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Miguel y Cristina sacaron en septiembre a un pastor belga malinois de una protectora a la que llegó desnutrido y con restos de plástico en el estómago. Cedida

La segunda vida de las mascotas abandonadas en la Región de Murcia

Las protectoras y los servicios municipales afrontan otro verano marcado por la recogida de animales, mientras la caída de las adopciones lleva a las asociaciones a pedir ayuda

Lunes, 26 de agosto 2024, 07:18

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El teléfono no deja de sonar. Al otro lado, alguien advierte de la presencia de un perro abandonado y desorientado en la calle, de una camada de cachorros tirada junto a un contenedor, de los maullidos de un gato famélico. «Mi marido me dice que el 112 no tiene nada que ver con las llamadas que recibo yo», asegura Mariloli Soler, responsable de la protectora de animales Adopta Vida de Cartagena, desbordada por los continuos avisos de abandonos. «Llegan de todos lados. Hace una semana me trajeron ocho cachorros que se encontraron en Los Mateos; y la otra noche, me llamaron a las doce y media: 'Oye, que aquí hay una perra'. Por supuesto, fui a por ella», reconoce.

La situación se repite en decenas de protectoras de toda la Región de Murcia, que no dan abasto ante el aluvión de abandonos que, un verano más, se ve agravado por la llegada de las vacaciones. Son fundamentalmente perros y gatos dejados a su suerte o entregados por dueños que ya no quieren hacerse cargo de ellos.

El perfil del animal rescatado no cambia: perro, de edad adulta y sin microchip. Poco importa que el sistema de identificación sea obligatorio desde hace años, la mayoría de estos animales abandonados no lo portan. «Suelen ser de animales que no están en regla», alertan desde la Asociación Nacional Española de Rehabilitación y Protección Animal (Anerpa), que tiene su sede en Alguazas. Solo el 27% de los animales que llegan a las protectoras cuentan con este sistema de identificación, según datos del informe anual de 2024 de la Fundación Affinity.

La demanda desde el extranjero cayó del 23,7% al 17% en 2023, y varios refugios apuntan también a una retracción de las acogidas tras la aprobación de la ley de bienestar animal

Las cifras de abandono en la Región son difíciles de cuantificar, ya que no existe un registro único que aglutine las recogidas en centros municipales y protectoras de todo el territorio, pero un vistazo a lo sucedido en los cuatro municipios más poblados de la Región, Murcia, Cartagena, Lorca y Molina de Segura, dan una idea de la magnitud del problema. Solo en estas cuatro localidades hubo el pasado año cerca de 1.800 abandonos, cinco cada día.

En Anerpa, lo sucedido durante este mes de julio ha disparado todas las alarmas. «Ha sido peor que cualquier otro año, pero con muchísima diferencia», afirma en declaraciones a LA VERDAD el presidente de la asociación, Javier Rodellar, que señala que «prácticamente se dobló el número de entradas de julio de 2023, con unas 70». Otras protectoras afirman estar teniendo cifras similares a las del año pasado –«que ya fue malo»–, en línea con la estadística del estudio de Affinity, que mantiene estable en cerca de 286.000 los abandonos en España.

En cifras

  • 1.800 abandonos en Murcia, Cartagena, Lorca y Molina en 2023

  • 27% de los animales abandonados no tienen microchip

En Murcia, el servicio de Zoonosis registró la entrada de 634 animales abandonados en 2023, más o menos lo mismo que en 2022. De ellos, 478 fueron perros y 132, gatos, a los que se suman 24 animales de otro tipo. El primer semestre ha dejado, por el momento, otros 193. Por otro lado, el Centro de Acogida y Tratamiento de Animales Domésticos de Cartagena (Catad) contabilizó 320 rescates en 2023, y a cierre de julio de este año suma 134. En Lorca, el Observatorio de Bienestar Animal se hizo cargo de 568 abandonos frente a los 523 de 2022; y en Molina, la protectora Apams, una de las principales entidades dedicadas a la ayuda a perros abandonados, que cuenta con más de 30 voluntarios, recoge una media de 20 animales cada mes, unos 240 al año, según afirma su responsable, Antonio Cebrián.

La preocupación ahora se centra en una disminución de las adopciones, que llevan meses notando varias de las protectoras consultadas por LA VERDAD. «Antes siempre teníamos una tasa bastante buena, pero ahora, cada tres o cuatro meses sale un perro, dos como mucho. Y ya no podemos acoger más», lamenta Ana Guirao de Dog Rescue, en Calasparra, tan desbordada y agotada que este año ha empezado a plantearse por primera vez tirar la toalla y cerrar la protectora.

Silvia. Ha acogido a tres gatos en menos de un año y medio en su casa de Alguazas; uno de ellos tenía la cadera rota. El último llegó hace solo dos semanas. Ros Caval / AGM

Rodellar afirma haber tenido una única adopción en todo lo que va de agosto, cuando suelen haber dado salida en las mismas fechas «a seis o siete animales». Entre los posibles motivos aparece el temido efecto disuasorio de la nueva Ley de Bienestar Animal, que eleva las sanciones por incumplimientos. Aunque hay otros. Inma Arboleda, de la protectora Olimpo de Lorca, apunta a la drástica reducción de los adoptantes de otros países como Alemania u Holanda. «Se ha frenado, y ya no tenemos casi, porque están acogiendo muchos perros procedentes de la guerra de Ucrania», dice. No es solo una sensación. En 2022 la adopción desde otros países suponía el 23,7% del total en España, según Affinity. El pasado año la cifra fue de solo el 17%.

Nuevo hogar

En este contexto, quienes se lanzan a la adopción son un faro de esperanza tanto para las protectoras como para los propios animales, que reciben la oportunidad de tener una nueva vida, especialmente aquellos con más dificultades para ser elegidos. Silvia Balboa es una de esas personas. Mientras otros abandonan, ella se ha decidido en pleno agosto a acoger a su tercer gato en año y medio. Todos salidos de Anerpa. «La segunda era ya grande y tenía la cadera rota. Nadie la quería», señala. «Y no había sido una rotura por accidente». «Procuro siempre ayudar al animal que más lo necesita», señala. Pero es una relación de beneficio mutuo. «Ellos me dan tranquilidad, me quitan la ansiedad. No sé cómo explicarlo».

Cristina Alfaro y Miguel Ros le han dado una segunda oportunidad a un pastor belga malinois al que acogieron en septiembre del año pasado, cuando tenía seis meses y pesaba diez kilos menos de los que debía. «No le daban de comer. En el estómago tenía trozos de plástico, de juguetes, de papel, se bebía su propio orín», señala Cristina. Para Miguel, el perro es algo más que una mascota. «Es mi compañero. Para nosotros significa mucho», asegura. Por eso no entienden «cómo alguien puede abandonar a su mascota después de convivir con ella. No nos entra en la cabeza».

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