Los pájaros abandonan el campo
El abuso de pesticidas y la simplificación del hábitat que han traído los nuevos usos agrícolas explican en gran medida el descenso de las poblaciones de aves
GINÉS S. FORTE
Martes, 29 de octubre 2019
«Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar», escribió Bécquer en su famoso poema del siglo XIX. «Pero las tórtolas, perdices, mochuelos, sisones y trigueros, esos al campo ya no volverán», parecen alertar ahora los observadores de aves. «Lo comentamos entre los compañeros que salimos al campo: hemos notado especies a la baja», explica el naturalista y educador ambiental Ángel Guardiola. «La tórtola común ('Streptopelia turtur'), la perdiz ('Alectoris rufa') y la codorniz ('Coturnix coturnix'), por ejemplo, están descendiendo y ahora se ven en unas cantidades que ya no tienen que ver con las que había cuando comencé a salir», añade este especialista que desde 2001 coordina el 'Anuario Ornitológico de la Región', alimentado por las aportaciones de más de medio millar de colaboradores. «También el mochuelo ('Athene noctua') ha dado un bajón importante». Sobre el gorrión ('Passeridae'), una especie más relacionada con los entornos urbanos que ha caído en todo el país, «quizá en Murcia no ha descendido tanto», estima.
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La Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife), que ha registrado la presencia de alados desde 1998, concluye que mientras las ciudades y los bosques recuperan la población de aves, el medio rural agrícola, la pierde, y en algunos casos a un ritmo casi desenfrenado. Así ocurre con alcaudones ('Laniidae'), codornices e incluso las golondrinas ('Hirundo rustica') que citaba Bécquer, que según el trabajo 'Programas de seguimiento de Avifauna y Grupos de Trabajo' publicado por esta organización en 2018, han perdido en 20 años más de la mitad de sus poblaciones.
En el caso concreto de la Región de Murcia, es difícil cuantificar el grado de afectación de las diferentes especies, ya que el estudio únicamente recoge «información de una media anual de entre 10 y 12 puntos de censo en los últimos diez años», aclara Antonio Hernández coordinador de los censos que SEO/BirdLife hace en esta comunidad autónoma. «Hasta el momento solo se ha analizado la información regional de un punto situado en Cartagena, lo que proporciona una visión de 'grano pequeño' que, a veces coincide con la información nacional y otras veces no». En particular, aclara, «atendiendo solo a 50 especies analizadas en Cartagena, obtenemos que se encuentran en mejor situación que a nivel nacional». Hernández precisa que esta divergencia se puede justificar por «el buen estado de conservación del territorio de la unidad estudiada en Cartagena, que se corresponde con parte del Espacio Natural Protegido de la Rambla del Cañar y los cultivos arbóreos de secano de esa parte del oeste cartagenero».
«La Política Agraria Común (PAC) no está siendo tan 'verde' como debería», denuncia Jorge Sánchez, de ANSE
«Sin embargo -aclara-, «existen una serie de especies que nos preocupan mucho. Entre ellas, podríamos destacar al mochuelo, la collalba rubia ('Oenanthe hispanica') y el triguero ('Miliaria calandra'); porque tanto en el nivel local (Cartagena) como nacional, e incluso en toda Europa, son especies claramente en disminución». El ornitólogo explica que estas aves «de triste consenso», como las define, «son típicas del hábitat agrícola».
«Esa pérdida de aves se debe sobre todo a la intensificación de la agricultura», atribuye Jorge Sánchez, biólogo de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), antes de añadir «que la Política Agraria Común (PAC) no está siendo tan 'verde' como debería». Guardiola también abunda en que las «especies del entorno agrario son las más afectadas porque el hábitat se ha simplificado y ahora puede acoger menos aves que hace 30 o 40 años».
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Ángel Guardiola: «El hábitat agrario se ha simplificado y ahora puede acoger menos aves que hace 40 años»
Hernández coincide al señalar que «las técnicas agrarias que simplifican el hábitat, y lo convierten en grandes superficies uniformes donde solo sobreviven unas pocas especies vegetales (aquellas cuyos frutos explotamos)». Estas prácticas, concluye, «constituyen una gran amenaza para la avifauna». Es, añade Guardiola, «justo lo contrario de lo que ha ocurrido en el entorno forestal, donde las reforestaciones y el abandono del campo han ampliado su superficie y donde se cuenta además con especies muy protegidas». De hecho, concreta, [la evolución que están siguiendo las poblaciones de aves] «difiere mucho en cada especie». «A cada una le está afectando un problema diferente», explica Sánchez, que destaca el gran número de investigaciones que se han llevado a cabo en los últimos años sobre este asunto. «La desaparición de setos para criar está mermando las poblaciones de tórtolas comunes y alcaudones», cita como ejemplo de uno de esos males.
El vertido de pesticidas también se aduce para explicar cómo dañan a los pájaros los modernos usos del campo. «La concentración de determinados productos, como neonicotinoides, que imitan la estructura de la nicotina para matar insectos pero tiene efectos secundarios sobre las aves, está relacionado con el declive de estas», explica el biólogo de ANSE. Con estos «nuevos tóxicos que eliminan los insectos», coincide Hernández, «no solo privamos del alimento a muchas de estas aves, sino también a los polinizadores de muchas plantas, incluidas las que cultivamos las personas».
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Incluso en los campos de cereales se ven ahora las aves en dificultades para recaudar el secular diezmo de las cosechas que durante siglos se han venido cobrando por el uso agrícola de un espacio que siempre les ha pertenecido. «Las perdices, y las demás especies que se alimentan en buena medida de granos, tienen problemas con el trigo que se siembra actualmente, porque va recubierto con un fungicida que también les afecta», explica Sánchez.
Otros fenómenos, como el abandono de la agricultura marginal por su escaso valor productivo, en áreas como las proximidades de montañas, está afectando a determinadas especies, si bien beneficia por otro lado a las propias de áreas forestales, que ven como ahora se extiende su terreno. La pérdida de barbechos, que es una práctica importante para recuperar nutrientes y cargar el suelo de humedad, añade Jorge Sánchez, también supone el fin de un hábitat clave para aves que desarrollan su vida en el suelo, como alondras, calandrias ('Melanocorypha') y terreras ('Calandrella brachydactyla').
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La pérdida de hábitat aparejada a la expansión de la agricultura extensiva es un fenómeno en el que coinciden todas las fuentes consultadas. El investigador Gonzalo González Barberá, del departamento de Conservación de Suelos y Agua del Cebas-CSIC, lo avala al abundar en que la agricultura actual «tiende demasiado a la simplificación». Ángel Guardiola insiste en que con las nuevas prácticas agrícolas, tendentes al cultivo intensivo de grandes extensiones de forma uniforme, «se eliminan setos y ribazos, y se abusa de pesticidas», por ejemplo. El coordinador del Anuario Ornitológico de la Región, Antonio Hernández, añade que cada vez se roturan más terrenos donde habitaban aves como el sisón, «y se dedican a cultivos que no les viene bien». «Todo son distintas caras de un mismo poliedro, que es el cambio global que estamos padeciendo», concluye Sánchez.
El panorama se ve dificultado porque la Administración no toma tantas medidas en estos entornos, «porque hablamos de zonas agrícolas», explica Ángel Guardiola, que junto a Jorge Sánchez desarrolla la iniciativa de ciencia ciudadana Biobserva, en la que está implicada Aguas de Murcia. El problema, resume, es que «hay un cambio de hábito en el medio de producción en el campo que es difícil de revertir». De ahí que, afirma contundente, «hay especies que van a desaparecer, como el sisón». En la Región, puntualiza, la población de esta ave «ha bajado un 70% en diez años. Con esta proyección, en otros diez años no quedará ni uno». También es mal momento para el críalo, el mochuelo y «pajarillos pequeños, como el triguero y la alondra», que son aves «muy ligadas a campos de cultivos, fundamentalmente de secano. Pero cada vez hay más regadío». También es cierto que los nuevos usos pueden favorecer «a dos o tres especies que son más oportunistas», reconoce, «pero son muchas más las desfavorecidas».
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¿Cómo revertir la situación? Antonio Hernández apuesta por «medidas adecuadas de gestión del hábitat, empezando por prácticas agrarias de bajo impacto ambiental» para tratar de «mejorar la situación de nuestras aves». Y advierte. «No deberíamos de olvidar que con ellas compartimos el aire, el agua y los alimentos que todos necesitamos para vivir». De momento, se lamenta Guardiola, «aunque hay algunas políticas que van en esa línea» de proteger a las aves, «desgraciadamente no se está haciendo mucho».
Habrá que aplicarse, o de otro modo también las golondrinas «cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día... esas... ¡no volverán!», como bien auguraba el poeta hace 150 años, aunque en un sentido más romántico que ornitológico.
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