Borrar
LA MURCIA QUE NO VEMOS

El médico que burló a la Inquisición

Diego Mateo Zapata encabezó la renovación médica española pero sufrió dos condenas del Santo Oficio

ANTONIO BOTÍAS

Domingo, 30 de octubre 2011, 03:49

Al joven Diego Zapata, de entre todos los males que genera el mundo, solo le inquietaba la Santa Inquisición. Para luchar contra el resto contaría con una espléndida preparación médica y filosófica. Pero no había receta ni apósito, argumento ni jarabe que lograra calmar las iras del Santo Oficio. Eso lo supo pronto. Cuando contaba 14 años de edad sufrió la más horrible visión que se pueda soportar: la detención y condena de su madre.

Diego Mateo Zapata nació en Murcia en 1644. Era hijo de los judeoconversos Francisco Zapata y Clara de Mercado. Apenas era un chiquillo cuando la Inquisición acusó de hechicería a la madre, a quien arrebataron todos sus bienes por hacer apología del judaísmo. Logró salvar la vida, aunque no la honra, gracias a la fortuna de su esposo.

El niño fue creciendo bajo la atenta mirada de la autoridad eclesiástica. Aunque no todos lo escudriñaban con los mismos ojos. De hecho, Zapata estudió en la ciudad protegido por los rectores de la parroquia de San Pedro, que velaron por convertir al muchacho en una eminencia. Eso le permitió doctorarse en Filosofía en la Universidad de Valencia y, más tarde, en Medicina en Alcalá de Henares.

Su fama de excelente médico pronto le permitió introducirse en la Corte e iniciar una carrera profesional y literaria -publicó una treintena de obras filosóficas y científicas- que le acarrearía innumerables problemas con la Inquisición. Tal era el prestigio de Zapata que ejerció de médico a pesar de que una Real Orden exigía documentos de limpieza de sangre para poder atender a los enfermos. Aquellos documentos debían garantizar que se era hijo de «cristianos viejos», nada más lejos de la realidad del murciano.

El doctor no tenía sangre cristiana; pero eso no fue obstáculo para que diera asistencia personal a varios cardenales y a distinguidas familias aristócratas de la época. La Gazeta de Madrid, en 1745, denominaba al galeno murciano como «el médico de los Duques de Medinaceli». A finales del siglo XVII ingresó en el Hospital de Madrid, justificando su cargo de practicante con el grado de bachiller de Medicina por la Universidad de Sigüenza.

Diego Zapata fue en un principio el más firme defensor de la terapéutica clásica, aquella que defendía el uso de remedios vegetales, anclada en los remotos escritos de Galeno e Hipócrates. Pero pronto evolucionó hacia la defensa de ideas revolucionarias que explicaban la enfermedad como un proceso químico que había que combatir con medicamentos químicos. En un bando y otro levantó ampollas entre sus opositores, quienes no dudaban de acusarlo de converso.

Cada vez más cerca de los poderosos, encabezó la fundación de la Real Sociedad de Medicina y Otras Ciencias de Sevilla, la primera academia científica fundada en España por Carlos II y después reconocida por Felipe V. Aún hoy, en la calle de San Isidoro de la capital hispalense se conserva una lápida que anuncia la fundación de la academia de Medicina más antigua del mundo. Al tiempo, sus publicaciones indignaban de igual forma a sus detractores y al Santo Oficio. En una de ellas, 'Disertación médico-teológica', abordó temas tan controvertidos como la gestación humana, adentrándose en consideraciones morales sobre el aborto, la mala praxis de las matronas o el debate sobre la idoneidad del parto por cesárea.

Determinar qué obra enfrentó al médico con la Inquisición sería complicado. A lo largo de su vida confeccionó argumentos de sobra para levantar sospechas, sin contar sus célebres intervenciones en diferentes tertulias madrileñas, siempre con ánimo de polemizar. Curiosamente, los cargos contra su persona se reducían a uno: «Sospecha de judaizar». Después de diversos encontronazos con el Tribunal, fue en 1721 cuando se decretó su detención en Cuenca y su ingreso en prisión.

Constructor de iglesias

El proceso fue terrible. Torturado y obligado a vestir el sambenito, la Inquisición le impuso una pena de 200 azotes y el destierro de Cuenca, de Murcia y de Madrid durante 10 años. De esa época data el inventario que el Santo Oficio realizó de sus bienes. Esta catalogación prueba las grandes riquezas que atesoraba el médico y la legalidad de su procedencia, lo que no impidió que se confiscaran la mitad de ellas. Solo la biblioteca de Zapata contaba con 600 volúmenes.

Pese a la gravedad de la condena, Diego Zapata logró obtener el título oficial del antiguo Real Tribunal del Protomedicato, institución encargada de velar por el recto ejercicio de las profesiones sanitarias. Además, apenas fue liberado regresó a Madrid, incumpliendo la condena de destierro. La protección de los duques de Medinaceli fue determinante para que el murciano no fuera molestado. Su fama no dejaba de crecer. Incluso el Duque de Alba, a las puertas de la muerte en París, mandó llamar a Zapata.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad El médico que burló a la Inquisición

El médico que burló a la Inquisición