Borrar
CON TACONES Y A LA CALLE

Quiero tentar a la suerte

«A mí no me gusta que el vendedor me dé el primero que pille, nooo. Con esto me pasa igual que con los hombres: yo prefiero ser la que elige, aunque luego me deje conquistar»

MAR & CLEO mar.cleo@yahoo.es

Domingo, 19 de diciembre 2010, 04:35

Esta mañana he salido a la calle envuelta en mi bufanda, con mi inseparable plumas y unos tremendos guantes de lana que casi no me dejan rebuscar en el bolso ni cerrar los dedos. Llevo el frío de toda la semana metido en el cuerpo, pero tengo que ir a su encuentro. Voy a capturar a la diosa de la fortuna. Sólo la quiero para recordarle que ya está bien, que ya va siendo hora de que se acuerde de una puñetera vez de mí. Con lo fácil que sería que la buena mujer posara sus alas sobre mis hombros y utilizara sus poderes paranormales y me soplara al oído, en un descuido, el dichoso numerito que va a salir del bombo de Navidad.

«No seas tan frívola, que hay cosas más importantes», me digo mientras rastreo cada esquina de la ciudad. Pero de nuevo me entra la fiebre del oro, ¿frívola yo? ¿Pero qué tiene de malo soñar que me va a tocar la Lotería de Navidad?

La noche anterior al sorteo me la pienso pasar arreglándome la melena y escogiendo con mucho cuidado la ropa que me voy a poner, porque me conozco y luego me veo saliendo en la tele, en medio de tanta euforia y con los pelos sin arreglar. Además estoy deseando ver a los banqueros haciéndome la pelota. Ja, ja&hellip sólo de pensarlo me entra gustirrinín.

Esa mañana voy a pegar la oreja a la radio, fíjate cómo será que hasta pienso desconectar el móvil, no vaya a ser que justo en el preciso momento en el que cantan mi número, suene inoportunamente y, para variar, me pierdo las mejores por estar de cháchara.

Pero la suerte no viene así de cualquier modo, no. La suerte hay que saberla buscar, porque claro, no es lo mismo ir a comprar el décimo desganada y pensando: «Total, si seguro que no me toca», que ir al puesto y tener clarísimo que, el que vas a comprar, será el número premiado. Como decía aquel: «Siemprrre negativo, nunca positivooo».

A mí no me gusta que el vendedor me dé el primero que pille, nooo. Con esto me pasa igual que con los hombres, yo prefiero ser la que elige, aunque luego me deje conquistar. Además, si nadie lo ha comprado aún por algo será ¿no? Lo que hago es que me concentro, miro los números fijamente, muy despacio, uno a uno, como si estuviera ante un escaparate de la Quinta Avenida. Entonces espero pacientemente hasta que de pronto uno dice mi nombre, o me susurra: «Quédate conmigo».

-A ver&hellip15425. Uy no, que éste tiene muy mala rima. Los terminados en 8, pues como que tampoco me gustan cómo riman.

-A este paso me vas a espantar la clientela- me dice el muchacho algo mosqueado.

-¿Tú te crees que con un asunto tan serio se puede andar con prisas? ¡Y además, fíjate bien en mi cara, porque estás hablando con una futura millonaria!

El ritual cuontinúa tomándome unas cervezas con la diosa fortuna en la mismísima Plaza de las Flores, sé que la suerte me va a sonreír. Guardo el número en mi caja secreta, no sin antes haberlo pasado por la barriguita de una embarazada y por la cabeza de un calvo.

-Otra vez me toca a mí&hellip ¿es que no conoces otro calvo, que todos los años me tienes que sacar brillo?- me dice ese cuñado falto de cabellera que todos tenemos.

-¿A que si me toca no vas a protestar cuando te dé un pellizquito por ser mi amuleto?

-¿A que si te toca no te vas a acordar ni de tu padre?- me contesta la mar de guasón.

Muchas veces he imaginado lo que haría si fuera millonaria, pero como nunca lo he sido, pues cambio de tercio y empiezo a pensar en lo que me podría perder si ya no tuviera que preocuparme por el dinero. Y de pronto me doy cuenta de que hay demasiadas cosas, por muy millonetis que fuera, que jamás cambiaría. Como el caldo con pelotas de mi madre por un restaurante de lujo, como la compañía de una amiga por salir de compras con la Preysler, y desde luego, nuestros paseos en coche mientras me acaricias con dulzura la pierna, por pasearme solita en un descapotable recién traído de Italia.

Quiero tentar a la suerte, aunque sólo sea para darme un poco de gusto al cuerpo. Llegará el día que me compraré unos Manolos, que les tengo unas ganas… quizá consiga dar la vuelta al mundo por hoteles de superlujo; puede que sea capaz de ir de compras sin mirar los precios como Julia Roberts en 'Pretty Woman'&hellip Pero siempre tendré presente lo poco que vale todo, si sólo lo puedo conseguir con dinero.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Quiero tentar a la suerte