Un paciente se prepara para someterse a un TAC, la semana pasada en La Arrixaca. :: J. LÓPEZ
REGIÓN MURCIA

Resonancias y TAC se multiplican

El aumento de pruebas diagnósticas es imparable; los expertos denuncian un «abuso»

JAVIER PÉREZ PARRA jpparra@laverdad.es

Lunes, 7 de junio 2010, 09:26

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Cualquier médico de la Región, especialmente si trabaja en Urgencias, ha visto alguna vez la cara de desconfianza de un paciente al que ha diagnosticado su enfermedad con una sencilla exploración sin necesidad de una radiografía, un TAC o una resonancia. En muchos casos, la falta de confianza se convierte directamente en exigencia de una prueba para que la sacrosanta tecnología dé su veredicto. En otros, es el propio médico el que firma el volante sin necesidad de presión, para curarse en salud. El presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, Máximo Poza, abrió la semana pasada un debate que permanecía larvado y que preocupa a muchos profesionales y también a los gestores de la sanidad pública. «La mitad del gasto sanitario» en este tipo de tests tecnológicos «es superfluo», denunció Poza sin ambages.

Sólo en La Arrixaca se realizan diariamente, de media, 898 radiografías, 90 TAC convencionales, 18 resonancias y 211 ecografías. El diagnóstico de Poza es contundente: «Se hacen centenares de pruebas inútiles», fruto de las «excesivas expectativas de los pacientes» y de la «medicina defensiva» que aplican muchos facultativos para evitar acusaciones de negligencia.

Las declaraciones del presidente de la Real Academia de Medicina han sido ampliamente comentadas en los hospitales y centros de salud. Aunque muchos creen que sus cálculos son algo exagerados, admiten la pertinencia del debate. «El doctor Poza lleva parte de razón -reflexiona Manuel Molina Boix, jefe del servicio de Medicina Interna de La Arrixaca-; no sé si puede hablarse de abuso, pero quizá sí de exceso. Muchos pacientes, y también algunos médicos, no se quedan tranquilos si no se hacen todas las pruebas posibles, estén o no justificadas». La tecnología se ha convertido casi en un dios infalible frente a los fallos humanos. Pero Molina Boix recuerda que también las máquinas «tienen margen de error».

La adoración por la técnica no es algo exclusivo del sistema sanitario. Es algo propio de nuestra época, y tiene su traducción en las consultas. Nadie duda de que la Medicina Nuclear y la Radiología han supuesto un salto enorme, vital para el diagnóstico precoz de muchas enfermedades. Pero algunas voces empiezan a pedir racionalidad en su uso, y recuerdan que la sanidad pública gasta ingentes cantidades de dinero en adquirir la ultimísima tecnología del mercado mientras continúan las listas de espera y los fallos en lo más básico: la Atención Primaria.

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Para Máximo Poza, muchos de estos gastos corresponden en realidad a «caprichos». Defiende que lo fundamental es «recuperar el contacto con el paciente y dedicar tiempo a elaborar la historia clínica». Asegura que «un estudio realizado en Estados Unidos demostró que los médicos que dedicaban diez minutos a sus pacientes sufrían más demandas que quienes destinaban veinte».

Pero algunos enfermos no se quedan tranquilos por mucho que su médico les dedique tiempo. «Muchas veces un paciente pide directamente una resonancia cuando sufre, por ejemplo, un dolor lumbar. Hay que explicarle que las cosas no se hacen así, que primero hay que estudiarle con una radiografía, y que después si es necesario se pasará a una segunda prueba», explica Molina Boix.

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Casi un 60% más

Éste es de hecho el protocolo básico ante cualquier diagnóstico. Hay que empezar por lo más básico, para llegar en última instancia a la prueba más compleja, que suele ser también la que más riesgos supone para el paciente. Porque no hay que olvidar que cuando a alguien se le somete a una resonancia magnética, un TAC o, simplemente una radiografía, está recibiendo radiaciones. «Este tipo de pruebas no se pueden hacer al 'tun-tun'», advierte Manuel Reus, jefe del servicio de Radiología de La Arrixaca. «Hay que hacerlas cuando están realmente indicadas, y de forma racional. La reflexión del doctor Poza es oportuna. Algunas veces se abusa de estas tecnologías, aunque cada vez menos porque su uso está ahora más protocolizado», subraya.

Los datos del Servicio Murciano de Salud dejan claro que el número de pruebas diagnósticas sigue en aumento. Llama la atención el incremento en casi un 60% de las resonancias. En 2008 se realizaron 48.388 en toda la Región. En 2009 se llegó a 76.739. Roque Martínez, subdirector general de Asistencia Especializada, achaca este incremento, entre otros factores, a que precisamente desde el año pasado los médicos de familia de varias áreas de salud pueden solicitar este tipo de pruebas, antes reservadas en exclusiva a los hospitales. Además, en los últimos años se han ampliado las indicaciones de esta tecnología. Se usan para estudiar a pacientes con enfermedades cerebrovasculares, neurodegenerativas y tumores, fundamentalmente.

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El Servicio Murciano de Salud confía en que este año el crecimiento en resonancias magnéticas será menor, porque ya no se notará el impacto de la ampliación a la Atención Primaria. De hecho, entre enero y abril el incremento es del 20%, casi cuarenta puntos menos. Pero en 2009 también aumentó el número de prácticamente el resto de pruebas. Así, se realizaron 101.029 TAC (un 10,4% más que el año anterior), y 19.987 colonoscopias, lo que supone una subida del 10,3% que se justifica en la extensión del programa de diagnóstico precoz de cáncer de colon, que se está implantando de forma paulatina en toda la Región.

Se redujeron, eso sí, las gastroscopias. Casi un 2%. Mientras, la radiología convencional se mantiene estable, con un aumento de cerca de un 2,4%.

¿Cuánto cuesta todo esto a la sanidad pública? En realidad, no se sabe. El Servicio Murciano de Salud carece de indicadores que permitan medir este desembolso. «No disponemos de ese dato -admite Andrés Carrillo, director de Régimen Económico- porque habría que sumar el coste de, por ejemplo, la placa si hablamos de una radiografía, el mantenimiento del aparato y el personal contratado para utilizarlo». Pueden ser indicativos, sin embargo, los precios que cobran los hospitales concertados a la sanidad pública por estas pruebas.

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Por ejemplo, 46 euros un TAC simple y 110, una resonancia sencilla. Una radiografía convencional cuesta 6 euros, y una ecografía 36. El año pasado el Servicio Murciano de Salud pagó 14 millones de euros por todos estos conceptos a los centros con los que mantiene concierto.

Por duplicado

Resulta imposible determinar qué porcentaje de pruebas puede ser más o menos «superfluo», utilizando la terminología de Poza. Hay coincidencia en que uno de los principales problemas es el de la «duplicidad». Es decir, cuando el médico de familia solicita una prueba determinada y el especialista vuelve después a realizarla. «Es una situación que se produce a veces -admite Roque Martínez, subdirector de Asistencia Especializada-, pero estamos reduciendo el problema con la digitalización del sistema sanitario. Los médicos que traten a un mismo paciente podrán entrar en su historia clínica y accederán a través de su ordenador a todas las pruebas de imagen que se le hayan realizado. Eso evitará las repeticiones».

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Los médicos de familia también apuntan a las duplicaciones como el principal problema. El presidente de la Sociedad Murciana de Medicina Familiar y Comunitaria (Smumfyc), Juan de Dios González, cree de hecho que es el único factor que incrementa innecesariamente el gasto tecnológico. El representante de los facultativos de Atención Primaria es el único en desmarcarse abiertamente de Máximo Poza. «No creo que haya pruebas superfluas. Cuando un médico solicita una es porque es necesaria. El problema es que algunos especialistas recelan de que ahora se nos permita hacer uso de estas tecnologías, pero nada más».

Insiste en que «si se pide algo es porque hay una sospecha, no por probar». Cree además que detrás de las palabras de Poza hay un rechazo poco fundamentado contra las nuevas tecnologías. «La Real Academia de Medicina vive en otro mundo», sentencia. Otros colegas sí creen, sin embargo, que existen factores que empujan a un uso excesivo. No sólo se trata de una medicina defensiva o de las exigencias de los propios pacientes. «Influye la propia formación de los médicos, la costumbre», señala Antonio Sánchez, digestivo de La Arrixaca.

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El debate está abierto y, en tiempos de recortes, hay quien sospecha que la Administración puede llegar con la tijera. Si no imponiendo restricciones, sí al menos incentivando de alguna manera a los profesionales que limiten su uso. Pero el director de Asistencia Especializada, Roque Martínez, lo descarta: «Sería coartar la autonomía del profesional. Eso está por encima de todo».

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