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ANTONIO ARCO
Lunes, 9 de septiembre 2013, 13:31
Hay un lugar de culto en Damasco -suponiendo que todavía esté en pie de paz y no desangrada- que tiene mucho que ver con Murcia, y para bien: la tumba del místico sufí Ibn Arabí, nacido en tierras murcianas en 1165 y fallecido en la capital siria en 1240. La mayoría de murcianos, por no decir todos y punto, no lo conocen de nada en absoluto, ni por supuesto lo han leído, empezando por quienes nos (des)gobiernan sin perder la desgana, pero la obra de este sabio nuestro -al que ni cultural, ni política, ni turísticamente le hemos sabido sacar inteligente partido- ha influido de forma notable, como bien resalta su estudioso Pablo Beneito, en el pensamiento islámico de los últimos ocho siglos en todo el orbe islámico, desde el Magreb hasta China, y no solo en el mundo árabe. Me acuerdo de Ibn Arabí porque toda Siria está que arde, la sangre derramada eleva el cauce sin conciencia de los ríos, ya nadie acude a ver en las ruinas de Palmira uno de los atardeceres más hipnóticos de la Tierra, ni siquiera en la hermosísima Mezquita de los Omeyas es posible ya sentirse a salvo, y porque él defendió hasta el final de sus días la convivencia creativa y pacífica entre las distintas creencias y culturas. ¿Seguirán intactas las palmeras azules que se mecen al sol formando parte de la decoración cerámica de su tumba? ¿Se acabará la carnicería que soportan en tropel sirios indefensos, de todas las edades truncadas, sin que parezca, como parece ser que en efecto sucede, que nos importa un bledo todo ese infierno inagotable?
Hablar de Ibn Arabí con la poeta Clara Janés es un gusto, hablar de paz con ella es un gusto, llorar por los que lloran y no cruzar los brazos es, con ella o sin ella, un deber de altos vuelos. Me recomienda la lectura de su obra y también de otro libro, 'Dios, la muerte y el tiempo', de Emmanuel Levinas. En él se plantea un tema que le obsesiona: la responsabilidad hacia 'el otro'. Tomé algunas notas: «Soy responsable del otro en la medida en que es mortal», por ejemplo. Janés -su poesía es al mismo tiempo cama para el guerrero y arma contra la rutina y el caos-, descubrió un día Murcia gracias a la invitación que recibió para visitarla como apasionada experta, precisamente, en la obra de Ibn Arabí.
Le ocurre lo mismo que al cineasta iraní Abbas Kiarostami, a quien le gustan las cerezas y los olivos, para beber su zumo verde y descansar junto a sus troncos milenarios. También le gusta el amor, aunque a veces le juegue malas pasadas, y el viento que hace volar a las cometas y los sueños. Y le gusta mirar la belleza de las mujeres de labios color granada y los caminos por descubrir. Kiarostami, el día que recibió en Murcia el Premio Honorífico IBAFF, en el marco de la III edición del modesto y esperanzador Ibn Arabí Film Festival, dijo emocionado, el tío: «Recibir este reconocimiento en la tierra donde nació el ilustre sabio es algo para mí muy especial».
Otro grande admira también la figura y la obra de nuestro 'paisano', enterrado en mitad del corazón de un país arrojado a los pies de los caballos de la guerra y de sus armas químicas. Se trata de Cees Nooteboom, uno de los autores europeos más prestigiosos y desde hace años un firme candidato al Nobel de Literatura. Nooteboom, que un día llegó a Murcia acompañado de su mujer, la fotógrafa Simone Sassen, aprovechó su estancia aquí para elogiar también, de todo corazón viajero, a Ibn Arabí. Precisamente, uno de los libros del holandés, 'Hotel Nómada', arranca con estas palabras del místico sufí: «El origen de la existencia es el movimiento. Esto significa que la inmovilidad no puede darse en la existencia, pues, de ser ésta inmóvil, regresaría a su origen: la nada. Por esta razón, el viaje no tiene fin, tanto en el mundo superior como en el mundo inferior». Y, claro, no se refería al millón y medio largo de sirios que han huido ya, de sus casas y del horror, en dirección hacia otro horror.
En Nooteboom, el afán de aventura, la sed de conocimiento, el humor y la ternura forman un cóctel de sabor exquisito. Falta nos hace beber de él. Ojeo, mientras pienso en ello, 'Damasco Suite', un esplendoroso libro de viajes del diseñador y artista plástico Alberto Corazón, autor del cartel de la feria murciana de septiembre 2013, en el que cuenta que, estando en la capital siria, se despertó, tras haber tenido un hermoso sueño, y se encontró feliz con la hermosa realidad de un país vivo. Eran otros tiempos. Ahora, camino del otoño, parece como si el Nobel recién fallecido Seamus Heaney hubiese pensado en la Siria de hoy -1 de septiembre de 2013- cuando escribió que «lentamente / los muertos avanzan / hacia el futuro».
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