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Pedro Sánchez, acompañado por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y la delegada del Gobierno en Cataluña, Teresa Cunillera, a su salida de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona Foto: Efe | Vídeo: EP

Sánchez elude a Torra en su viaje a Barcelona

La Moncloa considera que el presidente catalán con sus demandas de diálogo busca una solución politica a los disturbios callejeros

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Lunes, 21 de octubre 2019, 08:14

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Pedro Sánchez estuvo en torno a dos horas y media en Barcelona y se marchó sin verse con Quim Torra a pesar de la perentoria solicitud del presidente de la Generalitat. El presidente del Gobierno ratificó que no tienen nada de qué hablar mientras su frustrado interlocutor no contribuya a la superación de la crisis con una condena clara de la violencia y un desmarque rotundo de los radicales. Ni siquiera un matutino intercambio epistolar facilitó el acercamiento.

Aunque estuvieron a 300 metros, los que separan la Jefatura Superior de Policía en la Vía Laietana, a la que Sánchez llegó a las 11 de la mañana, del Palau de la Generalitat en la plaza de Sant Jaume, donde Torra estaba en su despacho, el encuentro no se produjo. Y eso que el presidente de la Generaltat, tras quejarse por carta de que se había enterado de la visita por los medios de comunicación, urgió a Sánchez a que aprovechara el viaje para verse «hoy mismo». El presidente del Gobierno ignoró por tercera vez la petición.

Esta incomunicación entre los presidentes no quiere decir que hayan volado todos los puentes entre ambas administraciones. La Moncloa mantiene contactos con miembros del Gobierno ligados a Esquerra. Los republicanos admiten que esos canales están abiertos, pero se niegan a dar nombres de los interlocutores, salvo las menciones a Gabriel Rufián.

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Cuando la pregunta es si el diálogo es entre el propio Sánchez y el vicepresidente, Pere Aragonés, el silencio es espeso. Admitirlo sería asumir que hay un puenteo al presidente de la Generalitat y que su número dos se presta a ello. Un hecho que, de ser cierto, podría hacer que todo saltara por los aires en las ya deterioradas relaciones entre JxCat y Esquerra.

Antes de viajar a la capital catalana, Sánchez respondió por carta a las dos llamadas telefónicas y a la misiva que Torra le envió este fin de semana para concertar la cita. En un texto plagado de reproches, el presidente del Gobierno afea al gobernante catalán que no desempeñe su cargo «con dignidad» porque ni condena «de modo tajante e inequívoco» la violencia; ni ampara a las fuerzas de seguridad, «les ha vuelto la espalda»; ni evita la discordia civil al no comportarse como «presidente de todos los catalanes».

Torra respondió a vuelta de correo para quejarse de los desplantes telefónicos del fin de semana, una actitud que «no es buen signo de voluntad de diálogo» y tampoco cumple con «la responsabilidad prioritaria» de un presidente del Gobierno de «propiciar el diálogo entre aquellos que piensan diferente». Pero el objetivo de su escrito era acordar un encuentro hoy mismo para lo que se ponía «a disposición». Ante la falta de respuesta, Torra llamó de nuevo por teléfono a Sánchez, que una vez más no descolgó el móvil. Incluso su jefe de gabinete intentó ponerse en contacto su homólogo en la Moncloa, Iván Redondo, con igual resultado. Silencio.

Sin enfoque político

La Moncloa no quiere dar un enfoque político a la crisis abierta por los violentos disturbios en Barcelona, que es, a juicio del Gobierno, lo que quiere hacer con la Generalitat al buscar el cara a cara entre Sánchez y Torra. Las algaradas son «estrictamente un problema de orden público» que se resuelve con la actuación de las fuerzas de seguridad, dijo este domingo el ministro del Interior y sentó doctrina en el Ejecutivo.

Un enfoque que rebatieron desde la Generalitat. Su consejero de Interior, cuya cabeza piden amplios sectores independentistas por la dureza de los Mossos, afirmó que es «inaceptable moral, política e institucionalmente» que Sánchez se niegue a hablar con Torra. Miquel Buch reprochó al presidente del Gobierno que utilice como «excusa» para no verse con Torra que este «no condene» la violencia cuando lo ha hecho «públicamente» muchas veces. La portavoz de Esquerra, Marta Vilalta, llamó «cobarde» al presidente del Gobierno porque está «escondiéndose constantemente». Cada día, añadió, «se parece más a Mariano Rajoy».

Con menos revoluciones dialécticas pero en la misma línea, el líder de Esquerra y condenado a 13 años de prisión, Oriol Junqueras, señaló en TV3 que «la forma de acabar con los altercados es haciendo política». El republicano reclamó el fin de las excusas, «el Estado tiene que sentarse de una vez en la mesa y hablar».

Los emplazamientos a dialogar también llegaron de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que sí habló con el presidente, al que pidió un cambio de actitud. «El teléfono -dijo- se debe coger siempre». También el líder de Unidas Podemos se sumó al coro y reclamó a Sánchez que «por responsabilidad institucional» debe recibir al presidente de la Generalitat. Este sainete de llamadas sin respuesta y de cruce de cartas es «una tomadura de pelo», zanjó Pablo Iglesias.

El silencio de Sánchez, en cambio, es insuficiente para los líderes de PP y Ciudadanos. Pablo Casado consideró que en vez de tener una correspondencia epistolar, el presidente del Gobierno debería enviar a Torra el requerimiento previo a la aplicación del artículo 155. Albert Rivera apuntó a su vez que «la única llamada que hay que hacer a Quim Torra es para decirle que está cesado y ya no es presidente de la Generalitat».

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