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Lola Escobar se dirigía a las 14.50 horas hacia su casa, situada en la calle paralela a la de Las Cortes de San Javier. De repente vio a una mujer joven, con un niño en brazos y liado con una manta, que bajaba corriendo por las escaleras. «Me fijé en ella porque parecía muy nerviosa, desorientada», recordaba ayer esta vecina, que minutos después entendería la precipitación de la mujer.
A esa misma hora, Sanae se encontraba en su domicilio, situado en el número 28 de la calle Las Cortes de San Javier. Recogía los platos de comida de sus tres hijos cuando, de repente, escuchó quejidos. Bajó el volumen de la televisión y el llanto se hizo más claro. Venía de fuera de su casa; «creí que era de la calle». Salió de la vivienda y bajó los siete escalones que llevan desde su entresuelo hasta el portal.
Al descender el último escalón se percató que el lamento venía del hueco de la escalera. Concretamente, del interior del carricoche de su propiedad que guardaba en ese rellano. «Había un bebé de muy pocos días. Tenía la piel amarilla y el pelo negro, al igual que los ojos. No paraba de llorar. Era una niña y había cuatro pañales. La cogí en brazos para intentar calmarla, pero no se tranquilizaba», afirmó ayer Sanae en la puerta de su casa.
Esta vecina, de nacionalidad marroquí, explicó que en un principio pensó que la madre menor la habría dejado allí temporalmente y que podría estar en algún piso del edificio. Sin embargo, encontró una nota entre las ropas de la recién nacida, con una petición para quien la encontrase y un mensaje de despedida de la pequeña: «Me ha costado mucho tomar esta decisión, pero es lo mejor para ella. Ahora mismo no puedo hacerme cargo de ella. Es la decisión más dura que como madre y mujer me ha costado tomar, pero quiero el mejor futuro para ella. Sé que encontrarán una familia que la querrá. Cuídenla como yo no he podido hacer», decía la misiva.
«Cuando mi hija me leyó lo que estaba escrito entendí que la habían abandonado en el carrito y llamé al 112». El aviso al Centro de Coordinación de Emergencias 112 desencadenó un torrente de llamadas. Guardia Civil, sanitarios y Policía Local del municipio se movilizaron en apenas minutos.
Fueron los efectivos de la Policía Local quienes a las 15.15 horas se personaron en el lugar. A su llegada, los agentes vieron a Sanae con la niña en brazos y les explicó lo que había sucedido. «Les dije que si podría quedarme a la niña después de que todo pasara, pero me dijeron que eso iba a ser difícil», recuerda la vecina.
Inmediatamente se desplazó al lugar una ambulancia con un médico, quien hizo una primera valoración de la menor. En ese primer examen parecía que estaba bien y fue trasladada al hospital Los Arcos donde quedó ingresada. Al mismo tiempo se activó el protocolo de la Comunidad, a través de Servicios Sociales, para ocuparse de la pequeña.
Fue en el hospital Los Arcos donde los facultativos observaron que la niña aún conservaba la pinza en el fragmento del cordón umbilical y comprobaron que pertenecía a ese mismo centro. En ella aparecía el número de identificación, que es el mismo que se otorga a la madre, por lo que rápidamente pudieron localizar su ficha de ingreso y comprobaron que se trataba de una joven hondureña de 23 años de edad. La mujer había dado a luz el pasado domingo, 19 de mayo, y recibió el alta ayer mismo, a las 14 horas. Tras identificar a la madre, los agentes llamaron al número de teléfono que aparecía en la ficha, pensando que podía ser el de ella.
Sin embargo, resultó ser el de la exsuegra de la joven. Ella fue la que facilitó el teléfono de la madre, quien en ese momento se encontraba en casa de una amiga en San Javier. Tras informarle de que habían localizado a su hija, la chica aceptó reunirse con los policías en las inmediaciones del Parque Almansa, desde donde fue trasladada a dependencias de Policía Local de San Javier.
Allí relató que no tenía relación con el padre de la pequeña, ya que este la abandonó cuando se enteró de que estaba embarazada y que, por ese motivo, el chico desconocía el nacimiento de la bebé. Asimismo, manifestó que tenía otro hijo de una relación anterior y que la custodia la tenía el padre, con quien tampoco tenía contacto.
Desde que se conoció la noticia de que una mujer había abandonado a su bebé en San Javier, en las calles del municipio no se hablaba de otro asunto. Numerosos vecinos se concentraron en corrillos especulando sobre la identidad de la madre. «Esa debe ser de por aquí y seguro que tenía este lugar controlado. Sabía que aunque la puerta del portal del edificio estaba cerrada, al empujarla se abriría. Además sabía que Sanae siempre deja allí el carrito de su hija», especulaba Carolina, una vecina del barrio.
Otra de las conjeturas que exponían los vecinos se refería a que la madre podría haber intentado dejar a la recién nacida en el colegio religioso Sagrado Corazón, situado a escasos cien metros del edificio donde finalmente fue hallada la pequeña. «Allí las monjas de la congregación cuidan bebés en la escuela infantil y seguro que iba a abandonarla en ese lugar, pero al estar cerrado a mediodía cambió sus planes y la dejó en el edificio más cercano que encontró», expuso Sandra, dueña de un bar cercano.
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