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ANTONIO ARCO
Lunes, 5 de agosto 2013, 10:27
Ramón Centenero, 86 años, 92 películas -junto a Richard Burton, Sara Montiel y otros grandes-, mucho teatro a sus espaldas, fue militar, fue un encendido objeto de deseo y fue un gran ahorrador. Padre soltero, artista hasta durmiendo, único. Vive en Archena, donde nació. Se recupera de una caída que le dejó una rodilla hecha un campo de batalla.
-¿Qué le pasó?
-Una caída, justo al final de la representación de 'Sangre gorda', de los Álvarez Quintero. Se me salió el hueso de la rodilla izquierda y me quedé con toda la gelatina fuera, ¡qué dolor más grande!
-¿Está mejor?
-Sí, llevo todo el mes en casa de mi hija Rosa, que es el ángel más maravilloso y bueno que existe; tumbado en el sofá, justo debajo de la ventana. Me levantan, me acuestan, me quieren. Le digo a Rosa, que está a punto de casarse: '¡Yo no me voy ya de aquí, no, no, no!'.
-¿De quién se acuerda?
-Ay, de mi madre, que no sabía ni leer ni escribir pero que me metió en la cabeza lo importante que eran los libros. Me decía: 'Pepico, los libros'. Mi madre no sabía otra cosa que parir hijos, criar marranos y sembrar patatas.
-¿Qué más le decía?
-'Pepico, el dinero. El que no guarde una peseta, nunca tendrá un duro'.
-¿Qué está pasando?
-Que los políticos no quieren que haya gente preparada, no quieren que haya gente culta para que nadie les quite el puesto. Un pueblo sin cultura lo gobierna cualquiera, y eso es lo que está pasando aquí.
-¿Qué dicen de usted?
-Que no me callo, y es verdad. No me callo, digo lo que me da la gana, me lo puedo permitir porque no le debo daba a nadie y no necesito ni a los políticos, ni a los banqueros, ni a nadie.
-¿Qué no le gusta?
-Que a España se le llame 'este país'. ¡España, coño, España! ¿Es que hay gente a la que le da vergüenza decir España? ¡Pero si a Rubén Darío le encantaba decir que era español, porque hablaba la divina lengua castellana!
-¿Cómo ve España?
-Muy mal, y el futuro lo veo peor todavía. Nos espera la desesperación de muchas madres y de muchos padres. ¡Ya está bien de recortes!
-¿Cómo anda su memoria?
-Yo me acuerdo hasta de lo que no ha pasado.
-¿Dónde estuvo?
-En El Aaiún, de teniente en la Legión, con los maravillosos saharauis, que son españoles y que prefieren que los maten antes de ser marroquíes. ¡Qué belleza de sitio! Estaba allí con el general don Venancio Tutor Gil, y tenía un asistente, negro, impresionante.
-¿Qué ha hecho?
-Hacerle caso a mi madre: he ganado mucho y he guardado mucho. A mí no me va a pasar como a mi compañera María Asquerino, una gran dama del cine y del teatro, que permaneció muerta la pobre varios días en una morgue.
-¿Qué es usted?
-Soy muy creyente, pero no beato; soy católico, apostólico y murciano, ¡romano, no!
-¿Qué es verdad?
-Que usted, yo, el Papa Francisco y todos somos iguales en las tripas de un gusano; eso lo sé bien.
-¿Qué es lo que le gusta más?
-Lo que más me gusta son los huevos fritos con patatas. La carne, en general, se me hace bola en la boca, menos el cerdo. El cerdo es una de las grandes maravillas que existen.
-¿El cerdo?
-¡Sí, el cerdo, el cerdo! He tenido la suerte de comer muchas veces con don Gregorio Marañón, que decía siempre: 'Si el pueblo español fuese un pueblo agradecido, que no lo es porque es muy envidioso, en cada rincón de cada pueblo de España habría un monumento al cerdo, que es el que ha quitado el hambre en muchísimas ocasiones a lo largo de la Historia'.
-¿Qué no ha hecho nunca?
-Estarme sentado, yo me he pasado la vida trabajando. He rodado 92 películas, he hecho el mejor teatro del mundo con los más grandes actores y actrices, y he recorrido América de arriba abajo dejando muy alto el pabellón español.
-¿Qué le gusta decir?
-Estas palabras de Antonio Machado: «Todo llega y todo pasa. Nada eterno: ni gobierno que perdure, ni mal que cien años dure».
-¿Qué le indigna?
-La gente que critica sin saber, sin conocimiento de nada. Por ejemplo: si tú no has vivido el franquismo, ¿por qué tienes que hablar mal de Franco? De Franco puedo hablar yo, bien o mal, que tengo 86 años cumplidos.
-Y usted, de Franco, ¿habla bien o mal?
-Yo hablo muy bien de Franco, fueron los cuarenta años más hermosos de mi vida.
-¿Por qué empezó a hacer cine?
-Porque tenía un cuerpo impresionante, ¿qué culpa tenía yo? Medía metro ochenta y fui campeón de salto de pértiga y de lanzamiento de disco. Yo no era normal, y me ofrecieron hacer 'Alejandro Magno' (1956), con Richard Burton.
-¿Disfrutó de su físico?
-¡Claro! La gente dice eso de «que me quiten lo 'bailao'», ¿verdad? Pues yo no, yo lo que digo es: «Lo que tengo y lo que soy, yo solo me lo he 'ganao', por lo tanto yo no quiero que me quiten ni siquiera lo 'bailao'. Hay quien intenta mandar en el mundo entero, en mí solo manda Dios, yo soy Ramón Centenero'».Yo he disfrutado muchísimo del sexo, naturalmente, porque no he sido tonto; pero no me gusta que a fornicar se le llame hacer el amor. De mí dijeron, incluso, que me había acostado con Richard Burton.
-¿Y no fue así?
-No me acosté con Richard Burton porque yo soy muy Antonio Machado: adoro la hermosura; y Richard Burton no era hermoso. Él se lo perdió, otros lo ganaron. Cuando una persona no me gusta, sea hombre o mujer, ya sabe: 'Agua que no has de beber, déjala correr'.
-¿Qué no haría nunca?
-Tomar Viagra. Gracias a Dios, yo estoy más hermoso que un sol. No, no, no, no, eso es ir contra natura.
-¿Cómo se lleva con la vejez?
-No me enfado con ella; yo no vivo resignado, estoy contento con mi vida. La gente que se resigna es la que no confía en sí misma.
-¿Qué lleva siempre consigo?
-La Cruz de Caravaca, bendecida y puesta por Juan Pablo II.
-¿Qué no hará nunca?
-Dejar de decir la edad que tengo. Yo digo que tengo 70 años cumplidos hace 16 años. No maldigo el paso del tiempo, ni el espejo, ni nada.
-¿De qué tiene la suerte?
-De no tener ni una caries. Una vez, en los años 40, de regreso a mi casa desde los Salesianos de Alicante, mi padre -que era un judío que venía de Argelia, cuando Argelia era Francia, altísimo y guapísimo- me pilló cepillándome los dientes y me dijo: '¿Eso es lo que te enseñan en ese colegio que pago yo? ¡Eso es de mariquitas!'. Ahora, muchas veces, me lavo los dientes porque mi hija me obliga, pero no tengo ni una caries.
-¿Cómo lo ha conseguido?
-Comiendo mucho ajo.
-¿A qué ha dicho que no?
-A ir a una televisión a hablar mal de Sara Montiel, y me ofrecían mucho dinero. Yo pasé con ella, en su época más hermosa, los años 60 y 70, doce años de mi vida; incluso trabajamos juntos en 'Esa mujer', de Mario Camus.
-¿Estuvo enamorado de ella?
-Estuve enamorado de su belleza, pero no quería casarme con ella y solo yo sé por qué. La adoraba, era una hermosura. Ella decía que fue amante de Severo Ochoa, pero no es verdad.
-¿De qué está orgulloso?
-De mi hija. Yo soy padre soltero. Mi ilusión ha sido siempre tener una hija o un hijo. Durante mi época en Madrid, Moncho Borrajo y yo, cuando terminábamos de trabajar en los teatros, corríamos por los contenedores a ver si encontrábamos algún crío de esos que tiraban. Pero no encontramos nunca nada.
-¿Y entonces?
-Un día, aquí en el chalé de Archena, hice una merienda cena, de despedida porque regresaba a Madrid, e invité a mucha gente. Vino una chica -hija de un militar que perdió un brazo en la División Azul, y que tenía un retiro buenísimo-, pasó lo que pasó, ¡en general!, y mi Rosa nació un 18 de mayo. Cuando la chica estaba de dos meses, vino a pedirme, por favor, que yo le ayudase a abortar. '¿Y por qué vienes a mí?', le pregunté. 'Es que es tuyo', me respondió. '¿Seguro que es mío?', le insistí, porque yo sabía que... allí había entrado todo el mundo. 'Sí, sí'. 'Bueno', le dije, 'pues dile a tu madre, a la yaya, que venga a verme que tengo que hablar con ella'. Y cuando vino, le dije: 'Solo pido una cosa: si es niña, se llamará Rosa; y si es niño, Jesús. ¿De acuerdo?'. Y como estaba de acuerdo, añadí: 'Pues a partir de este momento, paséate por todo el pueblo, o lo que te dé la gana, diciendo que es hijo mío'.
-¿Y qué más hizo?
-Le compré al bebé un cochecito de esos altos, como el de 'Lo que el viento se llevó', para sacarlo a pasear. Desde que nació la niña, mi Rosa, estoy loco perdido con ella.
-¿Qué hay que tener en cuenta?
-Que hay gente que, como te descuides, te come.
-¿Qué está deseando hacer?
-En cuanto pueda andar, sentarme debajo de una higuera, en mi campo, con una copa de vino; bueno, o dos o tres, ya veremos.
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