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DANIEL VIDAL
Martes, 27 de noviembre 2012, 11:47
Como muy probablemente su respuesta a la pregunta sea negativa, haga la prueba. Y no haga trampa. Agarre una patata, una cebolla o un pepino, ese cuchillo afilado, su preferido de la cubertería (los menos valientes pueden valerse de un pelador), véndese los ojos y póngase a pelar y a cortar. Quizá piense que terminar con todos los dedos de la mano es poco menos que una quimera. Pero Delia Torrano eliminó rápido miedos y prejuicios durante la ponencia que ofreció ayer en Murcia Gastronómica sobre 'cocinoterapia', una nueva forma de sacar partido a los fogones. Torrano, cocinera, profesora y sobre todo innovadora (recibió el Premio Nacional Mujer Emprendedora 2010), enseña a personas con discapacidad visual a desenvolverse en la cocina y aseguró en su charla que «nadie se ha cortado ni se ha quemado en ninguno de los talleres». Y tiene mérito, porque dejaron listos para guisar puerros, patatas, cebollas y ajos y de las clases han salido bizcochos, tortillas de patatas, algún que otro flan y hasta una paella de la que no quedó ni una migaja.
Pese a la destreza de sus alumnos -y de las dos voluntarias que accedieron a pelar una patata con los ojos vendados-, Delia Torrano se llevó a la ponencia varios utensilios muy prácticos para las personas ciegas que quieren iniciarse en este sabroso mundo sin correr muchos riesgos, como un 'protegededos' de metal que ayuda a cortar sin temer por la integridad de la mano, un medidor de proporciones o un 'filtrador' de tallarines que ayuda a comprobar la cantidad de pasta que se utiliza en un típico plato italiano.
«'Ven' la receta»
Para muchos discapacitados, generalmente sobreprotegidos, éste es el primer contacto con la cocina. Y ya nunca lo dejan. «Me dicen que 'ven' la receta. Utilizan esa expresión porque entran en total contacto con la elaboración del producto, aprenden a hacerlo por ellos mismos». Y lo que es más importante, si cabe: «No paran de reírse durante toda la sesión, les ayuda a superar complejos y encima les resulta útil para su vida diaria. Además, recuerdo y aún me emociono cuando pienso en el caso de Pedro, uno de los alumnos que empezó con los talleres. No era ciego del todo e intentó recuperar la vista con una operación. Pero acabó perdiendo lo poco que tenía de visión. Aunque se quedó completamente ciego, apareció en las clases de cocina con un ánimo sorprendente. Es una gran satisfacción para ellos y para mí». De hecho, y aunque reconoce que el torrente de emociones le hizo pasarlo «mal» en el primer taller, Delia ya tiene en mente otros proyectos relacionados con la cocina. El más cercano, con reclusas. «No sé cómo va a ir la cosa cuando me meta en la cárcel con mis cuchillos», bromeaba. Entre los asistentes a la charla -no muchos- estaba la madre de Delia, Adela Ruiz-Funes, que salía encantada de la ponencia. «Y encima me ha superado en la cocina. ¡No vea cómo le sale la tortilla!».
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