«Cuando supe que era trans, creí que iba a morir»
Al final, fue una película la que ayudó a Félix a reconocerse como un chico, aunque tuviera cuerpo de mujer
Con apenas 14 años, Félix se reconocía como una persona bisexual «porque no llegaba a entender del todo qué me pasaba. Y la verdad es que me costó reconocerme porque la visibilidad trans era cero y pensaba que yo no era normal. Lo cierto es que en aquella época caí en depresión y no me acuerdo de mucho, porque creo que mi mente ha borrado parte de aquello para no recordar lo mal que lo pasé». Al final, fue una película la que ayudó a Félix a reconocerse como un chico, aunque tuviera cuerpo de mujer.
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-¿Recuerda cuál fue?
-Boys don't cry', basada en la historia real de Brandon Teena. Cuando la vi, se me abrió un mundo, porque yo era igual que el protagonista. Pero de pronto me creí que me iba a morir por ser como soy, igual que le pasó a él. Es muy triste no tener referentes transexuales y que, lo poco que hay sobre el tema, sea negativo.
A partir de aquel momento, Félix no tardó mucho en contárselo a su madre: «Le dejé un vídeo que hablaba del tema, le pedí que lo viera y me fui a dar un paseo. Y ya al volver, le dije que eso era lo que me pasaba a mí», recuerda con una sonrisa idéntica a la de Encarna, su madre. Entonces ella toma la palabra: «A mí me costó mucho entenderlo, porque no tenía información al respecto. Además, está muy feo decirlo, pero me daba vergüenza, porque la gente me iba a pedir explicaciones por la calle y yo odio que los demás se metan en mi vida». A Félix le resulta inevitable explicarlo a su modo, con la ironía activista que tanto le caracteriza: «Dicen que, cuando tú sales del armario, son tus padres los que entran, porque ellos también necesitan su tiempo para asimilarlo y hay que tener mucha paciencia. Pues a mis padres les pasó justo eso».
Justo eso, pero con mucho más dolor del que él puede llegar a imaginar: «De pronto, todo lo que habías pensado se te desmonta, las ideas que tenías no valen de nada y lo único que quieres es evitarle sufrimiento a tu hijo, que esté bien, que sea feliz, y no quieres pensar en todo lo que le queda por delante... Vivirlo como madre es muy complicado», reconoce ella con voz amarga. A su lado, su hijo menor y hermano de Félix observa la escena sin articular palabra. «Él tenía unos cinco años cuando le dijimos que su hermana, a partir de ese momento, iba a ser un hermano. Y no le hizo falta más». El lenguaje corporal del pequeño irradia una madurez prematura tan noble e inocente como sus nueve años de edad.
-¿Y a ti, qué te ha enseñado todo esto que ha vivido tu hermano?
-Que hay que aprender a quererse tal cual eres y que no importa lo que los demás piensen de ti, porque siempre habrá gente que te apoye.
Un ambiente mágico se crea en la estancia tras la frase. El rostro de Encarna se reviste de orgullo y el de Félix acoge un halo de paz y satisfacción ya reconocibles para él.
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-Félix, ¿no siente que todo lo que ha pasado merece la pena al escuchar a su hermano hablar así?
-Sí. Sin duda alguna. Claro que sí.
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