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El expiloto de combate Alberto Hevia. el comercio
«Sentí una explosión y el asiento salió disparado», relata un piloto que logró eyectarse de un C-101

«Sentí una explosión y el asiento salió disparado», relata un piloto que logró eyectarse de un C-101

Alberto Hevia, que fue aviador de combate, dice que la aceleración del asiento rompe la cúpula del aparato

J. F. GALÁN

Oviedo

Jueves, 29 de agosto 2019, 01:18

Alberto Hevia sabe lo que se siente al eyectarse. Volaba en un C-101, el mismo modelo de avión en el que el pasado lunes perdió la vida el comandante Francisco Marín. Vecino de Salinas (Asturias) y concejal de Vox, Hevia tuvo suerte. «Adopté la posición, tiré de la anilla, sentí una gran explosión debajo del culo y el asiento salió disparado. Es una aceleración de 19 fuerzas G, tienes que soportar tu peso multiplicado por 19», explica en una entrevista concedida a 'El Comercio'.

La aceleración es tal que el propio asiento rompe la cúpula. «El impacto fue brutal, perdí el conocimiento unos instantes. Cuando abrí los ojos estaba muy cerca del suelo. Vi que me iba a estrellar, y en el último momento el arnés tiró hacia arriba de mí». Era el paracaídas. Cayó «en un maizal» junto a su compañero -era un modelo biplaza- y los restos del C-101, un avión subsónico de entrenamiento básico, el segundo de los tres escalones en los que se estructura la instrucción. El primero es el elemental y el tercero el avanzado, ya en un avión de combate, el F-5.

Hevia ya estaba en el tercer escalón, en Talavera (Badajoz). «Hacía el curso de caza y ataque en el F-5, y a raíz de un accidente se decretó que todos se quedasen en tierra. Entonces esa misma noche nos enviaron a la base de Matacán, en Salamanca». Era el 25 de octubre de 1995 y tenía 25 años. Al poco de irse al aire, «de repente el motor se paró. Intentamos volver al campo, pero era imposible. Aún íbamos muy bajo, a unos 400 pies (120 metros), y había una carretera. Entonces tiramos de la anilla».

Cervicales aplastadas

Salió vivo, pero no ileso. «Sufrí el aplastamiento de cuatro cervicales y estuve una temporada en el hospital». Su accidente «no tuvo nada que ver con el que le costó la vida al comandante Marín, salvo que los dos nos eyectamos. El salía de un 'looping' y era un comandante experto, yo acababa de despegar y era un alférez novato». «Los aviones se revisan al máximo. Si el mecánico tiene la menor duda no te lo entrega, y si el que duda es el piloto no se sube. Un piloto militar lleva el avión al límite, vuela pegado al suelo, entre montañas, y ejecuta maniobras casi imposibles. Fue la fatalidad. Los que no son militares quizá no lo entiendan, pero a nosotros nos queda el consuelo de que Marín se murió cumpliendo con su deber».

Hevia sigue volando. Primero pasó a helicópteros, a Salvamento Marítimo, después a aviones de transporte y, tras solicitar la excedencia en Ejército del Aire, es comandante de Iberia Express y desde hace dos meses concejal de Vox en Castrillón. De aquel accidente guarda dos recuerdos: un trozo de arnés y una prótesis en el cuello.

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