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ANTONIO ARCO
Lunes, 23 de diciembre 2013, 14:59
Le pregunto, con Bruce Springsteen sonando de fondo y la calle oscurecida por la lluvia y todavía flotando en ella el humo del cigarrillo que se acaba de fumar con fruición:
-¿Cómo se ve?
-Ahora que me he cortado la coleta [literalmente, porque su coleta era famosa], me veo más joven. Voy mirándome por los escaparates, de refilón para que no se dé cuenta la gente, y me voy gustando poco a poco.
Patricio Peñalver (Espinardo, Murcia, 1953), escritor y crítico de flamenco de 'La Verdad', es autor de 'Una novela sin nombre' (2000) y 'El murmullo de las estaciones' (2002). Ahora ha publicado 'Tiempo de transición', una novela, editada por Huerga & Fierro y cuya presentación tendrá lugar este lunes -a las 21.00 horas, en el bar murciano Zalacaín, con la participación del filósofo Francisco Jarauta-, que terminó de escribir en 1982. 'Tiempo de Transición' es una novela sobre la Transición escrita durante la Transición. Una novela en la que los más mayores se debaten entre el recelo hacia la nueva y convulsa etapa que están viviendo, la esperanza y el recuerdo de los viejos tiempos; y en la que los más jóvenes se dejan engullir «por la flamante 'movida' musical, social y artística». Una obra que recoge, según Peñalver, «un tiempo frenético e inquietante que pronto devendrá en un cierto desencanto».
'Tiempo de Transición', que su autor ha ido publicando en su Facebook, desde el 24 de diciembre de 2012 y hasta junio de 2013, fragmento a fragmento y con todo el mundo convencido de que estaba siendo escrita a tiempo real, está repleta de escogidas citas literarias -de Cervantes a Marcel Schwob, sin olvidar a Konstantino Kavafis y a Malcolm Lowry; de letras flamencas -«En una piedra me siento, / como si la piedra fuera alivio de mi tormento», canta Enrique Morente-, y de personajes que flotan en el ambiente: lo mismo nos encontramos con María Zambrano que con Franco Battiato, e incluso se 'escucha' una canción de Los Zombies, con permiso de Louis Amstrong, que también 'suena'.
-¿En qué punto se encuentra?
-¿Cómo escritor?
-Como todo.
-Como escritor, creo que estoy en un momento de madurez, pero personalmente estoy en un momento muy chungo; todos mis amigos están prejubilados, y yo estoy en una edad en la que también podría estar prejubilado, pero el caso es que no tengo derecho a ningún tipo de prestación. La sensación es un poco rara, y resulta bastante incómoda, porque en el terreno literario me siento mejor que nunca, pero en el laboral peor que nunca.
-¿Qué no llegó nunca a imaginar y, sin embargo, está pasando?
-Que varios millones de españoles estaríamos viviendo, en estos momentos, sin un duro y con un poco más; varios millones de españoles viviendo a expensas de la familia, eso es muy duro.
-¿Llega a perder la calma?
-[Risas] La calma la pierdo en bastantes ocasiones, pero la tengo que recuperar inmediatamente porque lo contrario no te lleva a ninguna parte.
-¿De qué le entran ganas?
-Mejor no pensarlo. Porque si tuviera que hacer alguna cosa, sería una cosa muy, muy gorda, y la haría con más gente... A mí lo que me salva es la literatura, y sobre todo la lectura; me agarro a la lectura para no desesperarme.
-¿El amor no?
-El amor es como el agua del río de Heráclito: el agua siempre está pero nunca te bañas en el mismo río. No sé si me explico, porque yo me explico mejor a media tarde, con un café...
-¿Cómo se siente con frecuencia?
-Raro.
-¿Lo es mucho?
-Veo un mundo absolutamente opuesto al que yo imagino, al mundo en el que pienso. Veo un mundo hipócrita, malediciente, maleducado, viviendo en una especie de infamia permanente y de tergiversaciones de todo: de la Historia, de la realidad... Y veo un montón de caraduras que no paran de multiplicarse.
-¿A qué hora se ha levantado?
-Yo me levanto todos los días a las nueve o diez de la mañana, al compás de mi padre porque le tengo que poner el desayuno. Y suelo acostarme entre las once y media y la una de la madrugada.
-Pero, ¿usted no era el rey de la noche?
-Eso es un mantra, algo que a la gente le dio por decir; yo me retiré de la noche hace mucho, mucho tiempo. De vez en cuando reaparezco, pero la gente tiene la sensación de que me está viendo siempre.
-¿Qué es lo mejor de esas horas?
-Pasear en la madrugada es espectacular. A mí se me ocurren muy buenas ideas.
-¿Qué ha aportado su generación a este país?
-Mi generación lo ha aportado todo. Ayudó mucho a modificar las estructuras catetas del país.
-¿Qué observa?
-Que la casta política vive en otro mundo, prometiendo cosas que no cumplen, metida en una urna de cristal, sin estar para nada a la altura de las circunstancias y sin pisar la calle, donde lo que se vive es un desastre absoluto; hay gente que está pasando hambre de verdad.
-¿Y la ciudadanía?
-Hay mucha gente luchando, y protestando de un modo pacífico, contra esta especie de barbarie que suponen los recortes y el cerco a lo que llamamos Estado del bienestar.
-Y el flamenco...
-...¡ Qué maravilla! Solo lo escucho en momentos tremendamente especiales. Lo busco cuando él me llama, y eso puede ser a las dos de la madrugada o a las doce del mediodía. El flamenco es como la ópera o la música clásica, un castigo si te obligan a escucharlas sin ganas. Es un manjar tan exquisito que lo tienes que tomar en su momento justo. No te pueden poner de pronto dos kilos de caviar y obligarte a que te lo comas todo.
-¿Le gusta el caviar?
-Sí, pero si lo dice por si acaso llevo una lata encima y la compartimos, le diré que el último que comí, iraní, fue en una inauguración de una exposición en el Thyssen.
-¿Cómo recuerda la España en la que escribió la novela?
-Era una España 'salvaje', en el sentido de que todo era nuevo y de que por las calles corría la alegría de vivir; pero también es cierto que el desencanto llegó muy rápido, a partir de la mayoría absoluta del PSOE en 1982, tras el golpe de Estado de 1981; se esperaba muchísimo más.
-¿Qué hace falta ahora?
-Una catarsis muy fuerte.
-¿Qué recomienda?
-Votar.
-¿Qué es verdad?
-Que siento veneración por Enrique Morente. Recuerdo cada uno de los abrazos que me ha dado.
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