Religiosas que tejen redes de apoyo
Acción solidaria. Fundación 'La Caixa' ·
Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor lleva desde su constitución ayudando a féminas que se encuentran en contextos de prostitución y situaciones de extrema vulnerabilidadBEA MARTÍNEZ
Lunes, 8 de marzo 2021, 02:41
La voluntad de ayudar y de prestar apoyo social son preceptos que han marcado desde siempre el camino de la orden religiosa Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. Sus dos fundadores, José María Benito y Antonia María de Oviedo, crearon en 1864 una casa de acogida para mujeres que, tras salir del hospital San Juan de Dios, ubicado en Madrid, no tenían lugar en el que alojarse. Descubrir la situación de muchas de ellas y conocer más de cerca la labor que realizaban algunas congregaciones en este espacio tutelado les llevó a constituir en 1870 Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, una orden que aún hoy, 121 años después, sigue al pie del cañón.
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Aunque sus inicios se ubican en Madrid, Hermanas Oblatas se extendió por toda España y llegó a la Región en 1881. Desde su constitución, esta orden religiosa ha desarrollado en todo el territorio una intensa labor que está centrada en atender a mujeres que se encuentran en contextos de prostitución y en situación de extrema vulnerabilidad bajo dos premisas fundamentales: «La acogida incondicional y siempre que lo soliciten», explica la hermana Anuncia Munárriz.
Este enfoque se ha traducido en Murcia en una iniciativa que dio sus primeros pasos en 2008 y que, bajo el nombre de Programa Oblatas Murcia, está centrado en ofrecer a estas mujeres una atención integral (salud, apoyo emocional, formación y empleo, entre otros aspectos) en la que prima el respeto a su libertad y a sus decisiones de vida por encima de cualquier cosa. «Ella es la protagonista de su proceso y nosotras la acompañamos. Hay entidades que se sitúan en un sentido más abolicionista de la prostitución y otros más regulacionista, pero en Oblatas estamos junto a la mujer», explica la coordinadora del programa, Ángela López. En este sentido, Oblatas Murcia presta apoyo y atención tanto a las mujeres que buscan recursos para dejar de ejercerla como a aquellas que continúan en ella, ayudando a que la realicen de la forma más saludable posible.
Aunque la entidad trabaja con féminas en todo tipo de circunstancias, en la mayoría de los casos las participantes son personas extranjeras que la ejercen por falta de medios. «Trabajamos con una prostitución que es de exclusión social, es decir, o bien la ejercen porque no tienen otras opciones, o bien están siendo forzadas por redes de trata con fines de explotación sexual», resume López.
Un nuevo camino
Para dotarlas de esas herramientas con las que encontrar otro camino, uno de los principales recursos que Oblatas Murcia ofrece es la formación, un ámbito que entiende como una herramienta clave de empoderamiento y libertad que les abre la puerta a la inserción laboral. En este sentido, se ofrecen cursos de español para las mujeres que no hablan bien el idioma, talleres de habilidades sociales y prelaborales y formación en áreas como el trabajo doméstico, el sector hortofrutícola o la atención sociosanitaria. Además, el orientador laboral de la entidad, Martín Girona, acompaña a las participantes en la búsqueda de empleo y contacta con empresas con las que incentiva esa inserción laboral, haciendo posteriormente un seguimiento.
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Pese a este arduo trabajo, Oblatas Murcia se encuentra en su camino con dos piedras que son con frecuencia difíciles de esquivar. La primera de ellas son los prejuicios, esas frases hechas «que dicen que la mujer que ejerce la prostitución es porque quiere y que es dinero fácil. No es para nada dinero fácil, es dinero rápido. La sociedad tiene muchos estereotipos sobre la mujer y sobre los motivos por los que lo hace. Hay muchas que lo hacen y no son víctimas de trata, pero eso no quiere decir que no lo hagan por situaciones de necesidad económica», subraya la trabajadora social, Marta Serrano. Girona, además, señala la «falta de conciencia social a la hora de dar oportunidades laborales para ciertos colectivos».
La segunda piedra a saltar para las que forman parte del programa es de carácter legal. La mayoría de las participantes son extranjeras en situación irregular en España, por lo que su actividad laboral depende de un permiso de trabajo y residencia regulado por la Ley de Extranjería. Para poder obtenerlos, deben demostrar llevar, al menos, tres años de forma irregular en España y contar con un precontrato de un año, unas condiciones «muy difíciles que no agilizan los procesos, sino que los retrasan y los paralizan», apostilla Ángela López. Para Anuncia Munárriz, «la Ley de Extranjería dificulta la inserción sociolaboral de los migrantes», una visión compartida por Martín Girona, para el que estas exigencias «abocan a muchas personas a la economía informal».
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Cambio de mirada
La lucha por cambios legislativos en beneficio de las mujeres que forman parte del proyecto no solo se enfoca en la Ley de Extranjería. Oblatas Murcia también reclama la modificación de una ordenanza municipal, aprobada por el Ayuntamiento de Murcia en 2013, que penaliza el ejercicio de la prostitución en la calle.
Para la entidad, la aplicación de multas a estas mujeres las criminaliza aún más y como lamenta María Talaya, trabajadora social del programa, «solo consigue que se escondan, que sean cada vez más invisibles. No se puede hablar de protección cuando se está multando a la persona más vulnerable y además no se le ofrece alternativa». Oblatas Murcia propone un 'cambio de mirada' que incentive «políticas de inclusión que les den más posibilidades de acceder a formaciones, a becas y a inserciones laborales. Muchas la ejercen por falta de oportunidades», aclara López.
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Esa nueva forma de mirar a estas mujeres, de crear vínculo con ellas y de entenderlas, es algo que los profesionales de la entidad han aprendido a hacer desde el principio y que intentan trasmitir a la sociedad. «Son mujeres resilientes, llenas de fortaleza y de belleza, con unas capacidades impresionantes de trabajo y de lucha. Nos enseñan a ver la vida de otra manera», resume la coordinadora, una idea que también destaca Marta Serrano, que ha aprendido «una nueva forma de ver la vida. En Oblatas tengo la libertad de escuchar a la mujer y poder acompañarla en lo que decida. Para mí es un regalo».
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