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Vista espectacular de uno de los acantilados y su transparente mar que se encontrarán en el camino a Cala Cerrada.
Mar abierto hacia Cala Cerrada
PLANES

Mar abierto hacia Cala Cerrada

Un recorrido por el coloso macizo de Cabo Tiñoso, desde la Torre de Santa Elena

Pepa García

Viernes, 10 de junio 2016, 23:38

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Deben dejar el coche en la explanada que hay junto al puerto del pequeño pueblo de La Azohía y, siguiendo las marcas del GR-92, subir por el itinerario que el Plan E permitió adecuar hasta llegar a la Torre de Santa Elena, que domina desde la Punta de La Azohía, extremo oeste del coloso de Cabo Tiñoso, toda la bahía de Mazarrón. Esta primera ascensión por terreno pavimentado es ya una delicia. Según se va cogiendo altura, se aprecian las transparencias del mar Mediterráneo en este pedazo del litoral cartagenero, del azul desvaído que transparenta los fondos arenosos al verde pardo que se ve sobre las praderas de Posidonia, sin olvidar el azul Prusia que domina en estas profundas aguas. Un precioso mar que nada tiene que envidiar al de Ibiza o Formentera, nuestro particular paraíso 'pitiuso'.

Largas playas de arenas blancas y un océano abisal, a tiro de piedra del litoral, en el que la pesca tradicional sigue siendo modo de vida de sus vecinos. De hecho, si quieren verlo (y saborearlo), hasta junio los pescadores de La Azohía aprovechan que los túnidos se acercan a desovar a la costa mediterránea para pescar con precisión y selección lechas, melvas, albacoretas, bonitos y atunes que luego venden junto al puerto.

Desde arriba se aprecian los laberintos que dibujan las redes y una interminable bandada de gaviotas revolotea como moscas sobre el pastel para tratar de aprovechar algún descarte, porque en la almadraba no suele haber víctimas 'colaterales'. De hecho, de esta ingeniosa arte de pesca salen casi siempre indemnes numerosas especies que no son consideradas presa, como los llamativos peces-luna que frecuentan estos acantilados submarinos.

Una vez junto a la torre, asómense al mirador, no se arrepentirán de dejarse unos minutos antes de proseguir la ruta hacia Cala Cerrada, nuestro destino de hoy. Y échenle un vistazo a la torre, una estructura construida en el siglo XVI como parte del sistema defensivo del litoral, y reconstruida en el XVIII, que es BIC y no sería de extrañar que tuviera precedente desde época romana en esta Punta de La Azohía, donde desde entonces hubo almadraba.

El recorrido continúa por el sendero GR-92, dejando a su izquierda la torre hexagonal, y prosigue con la ascensión hacia la cresta de Cabo Tiñoso. Por eso, antes de continuar, tengan en cuenta que los tórridos días que, a partir de ya no tendrán descanso, invitan a realizar esta maravillosa excursión a primerísima hora de la mañana o cuando haya caído un poco el sol (teniendo en cuenta que el itinerario es de unos 6 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, y el desnivel acumulado subiendo supera los 600 metros). Igualmente, deben ir bien surtidos de agua (lleven de sobra pues les hará falta), y fruta, frutos secos y algo de azúcar, por si en alguna de las subidas que tienen que afrontar sufren alguna pájara. Por último, aunque la ruta no es complicada ni peligrosa, tengan en cuenta que el sendero discurre buena parte del trayecto, sobre todo la primera mitad, por la ladera que da al mar y deben andar con cuidado y con buen calzado para no resbalar con las piedras y tierra suelta que encontrarán.

Por lo demás, prepárense a disfrutar, protegidos por gorras y gafas de sol, de unos espléndidos rincones que, con orgullo, suele pintar al natural el 'islaplaneño' de pura cepa Jorge Gómez, que nos acompaña en esta salida por territorio de sobra conocido para él.

Después de apretar los dientes, forzar la máquina, cerrar la boca y respirar hondo (salvo que sea un deportista nato y esté en plena forma), coronarán el collado que les muestra, por primera vez, en el abrupto horizonte la lengua de mar que conforma Cala Cerrada, con Cala Muñoz en primer plano, junto a unas viejas construcciones que fueron de uso militar. También verán el camino zigzagueante que desciende por la ladera y que deberán seguir tras un tramo llano a media altura, dejando el GR y girando hacia su derecha.

Tras vueltas y revueltas por este camino de herradura que permitía su uso por animales de carga, el sendero les conduce, vadeando el ramblizo que originó Cala Tocino y entre cornicales que abren ahora sus frutos y dejan escapar sus deseos voladores de nuevas semillas, a una sucesión de collados y ramblas que deberán superar. Por el camino también olerán los resecos romeros, deberán tener cuidado con las espinas de los rascamoños y se podrán dejar cautivar por los palmitales que crecen verdes en las vertientes de agua y junto a las pequeñas paredes verticales de las crestas.

Hasta tres de estas ramblas deberán descender y ascender para abordar el último tramo de la ruta, el que por el cuarto ramblizo les conduce, por su margen derecha y sin cruzarlo, hasta la recoleta playa de Cala Cerrada.

Quítense calzado y ropa y zambúllanse sin pensarlo en sus frías y transparentes aguas, se han ganado sobradamente este premio. Durante el baño, no será extraño que vean saltar sobre el agua algún pez, y si tienen gafas de bucear, es el mejor lugar para usarlas.

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