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Crecen las montañas blancas de sal del Mar Menor
Las charcas aumentan su producción a 70.000 toneladas de sal tras el bajón de las DANA y la erosión de La Llana
El paisaje obliga a guiñar los ojos en las salinas de San Pedro del Pinatar cuando llega de visita el otoño. Este año han crecido las montañas de sal en esta geografía cegadora, donde el sol rebota en un suelo que engaña a la vista disfrazado de nieve, salta en la cordillera blanca del mineral e irradia una luz de relámpago. Después de los años de sucesivas DANA, con las que se disolvió la mitad de la producción, el cielo ha permitido este año iniciar la recuperación. «Se espera una cosecha normalita, pero mejor, con unas 70.000 toneladas», explica el director de Salinera Española en la explotación murciana, Julio Fernández.
Las lluvias de la pasada primavera impidieron llegar a los niveles previos a las grandes tormentas de 2019, cuando de las salinas pinatarenses salían 100.000 toneladas de este cloruro de sodio reluciente. «Siempre hemos presumido de la sal tan blanca, tan bonita, de San Pedro del Pinatar, que tiene un grano medio y muy limpio, con todos los oligoelementos de la naturaleza. De los de mayor calidad de España, sin desmerecer ninguna», destaca este ingeniero de minas, que se decidió por un yacimiento a cielo abierto. Dirige la que probablemente sea la industria más ecológica de la Región, cuya cadena de producción obedece solo al agua del mar y el sol, aunque esa dependencia la deje a merced de los vaivenes del clima.
Poco pueden hacer para evitar lluvias inoportunas que frenen la necesaria cristalización del grano, pero ya han puesto el remedio que tenían a su alcance para evitar que las olas salten a las charcas de evaporación por la continua erosión de la playa de La Llana, como ha ocurrido con las últimas tormentas. La empresa lo lleva avisando durante años, pero las administraciones actúan con una sordera inexplicable: si el mar alcanza las balsas salinas, la empresa podría ver mermada su rentabilidad hasta el punto de dejar la explotación. No solo se paralizaría, como ocurrió en Marchamalo, sino que sería el fin de los humedales del Parque Regional de las Salinas y del hábitat de miles de aves protegidas.
El proyecto Life Salinas ha conseguido recuperar las dunas del primer tramo de la playa de la Barraca Quemada
Como último recurso, la compañía balear apoyó y cofinanció el proyecto Life Salinas, que ha recuperado las dunas del primer tramo de la playa de la Barraca Quemada, donde la última DANA se comió otros tres metros de arenal. Las plantaciones de vegetación autóctona por parte de la Asociación de Naturalistas del Sureste (Anse) y la instalación de los retenedores de arena han engordado las dunas. Además, se ha levantado una empalizada de algas secas, procedentes de las playas de El Mojón y de La Manga, donde las corrientes depositan toneladas de posidonia, para contener las olas. También han impedido el paso del público a la zona más frágil. Han restaurado motas salineras y eliminado especies vegetales invasoras.
Al director de Salinera le preocupa que, una vez concluido el programa de financiación europea, se abandone el mantenimiento de la barrera litoral, a pesar de que cuenta con socios como la Dirección General del Medio Natural y el Ayuntamiento de San Pedro del Pinatar.
Un siglo llenando saleros
Salinera Española supera ya el siglo de actividad en las charcas pinatarenses, aunque el aprovechamiento de esta industria comenzó hace más de 20 siglos, con la llegada de los cartagineses. Una prospección arqueológica submarina de los años cuarenta permitió hallar medidas de sal púnicas. La industria del salazón generó la demanda de la salmuera, al igual que en la actualidad, aunque ahora sus usos se han diversificado. La sal marina de este paraje sobrevolado por flamencos se emplea en el sector alimentario, la industria química, los tratamientos de aguas y piscinas, y el deshielo de carreteras. «El pasado enero salieron de aquí más de 30 camiones por el temporal Filomena», afirma el director.
Más que cantidad, destaca la calidad de la cosecha de este año. «Ha mejorado mucho con los trabajos de mantenimiento realizados, ya que hemos reforzado las motas, hemos compactado los suelos donde había fango y reparado las filtraciones para favorecer una cristalización quirúrgica, sin arena», explica. «Mimamos mucho la sal», subraya mientras muestra un puñado de estos diamantes irisados que aliñarán platos.
La creación de circuitos de evaporación ya da sus resultados, con una concentración mayor de la salmuera. Es otoño, y los 58 trabajadores salineros -un oficio de tradición que pasa de padres a hijos- más los seis contratados de refuerzo para la cosecha, se emplean a fondo en la extracción, el triturado, el empaquetado y demás tareas. Los camiones no dejan de salir cargados con el mineral. «Intentamos sacarle el mayor valor añadido. No se da a conocer suficiente lo que es el Mar Menor, una joya», afirma el director.