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La plaza de Julián Romea, con el teatro 'maldito' al fondo.
La maldición del teatro y otros relatos

La maldición del teatro y otros relatos

Un repaso a la historia de las calles de Murcia guiados por el escritor Paco López Mengual

Pepa García

Sábado, 25 de marzo 2017, 14:51

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Con el libro 'Un paseo literario por calles de Murcia' (Ed. Tirano Banderas, 2016) como guía iniciamos la propuesta de hoy. Un itinerario en el que Paco López Mengual zarandea al lector 'nómada' de una época a otra, de uno a otro personaje, de monumento natural a arquitectónico, de extremo a extremo de la geografía murciana, sin salir del casco histórico de la ciudad.

Si hace algo más de dos años López Mengual descubría una Molina insólita con Hilarito y otras historias, ahora propone escuchar lo que las paredes de Murcia cuentan, «en zapatillas y con ganas de caminar». El recorrido comienza y se detiene en la plaza de Santo Domingo, junto al gran ficus que la vigila desde 1893. Esta mole natural que plantara Ricardo Codorníu, el 'Apóstol de los Árboles', y cuyas ramas parecen encerradas cual bestia por las pérgolas que lo rodean para proteger al viandante, ha dado cobijo a la vida, pero también a la muerte -la de tres ciudadanos en sus 124 años de vida- y ha encendido discusiones sobre lo idóneo de mantenerlo en pie o talarlo. Hoy todavía, la estatua que José Planes hizo de Ricardo Codorníu (1926) vela por el 'King Kong de los árboles del Mediterráneo'.

Esta plaza de Santo Domingo, «que ha sido mercado extramuros, plaza de toros, púlpito de predicadores y punto de encuentro», también fue testigo del milagro de San Vicente Ferrer allá por 1411. Hoy, presente en el balcón de la fachada posterior de la iglesia de Santo Domingo con el dedo alzado, recuerda que liberó de sus demonios -«cuatro caballos de porte desmesurado»- a la ciudad, que el santo consideró entonces dominada por el Anticristo.

En 1824, ya frente a la estatua del dominico, se instaló el cadalso en el que fue ajusticiado Jaime 'El Barbudo', villano o héroe según los bandazos de la política española. Ahorcado, sus miembros fritos fueron expuestos en público para escarmiento de maleantes en cuatro de sus feudos.

Casi sin tener que desplazarse, se observa el colegio público (Juan) De la Cierva Peñafiel, fruto de las gestiones del yerno de Ricardo Codorníu que, ministro de la Instrucción Pública, promovió en 1917 la construcción de las primeras Escuelas Graduadas Públicas. Es obra de Pedro Celdrán, que también fue autor del edificio del Casino, entre otros muchas obras modernistas de toda la Región.

De la misma estirpe familiar, este paseo sirve para recordar a otro insigne murciano, Juan de la Cierva y Codorníu, ingeniero aeronáutico e inventor del autogiro, que es hijo del político y nieto del 'Apóstol de los Árboles'.

Pasando bajo el Arco de Santo Domingo, que une desde el XVIII la Capilla de la Virgen del Rosario (el vestigio más antiguo del Convento de los Dominicos del XIII) con el Palacio Almodóvar, se llega al Teatro Romea. Este moderno y magnífico edificio, que se inauguró en 1826 bajo el nombre de Teatro de los Infantes -en presencia de Isabel II-, era la envidia en España y parte de Europa. Sin embargo, se construyó sobre el antiguo huerto y cementerio de los Dominicos, que pasó a manos municipales tras la Desamortización de Mendizábal. Y ese fue el motivo por el que, en fase de construcción, un monje del convento lo maldijo triplemente. Según la leyenda, ardería tres veces: la primera, sería una advertencia y no habría muertos, como fue en 1877; la segunda, sería un recordatorio y habría un muerto (en 1899, el joven Antonio Garrido); la tercera y última, el teatro estaría al completo y el incendio sería devastador. Recordando al monje que tras las rejas del convento echó la maldición, en el Romea siempre se deja una entrada sin vender para tratar de exorcizarla.

Insigne literato, pero no solo, José Echegaray fue el primer Nobel de Literatura para la lengua española, y destacado matemático, fundador del Banco de España, presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, presidente del Ateneo de Madrid y letra 'e' de la Real Academia de la Lengua, entre otras muchas cosas. Hoy, tan solo la calle que separa la iglesia de Santo Domingo del teatro Romea -con su obra 'El estigma' se reinauguró el teatro en 1902- y un busto que colocó el Ayuntamiento hace solo unos meses recuerdan a uno de nuestros dos Nobel murcianos.

Por la estrecha y antigua calle Alfaro, que nace en la plaza de Romea, pueden recordar el asombroso caso del caballero cornudo. Un expediente médico documentado que asombró en el XVIII a la profesión: el de un noble murciano al que un día le brotaron cuernos en la frente. Intentando ponerle solución, acudió a Madrid para que el cirujano José Correa se los estirpara. Los cuernos formaron parte de los fondos del Real Gabinete de Ciencias, como el expediente, pero en algún momento de la historia las astas humanas se perdieron.

Al final de la calle Alfaro, junto a San Bartolomé, las historias se amontonan. A la izquierda, en la calle Sánchez Madrigal, se produjo el crimen del hostal La Perla, un asesinato pasional: Josefa Gómez Pardo envenenó a su marido, y, sin quererlo, a la criada del hostal. Además del truculento suceso, Josefa Gómez se convirtió en la protagonista de un cruel espectáculo que llevó al gobierno a prohibir las ejecuciones públicas, y la suya, a garrote vil en Ronda de Garay, fue la última en España.

El escritor de 'La Fea Burguesía' y 'Escuela de Mandarines', Miguel Espinosa, también estuvo ligado a esta calle, ya que parte de su obra la escribió en el café Santos, que estuvo hasta bien avanzado el siglo XX en la misma calle.

Si rodean la iglesia de San Bartolomé hacia la calle Sociedad, pasarán por donde estuvo, y permanece aunque en un edificio distinto, la sede de la Real Sociedad de Amigos del País, donde trabajó como conserje el abuelo de Jacinto Benavente y que becó al padre de este otro Nobel murciano para estudiar Medicina en Madrid.

Y si cruzan por la calle Madre de Dios hacia la plaza de Santa Catalina, pasarán sobre lo que fueron los baños árabes, Monumento Nacional derribado con nocturnidad para construir la Gran Vía. Ya en la plaza Santa Catalina, hoy presidida por la Inmaculada Concepción, estarán donde la Santa Inquisición ejecutó sus condenas a morir en la hoguera de herejes y brujos. En esta plaza también nació el actor y escritor Julián Romea (una placa lo recuerda) y se reunió el tribunal milenario del Consejo de los Hombres Buenos. Centro administrativo de la ciudad, también albergó el Palacio del Contraste de la Seda hasta 1933, cuando fue derribado, cuya portada se conserva en el Mubam; igual que la extraña puerta con elfos, sátiros y arpías tallados de la casa de dos judíos conversos que, denunciados por su criado, fueron quemados allí mismo por la Santa Inquisición.

No dejen de visitar la Casa Díaz Cassou, magnífica construcción modernista, en la que se cuenta que hay apariciones fantasmales de la Dama de Negro; o la Glorieta, donde Antonete Gálvez protagonizó en 1872 la rebelión de los 'calzoncillos', una de muchas.

Estos y otros curiosos relatos son el hilo conductor de este viaje al pasado que sugiere decenas de excursiones más para disfrutar de otros parajes singulares de la Región y de la vecina provincia de Alicante vinculados a nuestro pasado. Las montañas de Sierra Espuña o las dunas de Guardamar, reforestadas por Ricardo Codorníu; la Sierra de la Pila o la de Crevillente en las que se emboscó Jaime 'El Barbudo'; las laderas y la cumbre del Miravete, el Huerto de San Blas, en Torreagüera, o la ciudad de Cartagena, que fueron testigo de las muchas andanzas de Antonete Gálvez, son solo algunas de las opciones.

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