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Francisco saluda a Benedicto XVI, ayer, en la beatificación de Pablo VI.
El Papa llama a leer «las señales de los tiempos» para saber cambiar

El Papa llama a leer «las señales de los tiempos» para saber cambiar

Francisco beatifica a Pablo VI, ejemplo de «adaptación a las mutaciones sociales», para cerrar el áspero sínodo de la familia

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ

Lunes, 20 de octubre 2014, 01:07

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El Papa ha encarrilado a la Iglesia, con el sorprendente sínodo extraordinario concluido el sábado, en una vía inédita de posibles cambios en temas hasta ahora impensables, como la atención a los divorciados, las familias ajenas al matrimonio católico y las parejas homosexuales. En estas dos intensas semanas de debate, que han revelado un áspero choque entre conservadores y progresistas, Francisco ha logrado meter todas estas cuestiones en la agenda, un paso relevante en un trance complejo del que sale airoso. Ha demostrado una vez más ser un táctico astuto y ayer aprovechó la beatificación de Pablo VI, que clausuró el sínodo sobre la familia, para remachar su mensaje: «Me vienen a la mente las palabras con las que instituyó el sínodo de obispos: 'Escrutando atentamente las señales de los tiempos intentemos adaptar las vías y los métodos a las crecientes necesidades de nuestros días y a las mutadas condiciones de la sociedad'».

Bergoglio empuja disimuladamente, o no tanto, hacia un cambio en la Iglesia pero ha guardado silencio durante estas dos semanas. Su gran aportación ha sido, precisamente, permitir que se discuta con libertad y, no menos importante, transparencia. Divulgar por primera vez los resultados de las votaciones sobre todos los puntos del documento final ha hecho público algo que de otro modo habría permanecido oculto: hay un fuerte enfrentamiento interno sobre algunos asuntos -divorciados y homosexuales son los caballos de batalla- y, lo que es más notable, existe una mayoría favorable a una apertura.

Han estallado ahora divergencias incubadas durante décadas, acalladas bajo Juan Pablo II y Benedicto XVI, defensores de los «valores no negociables». Vienen del Concilio Vaticano II, en los sesenta, que abrió la renovación de la Iglesia católica, un camino aún por recorrer. Fue Pablo VI, pontífice de 1963 a 1978, quien culminó el concilio, un gran congreso de la cristiandad lleno de dificultades, y tuvo que pilotar la Iglesia en la modernidad. Con grandes dudas y tormentos, simbolizadas en su negativa a los anticonceptivos en 1968, pese a que una comisión había dado un parecer positivo.

«Curar las heridas»

Este sínodo, que marca el inicio de una nueva fase del pontificado centrada en una evidente guerra interna, ha sido casi un 'miniconcilio'. Han sido días un tanto traumáticos pero estimulantes para los 191 prelados de todo el mundo que han participado, que ayer retomaron la unidad en la beatificación de Pablo VI, una misa de 70.000 personas. Fue un final bien programado por Bergoglio. Valiéndose de la figura del nuevo beato, volvió a lanzar puyas intencionadas. Pidió «vencer el temor que a menudo sentimos a la sorpresas de Dios». «¡Él no tiene miedo de las novedades! Por eso nos abre y conduce a vías impensables», exclamó. También llamó a la Iglesia a «curar las heridas que sangran y volver a encender la esperanza para tanta gente sin esperanza».

El Papa ha valorado en el sínodo «la verdadera libertad y humilde creatividad», concepto este último que contrasta de lleno con la inmovilidad de la doctrina. Rogó que estos rasgos se mantengan a lo largo del próximo año, pues el debate acaba de empezar. Según la ruta trazada por Bergoglio, seguirán nuevas discusiones en las diócesis y parroquias de cada país para culminar en otro sínodo en octubre de 2015. Para entonces deben madurarse las grandes decisiones.

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