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Galápagos de Florida ('Trachemys scripta elegans'). ANSE
Mascotas invasoras

Mascotas invasoras

Los expertos reclaman más medidas de la Administración para acabar con la segunda mayor causa de pérdida de biodiversidad y extinción de especies

GINÉS S. FORTE

Martes, 22 de octubre 2019, 21:27

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Las bonitas cotorras argentinas ('Myiopsitta monachus'), que tantos problemas están dando en parques y jardines urbanos de Murcia, Cartagena y Mar Menor, principalmente, no han llegado de manos de desalmados traficantes de especies. Su origen, como el de las demás mascotas exóticas invasoras que se extienden por la Región de Murcia es legal. Miles de familias, deseosas de tener un trocito vivo del Amazonas, las adquirieron legalmente a finales del pasado siglo en cientos de tiendas de animales. Muchas de estas aves, que en sus países de origen (Uruguay y Argentina) ya se consideraban una plaga (su venta al exterior formó parte del remedio para controlar su proliferación), escaparon de sus dueños (son hábiles abriendo jaulas) y otras muchas fueron directamente soltadas, a veces con la noble idea de darles libertad y el aliciente de quitarse de en medio un animal particularmente escandaloso. Ahora campan a sus anchas en un ecosistema que no es el suyo, desplazando a otras especies (como el gorrión, 'Passeridae') y desequilibrando el entorno. Su ruidosa presencia también supone una molestia, como las enfermedades que transmiten, y sus enormes nidos (de hasta 200 kilos) son un peligro en las zonas verdes de las ciudades, donde los construyen en alturas de unos diez metros. En algunos puntos del país, como Madrid y Baleares, las autoridades ya han emprendido unas medidas drásticas para acabar con una especie que desde principios de la década forma parte de la lista oficial de exóticas invasoras. Mientras, en la Región de Murcia aún no se ha acometido una campaña de suficiente calado para corregir un problema que se extiende a otras decenas de especies invasoras que un día fueron recibidas como mascotas.

«La mayor parte de las especies exóticas invasoras llega legalmente», recuerda Pedro Luengo, portavoz de Ecologistas en Acción de la Región de Murcia. «Hasta que suponen un problema, entonces se incluyen en el catálogo de invasoras y pasan a ser ilegales». En ese momento, el mercado suele reaccionar introduciendo otra especie, que a la vuelta de unos años también acaba en la lista». Es lo que ha pasado con el galápago de Florida ('Trachemys scripta elegans'), uno de los dos reptiles que figuran en el catálogo de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo (el otro es la culebra arbórea café, o 'Boiga irregularis'). Al decretarse su retirada de las tiendas ha sido sustituida rápidamente por otra especie del sureste asiático muy similar, también pequeña y acuática, pero legal. «Empezarán a aparecer en lagos, pantanos y ríos y dentro de diez años se incorporarán a un real decreto de invasoras», augura Luengo. El último de estos reales decretos es del pasado marzo, e incluye a la pitón real ('Python regius'), a los cerdos vietnamitas ('Sus scrofa ussuricus') y al varano de la sabana ('Varanus exanthematicus').

Cerdo vietnamita ('Sus scrofa ussuricus') en el paraje murciano de Molino de la Vereda.
Cerdo vietnamita ('Sus scrofa ussuricus') en el paraje murciano de Molino de la Vereda. JAIME FRAILE

«Gestión controvertida»

«El escenario de gestión de las especies invasoras es complejo y muchas veces controvertido. Hay que sopesar intereses económicos, efectos sobre la salud y efectos sobre la biodiversidad», apunta Francisco José Oliva, profesor de Zoología de la Universidad de Murcia. El experto reconoce que algunos de estos animales «son, al mismo tiempo, oportunidad comercial y amenaza ambiental, lo que dificulta su gestión», y pone como ejemplo la proliferación de cangrejo azul ('Callinectes sapidus') en el Mar Menor, un invasor que ahora se captura para ofrecerlo en las pescaderías. «En este contexto», concluye, «la formación e información sobre sectores involucrados y de la sociedad en general es esencial para la obtención de soluciones».

Miles de familias deseosas de tener un trocito del Amazonas en casa han contribuido a extender el problema

Entre tanto se encuentran esas soluciones, el papelón que originan en general estas especies en el entorno no es menor. «Desde el colectivo científico existe un gran consenso a la hora de afirmar que, después de la destrucción de ecosistemas, las invasoras constituyen la principal causa de pérdida de biodiversidad y extinción de especies a nivel planetario», explica Oliva. Estos animales, añade Luengo, «van destruyendo silenciosamente la biodiversidad: a veces por predación [al cazar otras especies] y otras por sustitución, al desplazar a las autóctonas a las que dejan sin recursos y sin zonas de reproducción».

«La mayor parte de las especies exóticas invasoras llegan legalmente», señala Pedro Luengo

Además, añade Oliva, «se calcula que en las últimas décadas las especies invasoras han provocado un gasto en la Unión Europea que supera los 12.000 millones de euros al año, y no deja de crecer». El profesor, que coordina el proyecto cofinanciado por la Unión Europea contra especies invasoras Life Invasaqua, se refiere al grueso de todas las usurpadoras, y no solo a las que han llegado como mascotas. «Las pérdidas económicas que provocan se relacionan, principalmente, con daños sobre el rendimiento de actividades agrícolas, turísticas, ganaderas o relativas a la pesca», apunta.

En esta tesitura, añade Luengo, resulta importante concienciar a la población para que no se adquieran estos animales. Es algo, reconoce, que «no parece que vaya a tener fin, porque hay una demanda grande de gente que quiere tener especies exóticas en cautividad». Algunas no son potencialmente invasoras, porque fuera de casa no soportan el frío de esta zona y no proliferan, como ocurre con algunas grandes serpientes. Otras, como las cotorras argentinas, capaces de construir nidos calentitos, o los mapaches ('Procyon') y los cerdos vietnamitas, que son muy versátiles en su alimentación y su capacidad de adaptación, han encontrado el modo de sortear ese inconveniente.

«Muchos técnicos de este mundillo abogamos por la creación de una lista inversa», añade el jefe de servicio de la Oficina de Planificación Hidrológica ce la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), Jaime Fraile. Este organismo, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, lidera un proyecto de casi 2,5 millones de euros, denominado Life Ripisilvanatura, para controlar la expansión de las especies exóticas invasoras presentes en los márgenes del río Segura, «lo que también pasa por acabar con su presencia en las tiendas de mascotas», aclara. Fraile, coordinador de esta iniciativa en la que también participan la Universidad de Murcia, la Dirección General de Medio Ambiente de la Región de Murcia, los ayuntamiento de Cieza y Calasparra y la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), está convencido de que la solución pasa por establecer una «lista de especies que se permiten como mascotas y prohibir todo lo demás», o el círculo comercial sin fin que describía Luengo dejará el problema sin solución.

Pero esta solución no llega, ni casi ninguna otra. «No se toman medidas, la Administración apenas actúa, exceptuando algún proyecto, como el Life Ripisilvanatura», cofinanciado por la Unión Europea y que concluyó el pasado 31 de agosto, tras cinco años en marcha.

También ha habido actuaciones puntuales de ayuntamientos que han acordado con ANSE, por ejemplo, la retirada de galápagos invasores en ríos y demás, «pero no hay campañas sistemáticas», explica el técnico de la CHS, coincidiendo en el diagnóstico con otros expertos consultados.

Carabinas como solución

En otros lugares, como Madrid y Baleares, se ha optado por la vía drástica, pero efectiva, de acabar con la especie invasora. En Madrid, donde campan por sus parques y jardines unas miles de cotorras argentinas, por ejemplo, ya se ha diseñado una campaña que incluye su captura con redes y trampas y la esterilización de los huevos. Su Ayuntamiento calcula un coste de unos siete euros por cada ejemplar que dejan fuera de la circulación. En Baleares han encontrado una solución mucho más eficaz y barata, apunta Jaime Fraile. En el '5º Congreso Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras', que tuvo lugar hace dos años en Gerona, los técnicos baleares explicaron las diferentes soluciones que contemplaron «hasta que al final vieron que lo más efectivo es cazarlas con carabinas de aire comprimido», recuerda Fraile. La solución no levanta muchas simpatías en el sector animalista, así que los operarios actúan de noche, «e incluso vestidos de negro, como si fueran ninjas», para pasar desapercibidos ante los activistas, causar menos problemas a los vecinos y pillar a las cotorras en el momento en que se juntan. Todo ello con la colaboración de la correspondiente Policía Local, «que se encarga de acordonar la zona». De este modo, explica el técnico de la CHS, con un equipo de varias personas y un coste de unos 100.000 euros al año, se puede acabar con el problema. «Es cuestión de voluntad y algo de inversión», concluye.

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