La marcha del César
Capaz de susurrarle a la esposa de Bebeto que La Coruña es como Río en pequeño, Lendoiro, un tipo sin móvil y con horarios de sereno, ha hecho del poder su vicio
JULIÁN MÉNDEZ
Martes, 28 de enero 2014, 11:57
Por agotamiento. Augusto Joaquín César Lendoiro (Corcubión, 1945) ha construido su carrera en el mundo del fútbol sobre la extenuación de sus rivales. Citaba a los apoderados, abogados, jugadores o entrenadores que se le habían puesto a tiro en un reservado del restaurante El Manjar, en La Coruña. Allí, en su ambiente, y entre las tortillas de patata y las botellas de champán que José Manuel Crespo, Crispi, les hacía llegar desde la cocina, el presidente del Dépor rebajaba cláusulas, limaba comisiones y raspaba sueldos y contratos en reuniones que llegaban hasta el amanecer. «La negociación más larga que le vi nunca», confía el cocinero, «empezó a las diez de la noche y acabó a las doce y media del día siguiente. Estuvo reunido con diez tíos que llevaban a Momo y a Rubén Castro. El abogado de uno de ellos se fumó un mazo entero de puros palmeros», sonríe al recordar el lance.
Exhaustos, rendidos por el cansancio y obligados a enarbolar la bandera blanca, el presidente no cedía nunca en la presión, una táctica que ha usado durante 25 años con resultados inmejorables. Lo que pocos saben es que Lendoiro (César es su primer apellido), partía con la ventaja de que raramente se levanta antes de las dos de la tarde, que los negociadores comerciaban con una lechuza acostumbrada a trasnochar.
Un tipo sin teléfono móvil y con horarios de sereno ha gobernado el Real Club Deportivo de La Coruña durante un cuarto de siglo. Convertido en el 'Súper Dépor' de la mano de Arsenio Iglesias y 'Jabo' Irureta, con futbolistas como Bebeto, Diego Silva, Mauro, Makaay, Fran o Juan Carlos Valerón, los gallegos sumaron una Liga, dos Copas y tres Supercopas en apenas siete años. Los coruñeses, históricos seguidores del Real Madrid que presentaba allí sus fichajes durante el torneo Teresa Herrera, recuperaron los colores y se constituyeron en el equipo 'modesto' capaz de tumbar a los dos gigantes.
Detrás, fino urdidor de tramas, se encontraba el primer presidente de un club con sueldo. Claro que Lendoiro, más chulo que las pesetas, se asignó como salario el 1% del presupuesto anual del Dépor. Tardó semanas en decidirse porque, según dijo, tenía que «hablarlo con la familia». Aquel año de 1999 ganó 99,5 millones de pesetas. Tres temporadas después, en 2002, con el 'Centenariazo', la entidad debía ya 178 millones de euros, como confesó él mismo. Pese a ello, al año siguiente, mientras el déficit se disparaba, se embolsó otros 864.000 euros.
Ahora, intervenido por un administrador concursal, en Segunda, y lastrado con 160 millones de euros de deuda, Lendoiro ha anunciado que dejará hoy la presidencia. Ojo, ha dejado claro que abandona el palco de Riazor, pero que ni se le ha pasado por la mente jubilarse.
«Su vicio es el poder», le retrata en cinco palabras un amigo coruñés. Desde pequeñito. Nacido en un hermoso pueblito de la Costa da Morte, Augusto César Lendoiro era todavía un mocoso que estudiaba en los Maristas cuando fundó, junto a unos amigos del barrio Inés de Castro, el Ural Club de Fútbol. La zona estaba junto al monte Santa Margarita, que los chavales imaginaron trasunto de los Urales de Kazajistán para inventarse un nombre sonoro y misterioso. Con el televisivo Luis Mariñas en sus filas, aquellos adolescentes autogestionarios lo ganaron todo. Lendoiro, que a esa edad tentó también como jugador en los juveniles del Dépor, sería presidente del equipo (del que surgió, entre otros, Paco Buyo) hasta finales de los 80.
Su único trabajo
En el Ural debió cogerle gusto a la cosa, porque luego probó el mundo de los despachos en la Federación gallega de Balonmano, sin demasiado éxito, la verdad. Con el título de abogado ya en el bolsillo, su suegro le proporciona «su primer y único trabajo» como profesor gerente del Colegio Liceo La Paz. Allí arma una sección de hockey sobre patines que acaba con la hegemonía catalana de Barcelona, Reus, Noia, Igualada, Voltregá y compañía. Lendoiro acaricia la gloria. Coloca la torre de Hércules en el mapa de España y rumia metas mayores.
Casado con Sonsoles Marcos, con quien tiene seis hijos (cuatro chicas y dos chicos), el entonces pujante presidente del Hockey Club Liceo, se zambulle en el mundo de la política de la mano de Alianza Popular. Concejal en 1987, secretario general para el Deporte de la Xunta, candidato a la alcaldía en dos ocasiones, y derrotado ambas por el incombustible enemigo Paco Vázquez, Lendoiro juró no usar el coche cuando el mandatario socialista instauró la OTA en La Coruña y desde entonces viaja siempre en taxi. Llegó a presidir la Diputación entre 1995 y 1999, y además fue diputado y senador, cargos que compatibilizó con su dedicación a los despachos deportivos.
«Parece un hombre nacido para dirigir. Ésa es su leyenda», sostiene Irureta. «¿Cómo es? Introvertido, muy introvertido. Es una persona que no habla demasiado. Reflexiona mucho. Siempre notas que está pensando. Es un hombre al que le gustaba llegar al límite en sus negociaciones. Lo cierto es que acertó con los fichajes y el equipo dio un salto enorme. Si lo deja -reflexiona 'Jabo'-, será el fin de una época».
Una época que comenzó en 1988 y con el Dépor con un pie en Segunda B (no se salvó hasta el minuto 92 del último partido de Liga). Lendoiro presentó entonces los avales para cubrir los 600 millones de pesetas de deuda y se hizo con la presidencia del club. Y, como es típico en él, con una muestra de su estilo personal: jugándoselo todo a una carta. A vida o muerte. Su lema electoral no podía ser otro que 'Camina o revienta', la frase lapidaria urdida por Eleuterio Sánchez, 'El Lute'.
Populista, muy agresivo en sus comparecencias públicas, detrás de esa imagen de hombre chaparrito, zorruno y cachazudo se esconde un tipo de temperamento volcánico. «Sin riesgo no es posible despegar», es una de las máximas cinceladas en la mente del 'presi', como se dirigen todos a él en La Coruña.
Amigo de plantillas muy amplias (Irureta recuerda tener que hacer la pretemporada con 35 futbolistas) y multiculturales (John Benjamin Toshack bromeaba diciendo que en el Dépor no hacían falta petos para los partidillos, bastaba con que jugaran «blancos contra negros»), Lendoiro se hizo famoso al encarnar una especie de tercera vía futbolística. Su grito «¡Barça, Madrid, el Dépor ya está aquí!», lejos de ser una bravata fue el retrato de una época.
«Me debe dinero»