 'Passer domesticus'). Poco después el cantar se repite, pero quien lo emite es un jilguero, un 'Carduelis carduelis', al que también llaman 'colorín' por sus colores rojos, amarillos y ocres.

Las aves cantoras no están en libertad, el sonido procede de unas pequeñas jaulas que han sido colocadas en un prado en las laderas de ascenso hacia la Alfaguara, en pleno corazón del parque natural granadino. En cada una de ellas, un pajarillo toma el sol y lanza su canto hacia sus congéneres que, en libertad, sobrevuelan los arbustos. Junto a ellos, dos jóvenes, Fernando Gutiérrez Ferrón y Germán García Martínez, son los responsables del cuidado y entrenamiento de estas aves, que se preparan para participar en concursos y convertirse en los mejores 'cantores'.

Hace unos años se les llamaba pajareros, ahora prefieren la denominación de silvestristas. Practican una modalidad de caza sin muerte que cada vez tiene más adeptos en las zonas rurales del sur de la Península Ibérica y también en las ciudades, ya que implica un contacto directo con la naturaleza y, aunque para muchos sea una contradicción, afirman que ayudan a la pervivencia y mantenimiento de las especies. «Nosotros no hacemos daño a los pájaros, de hecho les cuidamos como nadie. Cuanto mejor esté el ave, con una alimentación adecuada, un buen sitio para desarrollarse y con sus salidas al campo, consigue cantar de una forma muy especial», dice Fernando Gutiérrez, para quien el silvestrismo, «es mi vida, yo no sabría qué hacer sin esta actividad». De hecho, los pardillos, cantan cuando Fernando les silba, les arrulla y marca pautas cadenciosas.

Esta modalidad de uso de la avifauna está permitida por la legislación. La caza de paseriformes durante un mes al año con procedimientos sin muerte es leal. «Utilizamos redes para las zonas con agua y arbolillos de liria. Nosotros preferimos las redes porque no hacen daño alguno a los pájaros, son como las redes japonesas que se utilizan para los anillamientos, en cambio en el arbolillo de liria, el pájaro se queda pegado y luego hay que retirarle esa sustancia pegajosa de sus plumas, no les pasa nada, pero el ave sufre más, y no es necesario».

De vuelta a la naturaleza

Germán García afirma que una vez que se han capturado, los pajarillos que se ve que pueden ser buenos cantores «se quedan con nosotros y los que no se devuelven al campo, aquí no se hace daño a los animales».

El silvestrimo es una actividad que se encuentra regulada por una normativa muy estricta y para la que sus practicantes tienen que estar inscritos en peñas y federaciones.

Cada otoño e inicio del invierno, son centenares las personas que se concentran en los diferentes concursos de canto y silvestrismo que se celebran en todo el país. «Somos muchos los que acudimos a los certámenes y nos gusta que nuestros pájaros sean admirados y se encuentren en perfectas condiciones, y si ganan los concursos mejor que mejor».

Pero esta actividad no está exenta de polémica y detractores. La realidad es que las aves viven en cautividad. Científicos y grupos de defensa de la naturaleza consideran que se trata de una práctica que va en contra de la protección de las especies ya que cada año son capturadas centenares de aves con la única intención de convertirlas en elementos de ocio y utilizarlas para que canten en concursos.

Las federaciones y peñas, por su parte, reiteran que las aves reciben un trato exquisito y que nadie les hace daño, recuerdan que no hace demasiado tiempo, estaba permitida la caza de pajarillos para consumo, y que fueron las federaciones de caza y los que se denominaban pajareros los que impulsaron su prohibición.

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