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ETA y nosotros
UNA PALABRA TUYA

ETA y nosotros

ANTONIO ARCO

Domingo, 23 de octubre 2011, 15:57

Han sido tantos los golpes y los sustos que teníamos la tentación de olvidarnos pronto de ellos, de los golpes y de los muertos, porque nos pesaban, nos dolían, agobiaban. Pero no nos hemos olvidados de ellos, ¿verdad?, de ninguno de los 829 asesinados por ETA. 26 niños entre ellos, increíble. Nada de confrontación armada, puro terrorismo puro. Anuncian -bienvenido sea- el 'cese definitivo' de la violencia. Vale, que se vayan a hacer gárgaras, pero que no se olviden antes de pedir perdón. De Silvia Martínez, la niña hecha pedazos del cuartel de Santa Pola, ¿se acuerdan? Ella descansa en paz, pero sus seres queridos no han dejado de encontrar tristeza en el aire que respiran. ETA en toda su salsa, perdiendo la cabeza de gusto en su baile de bombas y amenazas colectivas. El verano de 2002 fue caliente y jodido. Por los aires se expandían el odio y los gritos de guerra, y también, aunque más lejos, los trozos quebrantados de la nave 'Contour', en misión científica alrededor del sol. La vida sigue.

Amenazas

Han sido demasiados años, 43, soportando a los verdugos. ETA -los verdugos- y todos nosotros -carne de cañón en sus manos-. Recuerdo una imagen nada de postal, bastante triste: un guardia civil -enhorabuena a todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado- recoge cuidadoso una muñeca depositada en la arena de una playa mediterránea, junto a otros inofensivos objetos de recreo abandonados en manos del destino. Sus dueños han sido desalojados -ETA amenaza, ETA acojona-, la playa está siendo rastreada, la muñeca también es sospechosa, no hay disparate imposible. La playa está ahí al lado.

Viudas

Muertos sin ninguna voluntad de serlo, muertos a traición, por la espalda, por nada, sin aviso, sin causa. Donde quieran que estén los asesinados por ETA, en un glaciar eterno o en la llanura más hermosa del universo, nos acordamos de ellos. Y también de quienes se quedan con el recuerdo de la sangre caída: su gente. Llorar con los que lloran. Eso, lo primero. ¿Se acuerdan de la viuda del subteniente de Infantería Francisco Casanova, acompañada de una amiga, llegar al cuartel militar de Aizoain en donde se instaló la capilla ardiente del marido asesinado? Su amiga la abrazaba, su amiga lloraba también. Estaba más serena la viuda del militar que María Isabel Lasa, ídem del último gobernador civil socialista en Guipúzcua, Juan María Jaúregui, ¿lo recuerdan?, uno de los que apoyó con más fuerza las investigaciones sobre los crímenes de los GAL. Así se lo pagó ETA. Su viuda se abrazaba al féretro de su marido muerto, lloraba sobre él. Qué desconsuelo. Era aún una mujer con mucha vida por delante. Bueno, algo parecido a la vida. Acariciaba sobre el cristal el rostro de su compañero. Colocaron una rosa roja sobre el féretro.

Los hijos, los padres

No olvidarlos nunca, no del todo. Recuerdo los rostros desencajados de los hijos adolescentes de los muertos, y de sus padres ancianos. El dolor superaba a la rabia. No se comprende. Ese llanto ajeno, ¿lo recuerdan?, parecía provocar un extraño sentimiento de júbilo en quienes no condenaban los crímenes. Un extraño sentimiento que no conoce la culpa, que no se plantea la duda. La duda es humana, la duda atormentada del Príncipe Hamlet. Ellos no dudan. Son humanos, pero no dudan. La munición puede acabarse, las lágrimas agotarse, pero de nada habrá servido tanto infierno mientras la certeza continúe. La certeza de que lo negro es blanco, según ellos.

Golosinas

La pesadilla parece llegar a su fin. Muchos no despertarán. ¿Recuerdan a Manuel Indiano, el joven concejal del PP tiroteado en su tienda de golosinas, lugar de peregrinación de niños? Él mismo -por su forma de ganarse la vida no creo que fuese un explotador, ni un peligro social- esperaba un hijo para dentro de dos meses. Les daba igual a los verdugos: los padres, los niños (incluidas 'Las aventuras de Tom Sawyer', que no habrán leído), las golosinas y la vida (que ellos han amargado a sus anchas).

Detenidos

Lo único que me importó algo más de un comino de la puñetera vida del etarra-asesino de Joseba Pagazaurtundua, ¿se acuerdan de él?, detenido por fin en agosto de 2010, no es que le gustase la buena gastronomía, ni mantenerse bien en forma jugando al rugby, sino que tomase café. Porque tomaba café no sólo para redondear una buena comida, sino también justo antes de empezar una cacería humana: apuró el suyo y no dejó que su víctima hiciera lo mismo, porque lo tiroteó antes y se llevó su vida. Menos mal que, gracias al ADN encontrado en la taza que usó el verdugo, al que está claro que matar no le impide tragar, ni saliva ni café, fue detenido por la Ertzaintza muy cerca del lugar del crimen.

Otro día en el que se hizo justicia fue cuando Javier Zaragoza elevó a 72 años de cárcel la petición para el etarra Jon Bienzobas, juzgado por el asesinato, en la mañana de San Valentín de 1996, del ex presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente. Fue un día triste, y alegre; fue un día alegre, y triste. Un día leí su brillante e inmortal artículo 'ETA y nosotros', y pensé: 'Lo van a matar'. Así fue: por valiente, por lúcido, por gran hombre. Lo dijo bien claro y le costó la vida: 'A un lado ETA, al otro todos los demócratas juntos'. Que nadie se olvide hoy de esas palabras: todos los demócratas juntos, como cuando, ¡Dios!, Miguel Ángel Blanco. Lo hemos pasado muy mal, lo hemos tenido muy crudo. Merecemos vivir en paz. Libres.

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