Treinta años de la primeras cirugías en el Morales Meseguer: «Nos dieron helados y mucho cariño»
LA VERDAD reúne a las tres primeras pacientes intervenidas en el hospital, que entonces tenían entre 4 y 6 años, para recordar la puesta en marcha de la actividad quirúrgica en este centro en junio de 1993
Estefanía, Nazaret y Abigail apenas recuerdan aquel quirófano del Morales Meseguer al que entraron hace ahora 30 años para ser sometidas a una adenoidectomía (extirpación ... de vegetaciones). Estrenaban las instalaciones del nuevo hospital, que abrió gradualmente sus puertas a lo largo de 1993, pero de lo que ellas se acuerdan no es de la importancia que para los adultos tenía ese momento, sino del festín a base de helados y natillas que se dieron después de pasar el mal trago.
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«Yo tenía 4 años, así que guardo muy pocos recuerdos. No fue nada traumático, nos lo presentaron todo como si fuera un juego y nos atiborramos a helado», cuenta Nazaret Muñoz, que ahora tiene 34 años y trabaja como tatuadora. «Fue divertido, estuvimos jugando, saltando entre las camas», apunta Abigail Castaño, dependienta de un comercio y vecina de La Ñora. «Nos dieron de todo, un montón de dulce y mucho cariño», coincide Estefanía Illán, trabajadora de la limpieza de 36 años.
Las tres niñas no se conocían de nada cuando llegaron al Morales Meseguer aquella mañana del 2 de junio de 1993. Solo tenían en común al otorrino que iba a intervenirlas: Salvador Escobar, un profesional de larga trayectoria que tuvo la responsabilidad de dar el pistoletazo de salida a la cirugía ambulatoria en el hospital después de que fallasen por problemas logísticos los planes iniciales, que pasaban por comenzar la actividad con intervenciones de Oftalmología.
Las tres pacientes fueron intervenidas ese día junto a otro niño, de 9 años, y una mujer adulta. A las pocas horas de la operación salieron del hospital y nunca más volvieron a verse, o a tener noticias las unas de las otras. Hasta que hace unas semanas recibieron la llamada de Carlos Escobar, un hijo de Salvador Escobar que siguió los pasos de su padre y ejerce como otorrino en el Morales Meseguer. Fue él quien tuvo la idea de reunir a aquellas niñas, hoy treintañeras, para recordar la efeméride. Lo consiguió, y esta semana Estefanía, Abigail y Nazaret han vuelto a comer helado en el Morales Meseguer, treinta años después. Junto a ellas, las enfermeras Consuelo Pérez, que aquel día de junio de 1993 estuvo en el quirófano, y Elisa Sánchez, viuda de Salvador y compañera del otorrino en su consulta privada durante décadas.
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«Teníamos mucha ilusión»
«Yo trabajaba en el Infantil de La Arrixaca, y a principios de 1993 me trasladé al Morales Meseguer, con María José Arroyo como jefa de enfermeras», relata Consuelo Pérez. «Al principio éramos solo seis enfermeras. El proceso de apertura fue muy largo; faltaban muchas cosas, pero trabajábamos con mucha ilusión», recuerda. Consuelo se jubiló hace seis años, después de tres décadas dedicadas al Morales Meseguer y a sus pacientes. «Tengo muchos recuerdos, y muy bonitos. Sobre todo, de la unión y el cariño con que trabajábamos. Entre los médicos y los enfermeros no había clases, éramos todos un grupo de gente que trabajaba con gusto, codo a codo, y eso era lo importante», destaca.
Carlos Escobar también pertenece a la generación de profesionales que, junto con su padre, inauguraron el hospital. En abril de 1993 se abrieron algunas consultas externas, y progresivamente fueron poniéndose en marcha servicios y quirófanos. «Los primeros médicos de plantilla nos incorporamos en noviembre. Mi padre venía del centro de especialidades de San Andrés. Lo buscaron para la intervención porque tenía experiencia en niños», explica. Salvador Escobar era otorrino, pero también pediatra. Esta fue de hecho su primera especialidad, a la que se dedicó durante años en Marruecos. En los años 70 volvió a España, pero no para ejercer en su Málaga natal, sino en Murcia. Decenas de niños pasaron por su consulta. Entre ellos, Estefanía, Nazaret y Abigail.
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«Me acuerdo de él porque no solo me operó de vegetaciones ese día; antes me había intervenido de anginas. Cuando iba a la consulta me trataba muy bien, era un hombre muy amable», recuerda Nazaret Muñoz.
Las tres niñas, ahora ya adultas, aprovechan el encuentro para ponerse al día mientras disfrutan de un helado de chocolate que las retrotrae treinta años atrás. Nazaret vive con su chico «y una gatita», y se dedica a un campo que le apasiona: los tatuajes. Estefanía tiene una hija que corretea por el auditorio del Morales Meseguer, como su madre hacía el día en que tenían que operarla. También Abigail tiene un hijo, de 5 años, al que «posiblemente haya que operar de vegetaciones», avisa. Tiene claro cómo encarar la situación: «Le daré helado y natillas, por supuesto».
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«Había prisa por las elecciones»
Hace treinta años había, como ahora, unas elecciones a la vista. Eso contribuyó a acelerar la puesta en marcha de la actividad quirúrgica en el Morales Meseguer, explica el otorrino Carlos Escobar. «Había prisa por llevar a cabo la primera intervención antes de la cita electoral. En principio, iba a ser una cirugía de cataratas, pero no se pudo coordinar a los oftalmólogos y buscaron a mi padre», recuerda. Así fue cómo Otorrino se convirtió en la especialidad que finalmente inauguró la cirugía ambulatoria en el Morales. El hospital contaba ya con algunas enfermeras, pero al anestesista hubo que traerlo de La Arrixaca.
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