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Lacourt, después de haber conseguido su pase a la final de 100 espalda. :: AFP
Lacourt, prohibido llorar
DEPORTES

Lacourt, prohibido llorar

El atractivo nadador galo, reclamado como modelo y favorito en 100 espalda, no logra entrar en el podio

J. GÓMEZ PEÑA

Martes, 31 de julio 2012, 02:56

«No sé si hay alguien ahí arriba, pero si existe, le doy las gracias». La frase de Camille Lacourt vale para reflejar su suerte. Cuando emerge de la piscina, la grada comprende que no todos los hombres son iguales. Dos metros de altura que estiran un abanico de 85 kilos de elegante músculo. Ojos azules. La sonrisa perfecta. La melena rubia a punto incluso empapada. Tiene 27 años, es campeón del mundo y está casado con Valerie Begue, miss Reunión 2007 y miss Francia 2008. En septiembre esperan un bebé que será guapo sin remedio. Pero ayer, por sorpresa, quedó cuarto en la final de 100 espalda, batido por el estadounidense Matt Grevers. Lacourt no lloró. No tiene motivos.

Grevers, nuevo campeón olímpico, pesa 102 kilos. Nadie tiene más espalda. Tiburón martillo. Lacourt es un modelo. La piscina, su pasarela. Le falta potencia en las arrancadas. Pero entra como una lanza en agua. Cien metros son 64 brazadas. Bailar. Sin la potencia submarina de Grevers, el francés nada con la cabeza arriba, como un fuera borda. Es su método. No le bastó. La grada aplaudió a Grevers. Pero buena parte del público, especialmente el femenino, lo sintió por Lacourt. Suspiros.

Dicen quienes le conocen que Lacourt es un encanto. Qué menos. Feliz de tanta fortuna. «Me encanta ser favorito», declaró antes de los Juegos. «No me gusta la falsa modestia. Estoy listo para el desafío». Hace tiempo que sabe digerir la fama. Las marcas de moda le llaman. Nació nadador y modelo: tiene contratos con Chanel (relojes), con una firma de cosméticos (Clarins) y con la marca Tyr de ropa deportiva. Gana mucho más dinero fuera de la piscina.

Con cinco años se tiró al agua. Su padre se lo impuso si quería ir a pescar con él. Era un niño estirado; perfil de cuchillo. Partía el agua. Y se apuntó al club de natación de Narbona, su ciudad. A un adolescente tan alto y tan atractivo le persiguen las tentaciones. Se disipó. Hasta que su entrenador desde crío, Richard Martínez, le paró, le obligó a elegir. La piscina precisa disciplina. Lacourt se puso el uniforme. Valía.

Ingresó en el 'clan de los marselleses', el de Laura Manaudou, la sirena francesa. Encajó bien. «Dicen que los de este club somos arrogantes. No es cierto. Simplemente, no lloramos en público», cuenta Lacourt. Marsella es una selva de colores. Puro Mediterráneo. Calor, gente nocturna. Y un puñado de nadadores que asombra al mundo. «Si se mira la Luna se pueden alcanzar las estrellas», tiene por lema. La de ayer fue su gran final. La perdió y no se hundió: «Sé que los mejores momentos están por llegar y que no serán en la piscina».

Ser padre, por ejemplo. «Después de Londres pasaré cuatro meses sabáticos. Y luego veremos si vale la pena seguir. En principio, creo que sí». Su teléfono no para: moda, televisión, publicidad... Nació para ser una estrella, en el agua y en la tierra. A Pekín no pudo ir por una infección. Pero disfrutó cantando 'La Marsellesa' a las cinco de la mañana, tras una noche de fiesta, por el oro en 100 libres de Alain Bernard. Ayer se consoló con el himno en honor de Agnel, más rápido; no tan guapo.

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