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PEDRO SOLER
Domingo, 3 de abril 2011, 13:22
Fue el 1 de febrero de 1984, cuando el Teatro Circo cerraba sus puertas, por la crisis que afectaba a las salas de cine, y provocó el despido de sus veintinueve empleados. Un comentario del crítico de cine de 'La Verdad', Antonio Crespo, finalizaba diciendo: «Ojalá se salve al menos el edificio del Teatro Circo, sin alterar demasiado su curiosa decoración. Porque ha venido a ser un monumento al cine mismo». Tras los servicios que prestaría posteriormente, quedó en el mayor abandono y con increíbles destrozos. El interés del Ayuntamiento ha logrado su brillante recuperación.
Las obras del Teatro Circo de Villar se iniciaron el 5 de noviembre de 1889. Proyecto de la Cooperativa de Empleados -impulsora de la Plaza de Toros-, fue un empeño definitivo de Enrique Villar Bas, miembro de la entidad -que se iría al traste- y depositario del Ayuntamiento. El arquitecto fue Justo Millán, nacido en Hellín, pero quien dejó en la provincia de Murcia innumerables muestras -plazas de toros, teatros, iglesias, edificios - de su categoría profesional.
La inauguración se celebró el 5 de noviembre de 1892, «por la compañía ecuestre, gimnástica, cómica, mímica y musical de D. Gil Vicente Alegría, que dirige Dña. Micaela R. de Alegría». Sólo se había autorizado el funcionamiento como circo, porque el escenario todavía estaba sin tablado y sin las necesarias decoraciones. El 15 de octubre de 1893 inició su trayectoria como teatro, con la representación de un obrita, en homenaje a Enrique Villar, y la zarzuela 'Marina'. El 5 de diciembre de 1896 se publicaba una información en la que se leía: «la próxima semana se presentará en el Teatro Circo el cinematógrafo, o sea la fotografía con vida». Aquel novedoso «cinematógrafo non-plus-ultra» se inauguró el día 7, con la presentación de una película con vistas de España, Portugal, Francia , un mercado de Marsella o la plaza de la república en París, entre otros temas. Definitivamente, será el 17 de febrero de 1906, cuando el ingeniero Antonio Manresa -quien había estado trabajado en el Teatro Principal de Valencia- lo presente como «un cinematógrafo, el mejor de los que ahora funcionan en España». Pasados los años, acontecimiento excepcional fue, sin duda, la proyección, el 28 de mayo de 1927, de la película sobre la coronación de la Virgen de la Fuensanta, realizada por Luis Baleriola. Tres años después, concretamente el 15 de mayo de 1930, el Teatro Circo ofreció, por primera vez en Murcia, el cine sonoro, con 'El loro cantor', una película del 'famosísimo Al Johnson'.
Otra novedad insólita en la historia del Teatro Circo fue la celebración, el 2 de abril de 1899, de una auténtica corrida de toros. Con reses de Aleas, participaron los diestros Rafael Bejarano ('Torerito'), Antonio Escobar ('Boto') y Miguel Báez ('Litri'). «La concurrencia fue poco numerosa, con grave daño de los intereses del sr. Villar que había preparado, con los más plausibles deseos, una fiesta que ofreciera al público los alicientes de la novedad».
Pero, al margen de cine y toros, en el Teatro Circo se celebraron otros acontecimientos importantísimos para la ciudad de Murcia. En su local se presentaron sociedades dedicadas a la creación de orfeones, enseñanza de solfeo, gimnasia y esgrima y muy distintas celebraciones. El 14 de noviembre de 1901, se presentó el Orfeón Murciano, fundado por el maestro Antonio Ramírez. El 27 de enero de 1903, se celebró la reunión para la fundación de la Caja Popular de Ahorros y Monte de Piedad, igual que, en septiembre de 1924, se fundaría la Federación Murciana de Fútbol, o, en 1926, se iniciaron los combates de boxeo, porque el entrenador de Paulino Uzcudun, «desafía a todos los boxeadores de esta localidad españoles y extranjeros». Como acontecimientos también podrían catalogarse que fuese el local donde se celebraron el primer Campeonato de Esgrima de España, en 1900, y el primer concierto en Murcia de la Orquesta Sinfónica de Madrid, en 1934.
En el Teatro Circo fueron homenajeados los maestros de la zarzuela Ruperto Chapí y Fernández Caballero. Por su escenario desfilaron políticos de muy distinta ideología: Canalejas, en 1902; Lerroux, en 1910; Onésimo Redondo en 1935; en 1936, Gil Robles y Dolores Ibarruri (Pasionaria), quien fue recibida por «un enorme gentío y con desbordante entusiasmo»; Blas Piñar, en 1977, o Nemesio Fernández Cuesta, en 1979 Y, como artistas de primera fila y variopinta programación, La Fornarina, «la bella cupletista que revolucionó el Teatro Circo»; La Cachavera, La Argentinita, Raquel Meller, Pastora Imperio, Niña de los Peines, Angelillo, Pepe Pinto, Niño de Marchena, Niña de la Puebla ; y, punto y aparte, el tenor Miguel Fleta: «¡Ahí es nada! ¡Fleta en el Circo!», escribía Martínez Tornel.
El Teatro Circo también vivió momentos de duda y de pánico. Aquellos, en 1904, cuando algunos concejales pidieron su conversión en matadero municipal; estos, en junio de 1906, cuando se produjo el incendio de las cintas y del aparato proyector, instalado entre el público. Por supuesto, «el susto fue tremendo y la confusión, extraordinaria». Algo similar sucedió el 4 de octubre de 1923: «A la voz de ¡fuego!, parte del público se levantó súbitamente, precipitándose a las puertas para ganar la calle, presa de enorme pánico». Un cigarrillo, arrojado desde la localidad general, prendió un saco que se hallaba en un terrado. El humo que entró por una ventana sembró el pánico.
Y es que el Teatro Circo, además de ser 'Palacio de la Cinematografía', ofrece una apasionante historia en sus más variados aspectos.
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