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ANTONIO ARCO
Domingo, 9 de octubre 2011, 13:01
Me da lo mismo que sea usted Ramón Luis Valcárcel o María Dolores de Cospedal -ay, qué picados están estos dos-, un recién exdirectivo millonario perdido de Caixa Galicia -ay, de qué mala leche está logrando ponernos esta gente con sus desmesuras irresponsables-, Santiago Segura, Sebastián Palomo Linares o Marina Danko. Me da lo mismo que sea usted devoto lector del filósofo André Glucksmann, que sea de los que piensan que Juan y Medio y Lolita (Flores) hacían muy buena pareja, o que sea rico o pobre, liberado sindical, el consejero José Ballesta, la 'madre del cordero', el emperador romano Teodosio I o Lady Gaga. Lo mismo da. Aunque usted hable, incluso, la lengua de los ángeles, o sea socio de Greenpeace, o trapecista en un circo ruso, o tenga toda su fe puesta en Ana Botella, o no sepa qué hacer con el dinero que no declara a Hacienda, o tenga los mejores suegros del Universo, se lo digo claramente: si usted no bailó una rumba o una sevillana o algo con la duquesa de Alba, doña Cayetana Filtz-James Stuart y ahora santa esposa flamenca de don Alfonso Díez, funcionario de la Seguridad Social que donde pone el ojo pone la bala y logra pasar a mucha mejor vida aristocrática, el día de su tercera histórica boda en Sevilla, usted no es nadie. Nadie. Porque la duquesa de Alba, a quien había que declarar Patrimonio de la Humanidad porque es en sí misma -en lo que queda de ella- toda una lección práctica de envidiable libertad, bailó a sus 85 años, clavados sobre su señorial e inquieto esqueleto, prácticamente con todo bicho viviente, que llevara traje, que se le puso por delante. Se casó con quien le dio la gana, vestida o algo así como le dio la gana por Vitorio & Lucchino -¿es que no piensan jubilarse nunca?-, y bailó o algo así también con quien le dio la gana, y no se cayó desmayada al suelo, descalza y dueña por completo de su destino y de sus esparadrapos, de sus aciertos y de sus errores, porque su adorado Cristo de los Gitanos no quiso. Bailó en plena calle con Curro Romero, bailó con Francisco Rivera Ordóñez, bailó con el lucero del alba, no bailó con usted y conmigo porque no estábamos invitados al enlace -mezcla de Corín Tellado y Valle-Inclán-, y bailó con su 'joven' esposo de 60 años más contenta -con perdón- que una mona.
Bailó también con el ya nada tonto de baba duque -por más que a sus hijos les hierva la sangre y la mala uva-, pero no se besó con él en público. Faltó un beso de amor, un beso de urgencia, otoñal, extraño, que era lo más esperado de todo. Han dejado la pasión para la alcoba de palacio, se han negado a ser públicamente todavía más carnaza cutre-rosa de un país al que se le está descolgando el cerebro. No han querido ser, vía beso morboso y ceniciento, una versión, destinada a un consumo masivo y ávido de cotilleo, una versión de Pepe Blanco y Carmen Morell cantando 'Me debes un beso', o de Casillas y Carbonero muy desmejorados.
Se ha dado otro baño de libertad rabiosa y enamorada, porque se lo puede permitir y porque ella lo vale -¡nena, tú vales mucho!, dicho con todo respeto-, la duquesa de Alba más pintoresca de la historia. Algo totalmente envidiable, a una edad que lamentablemente ya tampoco da mucho de sí, y en un país del que si nos dejamos llevar por una pizca de pesimismo también podríamos llegar a decir, y no deberíamos, lo mismo: que tampoco parece ya dar mucho de sí. Mientras hasta la contaminación peligrosa para la salud se dispara en las principales ciudades, y la moda nefasta del 'toma el dinero y corre' se ha extendido como otra plaga bíblica caída sobre todos nosotros y nuestro acojono, la rica Cayetana sigue empeñada en parecer un personaje disparatado, refrescante y saludable salido del musical 'Hair'. Ella sí que parece vivir eternamente en la era de Acuario.
Antonio 'el bailarín' le enseñó a mover su cuerpo serrano -de momento ha dejado aparcada casi milagrosamente la silla de ruedas-, y Zuloaga la retrató siendo una niña a lomos de un poni. Siempre tuvo una idea clara, que viviría como le diese la gana, y de ese burro no se baja ni a tiros del 23-F. Ya está algo mayor para convertirse, tras Ursula Andress, Helle Berry y otras, en 'chica Bond', y tampoco parece que esté en condiciones de rodar, con permiso de Angelina Jolie, otra entrega de Lara Croft, pero se aprendió muy bien desde hace... siglos que la vida es puro teatro y sigue siendo la principal protagonista de su literaria historia de cuento y albero, donde ella brilla con ese aire suyo entre Bob Esponja y la compañera de cama del león de la Metro-Goldwyn-Mayer.
Que el dinero y el haber tenido trato familiar con Goya no garantiza la elegancia en el vestir lo dejó ya claro la recién casada hace ya una legión de inviernos, cuando por entonces lo que aún brillaba sobre su cabeza era pelo. Pero eso es lo de menos en el caminar por la vida de una mujer que, aunque a veces mejor hubiera sido que imitara en su modo de vestir a su antepasada la 'Maja desnuda', se sigue proponiendo cada día disfrutar de la vida.
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