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María Trinidad Herrero, en el Instituto de Investigación en Envejecimiento, que dirige. Nacho García / AGM
María Trinidad Herrero: «Una persona que está sola envejece mucho antes»

María Trinidad Herrero: «Una persona que está sola envejece mucho antes»

«La soledad en los ancianos es una plaga, una epidemia», lamenta la primera mujer en presidir la bicentenaria Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia

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Domingo, 23 de diciembre 2018, 19:25

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De niña, María Trinidad Herrero (Calahorra, La Rioja, 1961) se resistía a rendirse de nuevo al sueño, cuando despertaba de madrugada, para no olvidar aquellas imágenes sin aparente sentido que hasta hacía un instante habían poblado de forma caótica su mente. ¿De dónde venía todo aquello? Su curiosidad le llevó a la Facultad de Medicina, en la Universidad de Navarra. Desde entonces, fue labrando un impresionante currículo en el que cabe de todo, desde su formación en Cambridge y París a una licenciatura en Periodismo. Catedrática del departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la Universidad de Murcia, dirige el potente Instituto Universitario de Investigación en Envejecimiento (IUIE). Desde la semana pasada, esta declarada feminista es, además, la primera mujer en presidir la bicentenaria Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia.

-¿Cuál es el papel de la Academia? ¿Qué aporta a la Región?

-Una de sus misiones es contribuir al estudio e investigación en ciencias médicas y de la salud, y promover el conocimiento. Lo que pretendemos es mejorar las condiciones físicas y de salud de las personas. Además, la Academia debe servir de vínculo y conexión entre profesionales de diferentes disciplinas. Tenemos una gran relación con la Academia de Farmacia, de Veterinaria, pero también con químicos, físicos, economistas, expertos en Derecho y Bioética o en Arquitectura sanitaria. Una de las cuestiones que a mí me gustaría especialmente desarrollar es la comunicación sanitaria. Es esencial en todas las profesiones que tienen que ver con la salud, porque en última instancia el centro de la actividad profesional es el paciente y sus familias. Debería enseñarse [comunicación] en las facultades, pero ahora mismo no está en los planes de estudio. Ahí la Academia puede desarrollar un gran papel, porque los académicos tienen prestigio y experiencia. Tienen mucho que decir y mucho que enseñar.

«Su objetivo es mejorar la vida de las personas mayores. Somos más de un centenar de profesionales»

«El cerebro se atrofia si no lo utilizamos, al igual que ocurre con los músculos. Hay que tenerlo activo, y por eso la vida social es muy importante»

«La ciencia se paga con los impuestos. Los ciudadanos deben saber en qué se emplea su dinero y cuáles son los resultados»

«Hay diferencias en el cerebro masculino y femenino pero, en cuanto a la empatía, no tantas como esperábamos»

«Hay que educar a los niños y a las niñas para que sean iguales desde la diferencia»

-En este sentido, ¿la ciencia tiene que acercarse más a la sociedad? ¿Sigue siendo un mundo ajeno y alejado para mucha gente?

-Absolutamente, la ciencia se tiene que comunicar. Incluso la investigación más básica tendrá implicaciones, aunque no sean inmediatas, en la salud y bienestar de las personas. Pero, además, la mayor parte de la ciencia, al menos en España, se paga con los impuestos de los ciudadanos. Por lo tanto ya no es solamente una deferencia sino una necesidad comunicar los resultados de lo que los ciudadanos están pagando. Deben saber en qué se está empleando el dinero de sus impuestos, cómo estamos trabajando los científicos y cuáles son los resultados.

-Es la primera mujer en presidir la Academia de Medicina y Cirugía de la Región. El hecho de que esto sea noticia, ¿es reflejo de que la igualdad todavía no ha llegado al campo de la ciencia?

-Puede ser un ejemplo, pero cada cosa hay que verla en su contexto. La Academia fue fundada en 1811. ¿Cuántas mujeres médicos había entonces?, ¿cuántas universitarias o profesionales? Hay que considerar que la mayor parte de quienes me han elegido presidenta son varones. Estoy realmente feliz. Es una gran responsabilidad ser presidenta, pero no lo soy sola. Formo parte de un equipo, la junta de gobierno, que es excepcional. Somos ocho miembros, y tres de ellos mujeres. De 36 académicos, 31 son varones. Ellos han elegido que yo sea la presidenta con este equipo de gobierno.

-Usted impulsó la Asociación de Mujeres Científicas de la Región. ¿Es necesario poner en valor el papel de las investigadoras a lo largo de la historia? ¿Su trabajo ha sido tradicionalmente menos visible que el de sus compañeros varones?

-Ha habido muchas científicas a lo largo de la historia que han conseguido grandes logros y, sin embargo, cuando a los niños se les pregunta por científicos, solo nombran a varones. No se ha difundido la labor de las científicas, excepto unas pocas privilegiadas que han tenido la suerte de alcanzar grandes cotas de poder y de reconocimiento. Esto es algo hay que cambiar; somos muchísimas y no debemos permitir que logros valiosísimos se queden en un cajón. Otro problema con el que nos encontramos es que las mujeres se forman muy bien, son mayoría entre los alumnos en las universidades y sacan, en general, las mejores calificaciones en muchas carreras, pero, de repente, cuando van a comenzar una carrera científica más consolidada, desaparecen. Hay un punto de inflexión que aproximadamente se sitúa en los 33 años en España. Esto es una pérdida no ya para las mujeres científicas como colectivo, sino para la sociedad, que ha invertido en formarlas.

-¿Qué está fallando para que se produzca esta situación? ¿Es un problema de conciliación?

-Sigue habiendo problemas de conciliación y de educación, en la corresponsabilidad en el hogar y en el trabajo. Hay que educar en esto a niños y a niñas, no solamente a las niñas. Cuando hacemos actividades -el 11 de febrero haremos una sobre la mujer en la ciencia- no queremos que vengan solo niñas, queremos que acudan niños y niñas. Tienen que aprender desde el parvulario que son iguales, que disponen de las mismas capacidades y posibilidades, y que tienen que compartir tareas fuera y dentro del hogar porque eso va a ser bueno para la sociedad. Por eso se formó la asociación.

-Hablemos del Instituto de Envejecimiento. ¿Cuál es su labor?

-Es un proyecto que nació como instituto propio de la Universidad de Murcia, pero desde 2010 contamos con el marchamo del Ministerio, como instituto universitario oficial. Su función es investigar el envejecimiento desde todas las disciplinas. No solamente los aspectos sociosanitarios, también los económicos, informáticos o legales. Somos profesionales, más de un centenar, de casi todas las facultades de la UMU. El objetivo es mejorar la vida de las personas mayores, y para eso hay que incorporar las nuevas tecnologías. Tenemos informáticos, matemáticos, grupos de inteligencia artificial.

-El creciente envejecimiento de la población supone un reto enorme. ¿Cómo afrontarlo desde el punto de vista social, sanitario, económico?

-El aspecto social es importantísimo, porque el envejecimiento no solo afecta al anciano, también a su familia. Y hay algo muy importante: ahora, a los 65 años, consideramos a la persona todavía joven porque aún le queda un tercio de su vida. Pero claro, cuando llegas a esa edad, si no ha habido una buena prevención estás más débil, eres más proclive a sufrir enfermedades que te impidan tener una vida social adecuada. Por eso uno de los aspectos que estamos desarrollando desde el instituto es la divulgación en la sociedad en general, también en los jóvenes, de hábitos saludables. Se trata no de actuar cuando ya somos frágiles, sino de prevenir la fragilidad. Si a un niño le habitúas a sentarse bien, previenes la degeneración del sistema osteomuscular, con lo cual envejecerá fisiológicamente más tarde. Tendrá una mejor calidad de vida que redundará en todos, porque no habrá que invertir en él tantos recursos sociosanitarios.

-Uno de los principales problemas para muchas personas mayores es la soledad.

-La soledad es una plaga, una epidemia. Una persona que está sola va a envejecer mucho más rápidamente, su cerebro se va a deteriorar. Además, va a entrar en una dinámica de melancolía, de depresión, porque el ser humano es un ser social. Este es uno de los aspectos que estamos tratando en el instituto.

-¿Cómo se puede luchar contra esta epidemia?

-Primero detectándola, y después con actividades para que nadie esté solo. Actividades que sean atractivas, porque el ser humano hace las cosas cuando le gustan, cuando disfruta. También hay que analizar cuáles son las circunstancias de estas personas: qué pensiones tienen, cómo están comiendo, cuáles son sus condiciones de vida. ¿Viven en un cuarto piso sin ascensor? Muchas personas mayores con problemas de movilidad se quedan en casa simplemente porque no pueden salir. Por eso, el trabajo de Asuntos Sociales es muy importante. En la Región funciona bastante bien. Hay otro aspecto muy importante que es el acceso a las nuevas tecnologías. Hemos trabajado con la Consejería de Transparencia y Participación, explicando a los mayores por toda la Región cómo votar en los presupuestos participativos a través de la web.

-Una de las claves del envejecimiento es el cerebro. ¿Cómo podemos mantenerlo activo y sano a partir de ciertas edades?

-En primer lugar, todo lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro. Hay que mantener hábitos saludables: evitar la hipertensión, la obesidad, el sedentarismo, el colesterol elevado. También hay que hacer ejercicio físico. Eso es esencial, como lo es hacer ejercicios mentales. Además, hay que dormir bien, alimentarse adecuadamente y mantener, como decíamos antes, relaciones sociales. Igual que un músculo se atrofia si no lo utilizamos, al cerebro le ocurre lo mismo, también se atrofia. Hay que mantenerlo activo. Cuando ves la televisión te limitas a recibir unos estímulos, pero cuando estás con otros los recibes y te preparas para responder a esos estímulos. Eso se hace en sociedad. También es esencial evitar los tóxicos. ¿Por qué? Porque los tóxicos, las drogas, tanto lícitas como ilícitas, van a matar las neuronas.

-También hablaba del sueño. Para mucha gente mayor, dormir bien se convierte en un auténtico problema.

-Dormir no es una pérdida de tiempo, es necesario para una buena higiene mental y para el mantenimiento de la función cerebral. Todo el mundo es diferentes: hay alondras y búhos, gente que duerme poco y quien duerme mucho. Hay que conocerse y aplicar a tu vida lo que tu cuerpo, genéticamente y lo largo de tu vida, necesita. Lo primero es una buena higiene del sueño. Para ello hay que comer bien, sobre todo en la cena. Los españoles tendríamos que cenar antes. Posteriormente, antes de dormir, hay que quitarse de la cabeza todos los problemas del día. Una buena lectura puede estar bien, pero atención, no usando 'iPad' o 'tablets', porque la hormona del sueño, la melatonina, se segrega cuando disminuye la luz, y si te está entrando luz por los ojos no vas a dormir bien. El reloj biológico es también muy importante. Siempre le digo a mis alumnos que intenten conseguir que sus cerebros no se despierten con el despertador. El ser humano es un animal de costumbres. Si te acostumbras a despertarte a cierta hora, tu cerebro así lo hará, en el momento adecuado del ciclo del sueño.

-En una entrevista dijo que había decidido estudiar el cerebro porque quería saber por qué lloramos y nos emocionamos.

-Eso fue en mi niñez. Además de ser una niña hiperresponsable, era y soy muy emocional. Y duermo poco. Me despertaba, en una habitación enorme con una pared llena de muñequitos, y me sentaba en la cama a recordar los sueños, porque si desayunaba o me duchaba se me olvidaban. Me apasionaba. Por eso me dije que quería saber cómo funciona el cerebro, por qué lloraba o por qué soñaba cosas tan raras que recordaban a Dalí, al surrealismo, y luego se olvidaban.

-¿La ciencia le ha dado respuesta a todas esas preguntas?

-He estudiado el cerebro y sé cuáles son los circuitos que te hacen llorar. Los sueños no, todavía no sabemos de dónde vienen esas ideas de la ensoñación. Pero al final no me he dedicado a eso, porque la vida es un baile y me terminé dedicando a la neurodegeneración.

-En el estudio del cerebro, ¿la perspectiva de género es importante? Por ejemplo, ¿es el cerebro femenino más proclive a desarrollar la inteligencia emocional?

-No está demostrado. 'A priori' pensaríamos que sí, por el instinto maternal y por lo que nos enseñan con los juguetes. Desde el punto de vista social, a las mujeres se nos educa para cuidar. La inteligencia emocional tiene mucho de cuidar al otro, de que esté feliz, de reconocer la emoción e interpretarla. En ese sentido, el cerebro de la mujer está mejor preparado. Pero después, cuando haces estudios en humanos adultos, te encuentras con que todo es muy diverso. ¿Por qué? Porque no hay una mujer y un hombre; somos personas, cada uno con nuestras circunstancias, y en el conjunto todo esto se diluye. Hay hombres muy emocionales y mujeres muy racionales. Cuando hablamos de las diferencias en el cerebro de hombres y mujeres, no hay que tomarlo como absolutos. Por ejemplo, se dice que la mayor parte de los varones ven muy bien en el espacio y la mayor parte de las mujeres se expresan mejor oralmente. Pero puede haber varones que se expresen mucho mejor que la mayor parte de las mujeres, y puede haber mujeres que vean en el espacio mejor que la mayoría de los hombres. Todo es estadístico. En cuanto a la empatía, sí hay diferencias, pero no tantas como las que esperábamos.

-¿Tiene por tanto un mayor peso el hecho de que a los varones se les haya educado tradicionalmente menos en la empatía y más en la competición?

-Efectivamente. Hay que educar a las niñas y a los niños igual para que puedan desarrollar las cualidades y potencialidades. Porque si no, estamos limitando la potencialidad de desarrollar capacidades emocionales en los varones, y en las mujeres limitamos la capacidad de desarrollar funciones que hasta ahora eran consideradas masculinas. Pero, no obstante, tenemos un cromosoma X y un cromosoma Y que nos hacen muy diferentes. Lo que ocurre es que hay ciertas diferencias que se han establecido desde la educación, y eso es lo que hay que limar. Debemos ser iguales en la diferencia. Yo soy feminista.

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