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MANUEL MADRID
Miércoles, 29 de diciembre 2010, 12:44
Desde hace 15 años, María Dolores Caro, una antigua voluntaria de Jesús Abandonado, abona un sueño: la Asociación Abeto, que cada Navidad reparte mantas y pastillas de turrón a gente anónima que, en muchos casos, duerme en soportales, mendiga en la calle o sobrevive de la caridad. El resto del año, María Dolores se interesa por los indigentes, se acerca a su entorno y les infunde ánimos. «Es un rayo de esperanza, todos tenemos derecho a un techo», reivindica.
En uno de los recovecos del pabellón Príncipe de Asturias tiene su refugio Konstantin, un aparcacoches rumano de 51 años que sólo tiene miedo de Dios. Vive en la calle desde hace tres años. «Todo el mundo me respeta, conozco a todos los policías que van a hacer deporte y me ayuda mucha gente de la Biblioteca Regional y del Mercadona», se enorgullece mientras espera que se forme la cola. Lleva el número 77 y una cerveza. «Sólo bebo cuando me la regalan». En Rumanía trabajó de camarero y cocinero; se divorció en el 88, tiene dos hijas, una en su país y otra en Inglaterra, y tras una tormentosa relación amorosa en Málaga, por la que le impusieron una orden de alejamiento, llegó a Murcia. «Yo vivo en la calle, pero me gusta estar limpio. La gente me dice que cómo lo hago. Esta mañana, por ejemplo, he ido a La Huertecica, me he duchado, me he afeitado y lavado la ropa. Y así estoy bien. Voy a comer y a cenar algunos días a Jesús Abandonado, y no necesito nada más. Así vivo bien», asegura Konstantin, quien dispone incluso de teléfono móvil. «Mis hijas no saben por lo que estoy pasando, les digo que vivo en un piso, que trabajo dos o tres días a la semana. Soy muy orgulloso y no quiero que me ayuden. Tampoco volveré a Rumanía. Con lo que gano sobrevivo».
Con el megáfono, María Dolores se enfurece y eleva incluso el tono. «El murciano es acogedor y la gente pasa mucho frío», predica a las puertas del Ayuntamiento, donde una señora bien vestida le da la razón. Paquita tiene cuatro hijos, se ha divorciado dos veces y hace apenas un año volvió a Murcia tras vivir varios años en Teruel. Gracias a una hermana, que le paga los 160 euros del alquiler de la habitación del piso que comparte con una pareja de bolivianos, Paquita respira.
«Ya he pedido perdón»
«No tengo contacto con mis hijos mayores, mi segundo marido me maltrató, me lo quitó todo y no quiere saber nada de mi hijo pequeño, que está en un centro de acogida y gracias a Dios se está haciendo un hombre. Voy a verlo cada jueves y cuando salga viviremos juntos. He corrido mucho en la vida y estoy en tratamiento psiquiátrico. Es muy duro a veces no tener a nadie con quien desahogarme». Paquita sólo quiere trabajar. «Tengo 55 años, y soy una mujer muy positiva. Estoy esperando a que me concedan una ayuda y no quiero volver a perder la cabeza y tirarme a los tranquilizantes. He pedido perdón por cosas que no he hecho bien, me he confesado y sólo quiero salir adelante y vivir decentemente».
En apenas media hora, María Dolores ha repartido cerca de ciento cincuenta mantas. A los cien primeros con número. Ahora ahorrará todo el año para no fallar en 2011.
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