Volver a escuchar después del aislamiento
Casi el 13% de la población de más de 60 años padece pérdida de oído, aunque los malos hábitos ponen en riesgo también a los jóvenes: «Estamos viendo hipoacusias cada vez más precoces», advierten los expertos
En un día tranquilo, el sonido del viento puede producir hasta 20 decibelios al atravesar las ramas de los árboles; una lluvia leve, 40; y una conversación, 60. El sonido de una tienda concurrida o una calle con tráfico pueden rondar intensidades cercanas a los 70 y, si seguimos subiendo, los sonidos dejan de acariciar y empiezan a arañar. El umbral tras el cual el ruido puede generar pérdida auditiva se sitúa, de forma aproximada, en 80 decibelios, un volumen similar al que genera el paso de un tren o un camión pesado. Someterse a exposiciones prolongadas de estos niveles pueden dejar daños irrecuperables. Y estos se pueden producir de forma inmediata por encima de 100.
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En muchas ocasiones, se trata de situaciones evitables. Tras algunas consecuencias irreversibles se encuentran comportamientos de riesgo como elevar en exceso el volumen de los auriculares o frecuentar entornos ruidosos. Expertos como el jefe de servicio de Otorrinolaringología del Hospital Virgen de la Arrixaca y profesor asociado de la Universidad de Murcia, José Domingo Cubillana, llevan tiempo observando los efectos de estos malos hábitos auditivos en la Región de Murcia, con un llamativo aumento de jóvenes en las consultas. «Cada vez vemos hipoacusias en edades más precoces, probablemente por la propia contaminación acústica que tenemos en la sociedad en la que vivimos y por escuchar música a alto nivel», advierte. El especialista recuerda que «el volumen de la mayoría de los auriculares está limitado de fábrica a una determinada intensidad, y muchos dispositivos avisan si la sobrepasas, pero la realidad es que muchos jóvenes prefieren ponerlos mucho más altos de lo que es aconsejable».
La edad, factor determinante
Intensidad y tiempo son los principales ingredientes de los daños al oído, sin embargo, por encima de ellos se sitúa un factor especialmente determinante al que todo el mundo está expuesto y que llega de forma inevitable: la edad. Según el informe sobre la audición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi el 13% de la población de más de 60 años presenta una pérdida auditiva moderada, una cifra que se eleva a seis de cada diez personas a los 90 años.
Para tratar estos problemas, lo principal es la detección, aunque muchos pacientes retrasan el momento con tal de no aceptar la pérdida. Un estudio de la red de centros de audición Aural señala que el 40% de la población entre 35 y 65 años nunca se ha hecho una revisión auditiva.
En el caso de los niños, el Servicio Murciano de Salud, dispone de un programa de detección precoz en bebés, aunque este no existe de los tres años en adelante, un momento donde son los propios familiares y docentes quienes suelen advertir el problema. Tanto en edades pediátricas como en los adultos, hay algunos delatores comunes, como la dificultad para comprender lo que se dice, la falta de reacción ante estímulos sonoros o la tendencia al aislamiento. En edades tempranas, esta puede confundirse con problemas de desarrollo del habla. En otras ocasiones «se confunde con un Trastorno de Espectro Autista, cuando lo que pasa es que no oye», afirma la responsable de área de los centros auditivos Aural de Levante, Patricia Cortés, donde realizan audiometrías gratuitas.
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No tratar los déficits de audición a tiempo, además, puede derivar en el desarrollo de otros problemas. La audioprotesista del mismo centro, Natalia Villota, advierte de que esa espiral de aislamiento en que se ven muchos mayores al perder oído «se produce por vergüenza, porque no quiero estar preguntando todo el rato, porque creo que van a pensar que estoy mayor». Y eso «puede ocasionar problemas de estrés o derivar incluso en una depresión».
La respuesta puede pasar por una intervención quirúrgica o por el uso de audífonos. La Arrixaca lleva ya 22 años realizando implantes cocleares que han permitido a 420 ciudadanos de la Región recuperen la audición. Y este año se espera la intervención de otros 30. «Otros casos se solventan con implantes osteointegrados. y en otros casos, la solución son los audífonos. Hay toda una escalera de soluciones», asegura Cubillas. Aunque su alto coste disuade a muchos ciudadanos. En este sentido, la Consejería de Política Social y Familias cuenta con una línea de ayudas de hasta 4.000 euros para el pago de audífonos. El pasado año concedió 245 a personas con discapacidad por un importe de 794.000 euros, y otras 204 a pensionistas mayores de 65, por 555.000 euros.
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«Volver a oír les cambia la vida -asegura Natalia Villota-. Tengo un paciente que era muy reacio a usarlos y ahora está tan contento que pregunta si los puede usar para dormir. Eso es al final lo que te llena. Ver que has ayudado a que tengan una vida mejor».
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«Con la mascarilla fue horrible, no podía seguir las conversaciones»
Hace ya algunos años que Jesús Ruiz, vecino de Murcia, de 60 años, comenzó a darse cuenta de que le gustaba subir el volumen de la televisión bastante más de lo que su pareja consideraba aceptable. También había empezado a costarle entender lo que le decían en las reuniones familiares o los encuentros en su trabajo como delineante de la Comunidad. Tenía claro lo que estaba pasando porque había antecedentes en su familia. Su madre había padecido problemas de oído y su hermano los había heredado. Cuando se decidió a hacerse una audiometría, ya había perdido el 60% de la audición en uno de sus oídos, y un 30% en el otro. La idea de ponerse unos audífonos fue creciendo desde entonces, aunque nunca terminaba de decidirse. «Me frenaba la alta inversión que suponen», asegura. En su caso, casi 7.000 euros. La Comunidad Autónoma dispone de ayudas para sufragar el coste a personas con una discapacidad reconocida de más del 33% o pensionistas de la Seguridad Social mayores de 65 años, pero él no está en ninguno de esos colectivos «He presentado la documentación para que me valoren la discapacidad, pero la lista de espera para que me contesten es de un año y medio», lamenta.
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Barreras físicas
Los problemas de sordera se hicieron especialmente evidentes con la irrupción de la pandemia. «Con las mascarillas fue horrible. No podía seguir las conversaciones porque no veía la boca y el sonido se atenúa -recuerda-. Pero todavía lo empeoraban más las mamparas de metacrilato que llegaron a muchos comercios. Y muchas de ellas se han quedado».
Hace dos meses, finalmente, dio el paso. «Ahora he bajado considerablemente el nivel de la tele y he ganado mucho. Noto que voy por la calle y oigo cosas que antes no podía percibir, como el canto de los pájaros», comenta satisfecho. Eso sí, oírlo todo tiene sus inconvenientes. «Ahora mi coche suena como un tractor», bromea.
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