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De la bacteria a la ballena

El oxígeno ha sido el gran acelerador de la vida en la Tierra. El aumento exponencial de su presencia en nuestro planeta ha permitido los mayores saltos evolutivos y el fascinante viaje biológico que hizo posible que la vida pasara de los organismos unicelulares, como las bacterias, a seres tan complejos como los dinosaurios y los grandes mamíferos. Así lo sostiene un reciente estudio que certifica cómo a lo largo de 3.500 millones de años, la vida en la Tierra pasó de formas tan simples como las células microscópicas a organismo de gran complejidad.

LA VERDAD

Viernes, 17 de junio 2016, 09:40

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Para que se diera este fascinante salto fueron cruciales dos períodos de tiempo muy concretos y bastante breves en términos geológicos, tanto que apenas suponen un 20% de la historia evolutiva.

Los Anales de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos (PNAS) han publicado el trabajo de un equipo de científicos de las universidades deVirginia y Stanford que contradice la hipótesis mayoritariamente aceptada por los biólogos y según la cual la vida en la Tierra evolucionó lenta y progresivamente a partir de un microorganismo unicelular hasta organismos multicelulares muy complejos.

«Nos sorprendió constatar como casi todo el aumento de la complejidad biológica y el tamaño de los seres vivos ocurrió en dos intervalos de tiempo distintos», sostiene Michal Kowalewski, profesor de geociencia en la Universidad Virginia Tech y coautor del estudio.

«Dos períodos que, además, siguieron a dos importantes acontecimientos de oxigenación de la atmósfera terrestre», precisa el científico. Sucolega Jennifer Stempien, investigadora y coautora del estudio, destaca como «verdaderamente interesante» que cada uno de estos lapsos de alta oxigenación «se corresponden con períodos en la historia de la vida marcados por una evolución en la complejidad biológica: el primero es la aparición de la célula eucariota y el segundo el desarrollo de la vida multicelular».

La eucariota sustituyó a la célula procariota, que fue la primera forma de vida. La procariota es la forma de vida celular más simple, carece de núcleo definido y se reproduce por división. Por el contra, las células eucariotas son mucho más grandes y avanzadas y contienen material genético (ADN) en su núcleo. Necesitan oxígeno para sobrevivir, se reproducen sexualmente y evolucionaron en este proceso para adaptarse a su medioambiente.

Mucho antes se había registrado otro fenómeno clave, como es la «invención» de la fotosíntesis por parte de las bacterias primitivas hace más de 3.000 millones de años. Este fenómeno biológico hizo que las bacterias pudieron utilizar la luz solar y el dióxido de carbono (CO2) para alimentarse.

Unas bacterias que luchaban por su supervivencia en unos océanos y una atmósfera pobres en oxígeno. En su lucha por la vida, estos organismos aportaron oxígeno primero a los océanos y luego a la atmósfera gracias a la fotosíntesis, como las plantas hacen hoy. El oxígeno liberado hizo posible la evolución de estructuras celulares más complejas. En apenas 200 millones de años, los organismos pasaron de ser microscópicos a tener el tamaño de una moneda de diez centímetros.

Un segundo gran paso evolutivo fue posible gracias a otro sorprendente aumento en los niveles de oxígeno en el planeta registrado hace 540 millones de años y que facilitó el desarrolló de formas multicelulares y mucho más complejas. Un salto evolutivo que permitió la aparición de mamíferos marinos o plantas gigantes.

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