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Víctor Jara, historia de un tiro en la nuca

El pasado lunes empezó en Florida el juicio a un exteniente por el asesinato del cantautor chileno en 1973

CARLOS BENITO

Martes, 21 de junio 2016, 10:54

El cuerpo de Víctor Jara lo encontraron dos mujeres cerca del Cementerio Metropolitano de Santiago. Los militares lo habían arrojado a unos matorrales, en un descampado próximo a las vías del tren, junto a otros tres cadáveres. Las mujeres, nerviosas y apuradas, le limpiaron con hierba húmeda la cara destrozada, para asegurarse de que aquellos rasgos desfigurados por la tortura eran los del autor de 'Te recuerdo, Amanda'. Le revisaron las manos, lo suficiente para comprobar que los golpes se las habían dejado «como si no tuvieran hueso», y también observaron que su ropa había quedado llena de «agujeritos de donde le había salido sangre».

Era septiembre de 1973. Jara, mito de la canción chilena y poeta de los desfavorecidos, se había convertido en una de las primeras víctimas del golpe militar encabezado por Augusto Pinochet. Lo habían apresado en la Universidad Técnica del Estado, donde era profesor, y lo llevaron al Estadio Chile, transformado en siniestro campo de detención para miles de personas: los militares habían creado allí una cuidada escenografía del horror, con dos grandes ametralladoras que amedrentaban a los detenidos y unos focos cegadores que les hacían perder la noción del tiempo. A Jara lo bajaron al menos dos veces a las salas de interrogatorio: le machacaron las manos y las muñecas a culatazos, le quemaron la carne con cigarrillos, le molieron el cuerpo entero a puñetazos y patadas. Otros detenidos intentaron que pasase desapercibido en medio de la muchedumbre, incluso le disimularon los rizos morenos con un cortaúñas para protegerle del feroz odio de los oficiales, pero no sirvió de nada: según la autopsia, murió acribillado por al menos 44 disparos.

El pasado lunes empezó en Orlando (Florida) el juicio contra Pedro Pablo Barrientos, exteniente del Ejército chileno al que se considera directamente implicado en la muerte de Víctor Jara. «Fue el que le torturó y asesinó, o al menos instigó y colaboró en su muerte», afirman en el Centro por la Justicia y la Responsabilidad, la organización estadounidense que ha presentado la demanda civil en nombre de la viuda del cantante (Joan) y sus hijas (Amanda y Manuela). Según la acusación, Barrientos puso «un arma detrás de la cabeza» de Víctor Jara, tras introducir algunas balas en el cargador, y jugó con él su versión sádica de la ruleta rusa. El cantante acabó recibiendo un tiro en la nuca y, a continuación, Barrientos ordenó a sus soldados que abriesen fuego sobre su cuerpo caído. Un recluta, que formó parte de aquel pelotón y acabó confesando lo que ocurrió en los sótanos del estadio, identificó al teniente como autor del disparo «casi a quemarropa».

En los cuarenta y tres años transcurridos, un tiempo que la familia ha dedicado incansablemente a buscar justicia, Barrientos ha llevado una vida sin grandes sobresaltos. Se marchó de Chile a finales de los 80, cuando se celebraron elecciones libres y Pinochet las perdió, y ya no se le localizó hasta 2012. Un equipo de televisión dio con él en la ciudad de Deltona, en Florida, a orillas del lago Monroe: se había casado con una estadounidense y había obtenido la nacionalidad, trabajaba como vendedor de coches y residía en una calle tranquila y arbolada. «No tengo que enfrentar a la justicia porque yo no he matado a nadie -declaró a Chilevisión-. Yo nunca he estado en el Estadio Chile, no conozco el Estadio Chile, y no sabía lo que era el cantante Jara».

«Hambre, frío, pánico»

En el país sudamericano, la justicia ha ido despacio, con una instrucción que ha tenido que pelearse con la hostilidad del Ejército y los recuerdos emborronados por el tiempo. En marzo del año pasado, el juez dictó acusación contra diez exmilitares, pero todavía no hay sentencia, ni mucho menos extradición para el huido a Florida. La demanda civil por «tortura y ejecución extrajudicial», única vía que estaba al alcance de la familia Jara en Estados Unidos, no puede conducir más que a una indemnización económica, pero al menos la condena supondría el reconocimiento oficial de la implicación de Barrientos, un primer paso en esa rendición de cuentas tan demorada. «La importancia de este juicio no termina con mi familia, sino que se extiende a todos los que han pasado tantas décadas en busca de respuestas acerca de sus seres queridos que fueron torturados, 'desaparecidos' o asesinados a manos del régimen de Pinochet», ha declarado Joan Jara, que actualmente tiene 89 años. «Mis hijas y yo todavía estamos buscando justicia».

Horas antes de ser asesinado, Víctor Jara escribió su último poema en la libreta que le dejó un compañero de la Universidad. «¡Cuánta humanidad / con hambre, frío, pánico, dolor, / presión moral, terror y locura!», dicen tres versos de esa obra final, titulada 'Somos cinco mil', que se salvó gracias a una copia garabateada en un paquete de cigarrillos Hilton y acabó llegando a París oculta en una cápsula de medicina. Se puede leer un fragmento en la pared de aquel Estadio Chile donde mataron al cantante, que desde 2003 se llama Estadio Víctor Jara.

Víctimas de la dictadura. La llamada Comisión Valech cifró en 40.000 las víctimas de la dictadura de Pinochet, que gobernó Chile entre 1973 y 1990. El número de muertos y desaparecidos se eleva a 3.065 y el de torturados ronda los 30.000.

Homenajes. Víctor Jara, que tenía 40 años cuando fue asesinado, ha sido homenajeado por incontables artistas, entre los que figuran U2, The Clash, Roger Waters, Calexico, Silvio Rodríguez o Los Fabulosos Cadillacs.

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