Desechos agrícolas para ahorrar agua
Una organización de defensa del medio ambiente ensaya en la Región de Murcia la reutilización de desperdicios sintéticos para reducir las pérdidas por evaporación en las balsas de riego
GINÉS S. FORTE
Martes, 12 de noviembre 2019
Hace ahora un año la televisión más prestigiosa del mundo, o como mínimo la más famosa, la BBC británica, mostró en 'prime time' la peor cara de la agricultura murciana. Capas y capas de plásticos de invernaderos aparecían semienterrados junto al mar, en la Marina de Cope. «Me pone enfermo», expelió a cámara el periodista Simon Reeve. Siete meses después eran centenares de alumnos de una decena de colegios e institutos de la zona (Águilas y Lorca) los que se lanzaron a la misma labor de remover entre las vergüenzas sintéticas de las explotaciones de la llanura costera de la Marina de Cope. Ambas escenas tienen algo más en común: a Daniel Rolleri. Este exabogado argentino con una amplia experiencia en la lucha contra las basuras en el mar se encontraba tanto acompañando al equipo de la BBC, como junto a los estudiantes en su inmersión entre los desechos petroquímicos que atenazan el espacio natural murciano. Rolleri, de hecho, fue quien guió a la zona a los periodistas para mostrarle al mundo la entidad del problema y, meses después, a los chicos, que en este caso llegaron con el propósito de tratar de resolverlo. Entre medias arrancó un proyecto de economía circular que lleva desde abril en marcha, aunque es ahora cuando sale a la luz encabezado por la organización conservacionista Ambiente Europeo.
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Rolleri, que trabajó con el grupo de defensa ambiental Ocean Conservancy en Washington (EE UU), es el máximo responsable de Ambiente Europeo, creada por él hace unos años, cuando recaló en España por amor (a su mujer, murciana, a quien conoció en Estados Unidos). La organización reunió el pasado 30 de octubre a distintos profesionales agrícolas en una balsa de riego de la finca La Sarreta, en el paraje de Venta Vacía de Los Arejos, dentro del término municipal de Águilas. Esa mañana se descargó en el interior de la instalación, con la ayuda de maquinaria pesada, el contenido de enormes sacos de rafia. Eran miles de hexágonos de plástico negro, más grandes que la palma de una mano, que inmediatamente se acumularon sobre la superficie para, seguidamente, extenderse, sin más ayuda que el viento y las ligeras olas, encajando unas con otras hasta componer un puzle perfectamente ordenado. El tinglado no deja ver desde entonces el líquido elemento que tiene debajo. El propósito de tan singular maniobra era mostrar un ingenioso sistema para impedir que el despiadado sol de estas latitudes arrebate, como acostumbra, en torno al 10% de toda el agua que se emplea para irrigar cultivos. De ese modo se obtiene un riego más eficiente al paso que se impide la proliferación de algas en las balsas y se contribuye a reducir la huella de CO2 que dejaría el combustible necesario para compensar con más agua de desaladoras de riego la arrebatada por el sol.
El verdadero punto fuerte del proyecto, sin embargo, no se encuentra en el uso de unas piezas que, de hecho, componen una solución ya conocida en otras geografías. Lo destacable es la reutilización en la agricultura, en este caso para ahorrar agua, de materiales que la propia actividad agrícola está desechando en la actualidad, con el consiguiente perjuicio medioambiental. «Lo hacemos con material reciclado, y no con plástico virgen, que no serviría para resolver el problema con el entorno», aclara Rolleri.
Murcia y Almería generan «más de 150 millones de kilos de plástico agrícola al año», explica Carlos Egea, de GWC Group
Antes de llegar a la puesta en acción del producto en la balsa de Los Arejos, Ambiente Europeo ha empleado meses de trabajo en los que ha recogido toneladas de desechos plásticos, ha ensayado nuevos materiales a partir de esos desperdicios, ha testado el comportamiento de los nuevos desarrollos y, finalmente, ha acometido la fabricación de los 'widgets', como denominan sus artífices a estos hexágonos que ahora flotan en la finca aguileña. El objetivo último, añaden, es evitar que los desechos plásticos, principalmente agrícolas, acaben en playas y ramblas o directamente en el mar, al aprovecharlos como materia prima de una solución que reduce las pérdidas de agua en las balsas de riego, que contribuye al ahorro de combustible en los procesos de irrigación y que impide la generación de algas en la instalaciones, lo que describen como algo «vital en regiones semiáridas como Murcia y Almería».
Rolleri insiste en que se trata sobre todo de dotar de una segunda vida a los plásticos más degradados, para sacarlos de las mencionadas ramblas, playas y campos de cultivos donde, con frecuencia, van a parar tras las cosechas. Para demostrar la viabilidad de la iniciativa, la organización recogió el pasado junio, y parte de julio, tras cosechas como la de sandía, y en connivencia con los responsables de fincas agrícolas, varios camiones llenos de plásticos desechados tras su uso como invernaderos, acolchados y tuberías de riego, entre otros.
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Fueron más allá al hacer además acopio de desperdicios en mal estado esparcidos junto a la costa y las ramblas en Marina de Cope, y que no siempre provienen de la agricultura, según aclara el responsable del proyecto. En este cometido es donde contaron con la ayuda de voluntarios de una decena de institutos y colegios de la zona (en concreto Águilas y Lorca), donde previamente habían impartido una de las charlas de concienciación con las que Ambiente Europeo trata de sensibilizar sobre el respeto al medio ambiente. Como se trata de una organización no gubernamental, los fondos que emplea para desarrollar sus planes provienen de aportaciones y donaciones voluntarias. En el caso de los nuevos dispositivos de ahorro de agua fabricados con plásticos agrícolas, el grueso de la financiación sale de la marca de lujo Loewe. «No es que la firma lo haya puesto directamente para esto», señala Rolleri, sino que lo ha donado para que la entidad sin ánimo de lucro lo emplee como estime oportuno.
El espíritu de la iniciativa pasa por encontrar una solución local de economía circular. Por eso los desechos plásticos recogidos en el campo se reciclan en instalaciones de la compañía GWC Group en Alhama de Murcia, donde se obtiene un material con el que la también murciana Tetnimat fabrica en su planta del Polígono Industrial Oeste, en San Ginés, las piezas hexagonales con las que se cubren las balsas para riego.
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GWC Group tiene la capacidad de recuperar más de 100 millones de kilos de estos desechos al año, de acuerdo con su director general, Carlos Egea. La empresa, que nació en Molina de Segura en 2013 y que también cuenta con instalaciones en Abarán, comenzó a trabajar este mismo año en su planta alhameña, «que se va a especializar en el reciclado de films agrícolas finos acolchados». Egea subraya las «muchas horas de dedicación de los departamentos de ingeniería y de investigación y desarrollo» de la empresa para encontrar cómo darle una nueva vida a un material que «por su complejidad de reciclaje se acumulaba en fincas, ramblas, vertederos colapsados e incluso en el mar».
Con la nueva instalación, afirma Egea, y corrobora Rolleri, GWC se va a convertir en el líder europeo del reciclaje de film agrícola. En estas instalaciones, asegura, será posible reciclar «el cien por cien de los residuos plásticos que se generan en la Región».
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Economía circular
El tiempo dirá si estas expectativas se cumplen, lo que ya es una realidad es que Murcia y Almería generan «más de 150 millones de kilos de plástico agrícola al año», apunta el director general de la compañía. «Por tanto, este modelo de economía circular tiene un enorme potencial», concluye. De ahí nace el desarrollo de estos hexágonos contra la evaporación del agua fabricados por Tetnimat íntegramente con plásticos agrícolas reciclados por GWC.
De momento, se trata de un proyecto piloto que tiene como objetivo demostrar cómo aprovechar en la actividad agraria desechos producidos en el seno del propio sector. «Si funciona -explica el experto argentino-, se podrá constituir un grupo de trabajo, montar una producción local y darle salida a los plásticos de invernaderos y acolchados de la industria agrícola». Esa, en todo caso, es una fase de la que Ambiente Europeo ya no formará parte. «Nuestro objetivo es demostrar que se puede hacer empleando un plástico que no se considera de buena calidad». A partir de ahí, lo que se pretende es hacer ruido para que tenga eco en el sector y «alguien lo coja y lo produzca aquí con nuestros plásticos reciclados, y no que traiga las piezas de China, del sureste asiático o de otro sitio». Eso sería «meter más plástico en el medio ambiente», advierte Rolleri. La iniciativa pretende replicar el esfuerzo de concienciación que ya se ha emprendido en la actividad pesquera española. «Es importante comenzar a trabajar con el sector de la agricultura, donde hay profesionales que hacen un buen trabajo, pero hay una minoría que no y ya es alarmante la cantidad de plástico que encontramos asociada con la actividad agrícola en la zona costera».
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El proyecto ha ensayado en la Región de Murcia con cinco fórmulas distintas de nuevos materiales, de las que en última instancia solo han funcionado dos. Además del material, es importante la forma de las piezas empleadas. En este punto se ha huido de riesgos y se ha optado por emplear un diseño patentado de la compañía danesa Hexacover, conocido bajo la elocuente denominación de 'Evaporation Mitigation Devices' (dispositivos de mitigación de evaporación). «Son como pequeños veleros que se van desplazando y acomodando hasta cubrirlo todo», describe Rolleri cuando se lanzan sobre la superficie de la balsa de riego. Para probar su eficacia, se instalaron en una finca de Marina de Cope tres pequeñas piscinas redondas, de tres metros de diámetro, donde a día de hoy aún se realizan algunas pruebas sobre la capacidad de evaporización y la durabilidad.
De momento ya se ha demostrado que el uso de estos dispositivos, o 'widgets', impide que la instalación se ponga verde, por las algas que proliferan con el agua, y también se descartaron las primeras piezas con las que se ensayó, porque no flotaban bien.
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Solo cuando se halló la fórmula adecuada, y tras amasar un volumen notable de dispositivos fabricados y listos, los responsables del proyecto se han animado a mostrarlo en público por primera vez. «No queríamos anunciarlo si no teníamos la certeza de que funcionaba». Así es como a las 11.00 horas de hace dos miércoles, un grupo de agricultores, de regantes, de representantes de empresas y de otros agentes de la agroindustria regional fueron convocados como testigos del primer vertido de estos elementos (9.000 en total) en una balsa de riego. La instalación continuará disponible para quien quiera comprobar el funcionamiento de un proyecto que aún sigue en pruebas.
20 años de vida
Por ahora, afirman que el sistema permite una reducción de más del 60% de la evaporación del agua, además de impedir la proliferación de algas, pero creen que ese índice puede acercarse al 80%, dependiendo del lugar. Eso es lo que están tratando dilucidar ahora, además del número de años que los dispositivos pueden permanecer cumpliendo su función de barrera sobre al agua, «calculamos que pueden tener una vida de unos 20 años», explica Rolleri. Cuando los estudios estén terminados, añade que «volveremos a los colegios e institutos, principalmente a los diez que nos han ayudado, para que vean claramente el proyecto de economía circular en el que han participado».
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Esta iniciativa de economía circular juega con la virtud de tratar de combatir, de un solo golpe, dos males que afectan al medio ambiente regional: la necesidad de exprimir hasta la última gota de agua y la proliferación de desperdicios de plástico en el medio ambiente. Aparte de otros beneficios, como el ahorro energético y el combate contra las algas que afectan a las instalaciones de riego. El resultado pretende favorecer la obtención de una agricultura más sostenible y, por tanto, un medio ambiente más limpio.
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