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Dos pescadores muestran ejemplares capturados de cangrejo azul en la laguna. A. Salas
Los pescadores capturan en 4 meses el doble de cangrejos azules que en 2017

Los pescadores capturan en 4 meses el doble de cangrejos azules que en 2017

San Pedro del Pinatar ·

El IEO y la Cofradía de Pescadores estudian el potencial de estos ejemplares a la hora de dañar los ecosistemas y desplazar a otras especies

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Martes, 15 de mayo 2018, 01:52

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Armado con pinzas, patas pinchudas y una fiereza belicosa, el cangrejo azul se ha convertido en el nuevo soldado del Mar Menor. Y en solo dos años ha logrado ser ejército. Este exótico crustáceo, procedente de las costas americanas, entró a la laguna en 2015 como una avanzadilla. Algunos ejemplares enganchados a las redes y encuentros anecdóticos datan sus primeras apariciones hace tres años. En 2016, llegaron a la lonja de Lo Pagán 30 kilos y, ya en 2017, dejó ver sus intenciones invasoras con 622 kilos capturados. En los cuatro primeros meses de este año ya se ha duplicado la estadística del pasado año (1.120 kilos), lo que da una idea de toda la tropa de ejemplares que hay moviendo sus pinzas a diestro y siniestro por la laguna.

A pesar de su buen precio -una media de 7 euros el kilo en subasta, aunque se ha llegado a vender a 17 euros-, a los pescadores les pone los pelos de punta. «Es ruina», protesta el joven pescador Santiago Jiménez. «Este año no nos hemos ido a La Changa, al norte de El Estacio, por los cangrejos. Vamos más allá aunque gastemos el doble de gasoil», comenta Jiménez en el muelle seco de Lo Pagán.

  • 1.120 kilos de cangrejo azul se han capturado en los cuatro primeros del año.

  • 30 kilos de esta especie lograron capturar los pescadores en 2016.

Su socio, Francisco Javier Ortíz, enseña las proezas de este tanque de los mares. «Te destroza la paranza, porque romper la red con las pinzas. Se puede reparar, pero ya no templa igual», se queja el pescador, quien muestra «la ingeniería de la paranza», el arte fijo de fondo que ya pocos artesanos saben elaborar.

Los ven por la noche nadar inocentemente en la superficie del Mar Menor con sus aletas traseras, pero saben que durante el día hace de las suyas por los fondos y se come las larvas del langostino. Y temen que llegue el día en que su voracidad pueda diezmar la colonia del marisco más apreciado del Mar Menor, que en realidad alimenta la gran hucha de los pescadores.

Y no es para descuidarse. Su expansión por el Mediterráneo ha sido imparable desde 1949, seguramente trasladado desde el Atlántico en el agua de lastre de los barcos cargueros, que cargan y descargan caudal en distintas costas del globo terráqueo. Hace 10 años colonizó el Delta del Ebro, bajó hasta el Golfo de Valencia, se le vio en las desembocaduras del Júcar y el Segura y se coló en el Mar Menor, haciendo alarde de su capacidad de adaptación a medios extremos de salinidad y temperatura. Lo mismo prolifera en agua dulce de la Albufera de Valencia que en el hipersalino Mar Menor, dicen los expertos.

Agresivo y voraz

«Ha venido para quedarse», explica el especialista del Instituto Español de Oceanografía Miguel Vivas, quien advierte de que «de nada sirve intentar eliminarlo, aunque sepamos que resulta pernicioso para el ecosistema. Hay que controlarlo con la extracción y estabilizar la especie, como ya ha ocurrido en Creta». La Cofradía de Pescadores y el IEO han iniciado un estudio para averiguar sus costumbres, su alimentación y «qué potencialidad tienen a la hora de dañar el ecosistema por su capacidad para desplazar especies», señala el experto. Además de Vivas, participan en el seguimiento de la jaiba azul Encarnación García y Elena Guijarro, ambos del IEO, y los biólogos de la cofradía Ana Muñoz y Manuel Trives.

El equipo científico parte de la idea de que el 'Callinectes sapidus' es una asombrosa maquinaria sin rival. «Es muy agresivo y voraz, pero debemos saber qué capacidad tiene de depredar sobre otras especies que en el Mar Menor son de elevado interés económico, como el langostino, la quisquilla y otros cangejos como la cranca autóctona», señala Vivas.

El caballito de mar es la más amenazada y vulnerable y puede convertirse en objeto de exterminio. «El caballito basa toda su defensa en el mimetismo, y ahora pasa por su peor momento. Desde 2011 se ha perdido el 95% de la población», puntualiza el especialista.

Otro objetivo de la investigación será comprobar la competencia directa que ejerce con otras especies, como sus parientes el cangrejo verde y la 'cranca pelúa'. Vives expone que «elimina también recursos de alimentación a especies como la dorada». Los científicos saben que «el ecosistema del Mar Menor es muy singular, y lo que sabemos de otros ecosistemas aquí no vale por sus cambios de salinidad y oxígeno». Con el estudio de un año de duración, esperan conocer el cangrejo azul como a un familiar.

Un batallón de hembras

La sorprendente ingeniería del cangrejo alcanza su cota máxima de ingenio de la naturaleza en la reproducción. «Las hembras buscan la situación óptima para reproducirse, por eso pensamos que salen al Mediterráneo, donde hay menos salinidad y temperaturas menos extremas que en el Mar Menor», explica el biólogo Miguel Vivas. El lema del cangrejo es 'todo por la descendencia', a juzgar por su afán reproductivo.

En su vida solo tienen un contacto sexual con el macho, aunque lejos de un apasionado coito se convierte más bien en la cesión de una bolsa de semen, que la hembra guarda y dosifica para sucesivas puestas. Ya no necesita más al macho, pues con su 'regalo' fecunda ella misma las camadas de miles o millones de huevos -según el tamaño de la madre- que guarda bajo su caparazón. Cuando llega el momento idóneo, libera las larvas, que pasan a formar parte de la masa de agua en forma de placton, con una previsible alta mortandad en las fauces de todas las especies, explican los expertos.

Cuando adquiere forma de minicangrejo, desciende y comienza su ofensiva por los fondos marinos. Para hacernos una idea del potencial reproductor de la población de cangrejos azules del Mar Menor bastan los datos aportados por la bióloga Ana Muñoz, que ha medido ya 1.119 ejemplares capturados desde enero con una envergadura de hasta 18 centímetros. El 70% eran hembras. Todo un batallón de fecundidad. Solo hay que hacer cuentas.

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