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Domingo, 12 de junio 2011, 02:41
La euforia de Bildu, después de haber conseguido la izquierda 'abertzale' una instalación sin precedentes en el País Vasco y de haberse impuesto en muchas corporaciones locales, da miedo, y no por la pusilanimidad de las demás fuerzas sino porque, a fin de cuentas, ETA sigue viva, con su capacidad de matar y de estragar intacta, y sin que haya signos claros de que la organización terrorista esté dispuesta a entregar las armas y disolverse. Los espectaculares resultados el 22-M de Bildu, que fue primera fuerza en Guipúzcoa, se han amplificado por la complicidad del PNV, que ha llevado a Juan Carlos Izagirre a la alcaldía de Donostia, una ciudad moderna y europea que difícilmente se adaptará a la mística rural y utópica de los epígonos de Batasuna. Pero, además, PNV y Bildu se han intercambiado apoyos para arrebatar a los socialistas las alcaldías de Lasarte-Oria (Guipúzcoa) y Trapagarán (Vizcaya). Hay una concertación nacionalista en marcha. El alcalde Izagirre ha apelado al fin de la violencia, ha hecho guiños para reclamar la libertad de los presos etarras y ha pasado de puntillas junto a las víctimas. Este es su talante, ante el cual las fuerzas políticas y los tribunales, que han jugado la dudosa carta de la legalización de Bildu, deben mantenerse ojo avizor.
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