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Común. Portada de 'La Verdad' de 1980, dedicada a la proliferación de plantas de opio.
LA MURCIA QUE NO VEMOS

Matas de opio a la puerta de las barracas

En Murcia crecían y crecen, salvajes, como plantas de adorno e incluso en plantaciones ilegales

ANTONIO BOTÍAS

Domingo, 11 de noviembre 2012, 01:52

Ala puerta de muchas casas huertanas, junto al ancestral fragmento de espejo embutido en la pared blanca, la cántara húmeda colgando de la higuera o a la sombra de la parra y el pollo donde aguardar el fresco de la atardecida, también existía una espléndida planta que, cultivada con primor, adornaba improvisados y diminutos jardines.

A esta planta de adorno, de grandes flores rojas, blancas o rosa pálido, siempre se la llamó cascales, aunque realmente eran matas de opio, idénticas a las que se cultivaron para uso medicinal y para la confección de drogas. Aún hoy basta pasear por la huerta y por los campos de Murcia para descubrir esos enormes tallos, ya secos, que culminan en una cápsula marrón, del tamaño de un huevo pequeño, antes cubierta de pétalos.

La primera referencia en la prensa periódica murciana a la adormidera o amapola se encuentra en el 'Correo Literario' de Murcia, publicado en 1792. En su edición de mayo se recordaba que la planta era conocida en esta tierra con el nombre de ababol. Y había que distinguirla de otra denominada 'Pico de grajo'. Dos años después, la misma publicación insertó un artículo titulado 'Discurso contra el abuso de no criar las madres a sus hijos y la influencia de las nodrizas sobre ellos'.

El artículo advertía de los peligros, «males y desgracias a que va a ser sacrificado el malaventurado infante cuando queda abandonado a la voluntad de la nodriza», entre ellos que no reciba la misma atención, cariño y alimento que el hijo de aquella. Y no es lo peor.

El alarmado redactor señalaba que muchas nodrizas, «más que mujeres deben llamarse verdugos de la naturaleza», porque ante los llantos de los niños «corren apresuradas en busca de la narcótica adormidera, cuyo jugo exprimen y mezclan sin tasa en la comida que preparan al desgraciado». Los efectos de la droga eran devastadores: «Un entorpecimiento habitual que, si no abrevia su muerte, lo deja estúpido y accidentado el resto de su vida».

Medio siglo después, otro papel periódico, 'El Industrial' de Murcia, alababa las propiedades del arbusto en el tratamiento del cólera, recomendando su ingesta en un «cocimiento de malvavisco y cabezas de adormidera».

El uso de la adormidera no se reducía en Murcia a su empleo medicinal o criminal. Incluso llegó a cultivarse con acierto. Así lo prueba el premio concedido por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Cartagena a Eduardo Menchero, quien presentó en 1872 una memoria sobre el cultivo de esta planta.

Los diarios dedicaron algunos espacios a la noticia, destacando que el experimento se realizó en dos tahúllas de tierra -2.236 metros cuadrados-, que produjeron «cuatro libras castellanas de opio seco». Esto es, casi dos kilos. Los gastos ascendieron, entre jornales, riegos y recolección, a 608 reales. Los ingresos por la venta del opio a 960 reales. Un negocio.

Como material colorante

Otra de las increíbles aplicaciones de las bayas -si es que alguien se atrevió a probarla- fue el «ácido sulfúrico alcoholizado». Se preparaba, según notició 'La Paz' de Murcia en 1886, mezclando una parte de ácido, «tres de alcohol, y como material colorante cuatro partes de pétalos de adormidera roja».

Contaban que era mano de santo «para calmar los dolores biliosos de estómago». A fin de cuentas, había otras pócimas de nombres más inquietantes. Una variedad más sorprendente era la llamada «limonada sulfúrica», compuesta por la pócima anterior más 20 partes «de jarabe de limón y 350 de agua».

A comienzos del siglo pasado también hubo intentos de extender el cultivo del opio por Valencia, Andalucía y Murcia, territorios idóneos para que las cosechas prosperaran y produjeran grandes cantidades de morfina. En Murcia publicaría el diario 'El Liberal' una década más tarde que «es notable el cultivo de adormidera». Aunque nunca prosperó como en Andalucía donde, en la década de los ochenta del pasado siglo, se producían legalmente unos cuatro millones de quilos anuales.

Huertos «de droga»

Resulta interesante anotar que en las fértiles tierras del Segura, como publicó 'La Verdad' en el año 1960, siempre proliferó una variedad de adormidera que alcanzaba hasta el metro de altura. El cultivo de esta especie, conocida como Papaver somniferum, era vigilado en aquellos años por una brigada de la Policía Judicial de Murcia, aunque sin demasiado interés, habida cuenta que las plantas crecían de forma desordenada por todo el territorio. Sin embargo, el cultivo del opio en Murcia no es una elucubración

En mayo de 1992 unos escolares de La Raya advirtieron al Servicio de Vigilancia Aduanera que habían descubierto un huerto de «matas de droga». Los agentes, al principio un tanto entretenidos por el aviso, se quedaron de piedra al descubrir, en un claro entre limoneros, una auténtica plantación de opio. Aquel día se intervinieron más de ocho kilos de flores.

En nuestro municipio siempre se conoció la adormidera como cascales. Curiosamente, el escudo del erudito murciano Francisco Cascales mostraba nueve cabezuelas maduras de la planta. Como también aún hoy permanecen otras similares esculpidas en algunas tumbas de los cementerios murcianos, como símbolo del sueño eterno.

El propio Cascales refiere en sus 'Discursos Históricos' (1621) que esta hierba simbolizaba la fertilidad, igual que el ciprés simboliza la muerte o el matrimonio se representaba con un «malacatón». Sabroso término, tan castizo y desusado, el que nos legara el humanista.

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