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Vista hacia el norte, desde el Alto del Solvente, con Blanca y Abarán, la sierra del Oro al fondo y la sierra del Solán tras la población blanqueña.
El Valle de Ricote en las alturas
PLANES

El Valle de Ricote en las alturas

Bajo la cresta del Alto del Solvente se extiende la fértil huerta que los moriscos nos legaron como herencia

Pepa García

Viernes, 19 de diciembre 2014, 23:54

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Ahora que por fin el frío se ha instalado entre nosotros y el invierno está a punto de estrenarse oficialmente, es una buena época para ascender hasta el Alto del Solvente, una cresta rocosa que se erige sobre el estrecho que separa Blanca de Ojós y por el que desfila, encajonado, el Segura. 2014 ha sido el Año Ricote y, antes de que acabe, podemos proponernos un 2015 más saludable ejercitando los 'músculos del cerebro' y del cuerpo.

A poco más de 400 metros de altura, el mirador ofrece unas vistas completas del Valle de Ricote. Al norte, la Sierra de la Navela, el Azud de Ojós y Blanca. Abrigado entre la Sierra del Solán y La Carrahila, Abarán y, al fondo, la Sierra del Oro. Al Oeste, la Sierra del Salitre y La Umbría, dominada por el Castillo de Ricote, tras las que se asoma el pueblo que da nombre al valle. Y mirando al Sur, la Sierra de Ulea y el Segura saliendo del desfiladero del Solvente y regando las fértiles huertas de Ojós, el museo vivo del agua.

Con un día despejado partimos del área recreativa de La Navela, de donde, a la derecha, parte una pista de tierra que es donde comienza nuestro itinerario. Al poco de empezar encontrarán dos carteles, indican cómo llegar al mirador del Azud de Ojós (son unos centenares metros de ida y otros tantos de vuelta y merece la pena acercarse por las vistas) y al de La Navela, tenemos que seguir hacia la izquierda (hacia el de La Navela), aunque enseguida nos desviaremos del PR MU 24 para continuar hacia la derecha por un camino más estrecho y que asciende por la ladera de la Sierra del Chinte. Entre una densa pinada y por un camino que, cuando se avanza, se estrecha y se convierte en un sendero empedrado y zigzagueante, llegarán a un collado. Asómense allí para apreciar las inmejorables vistas y, una vez hayan gozado del verdor de la huerta de Europa y su contraste con las terrosas y áridas extensiones de terreno aledaño, del saludable río que nutre estas tierras y de la Casa de La Favorita, en tonos granates, destacando en mitad de la verde llanura, deberán continuar por una de las dos sendas que le aparecen. La de la izquierda sube a la antena por una cresta, cojan la de la derecha y pasearán por tierras aterrazadas hace centurias para el cultivo, un valle en la cumbre que, incluso en días ventosos, está protegido de la inclemencia del tiempo.

Siguiendo la bien definida senda atravesarán los cultivos y pasarán junto a un antiguo pozo que surtió de agua a los habitantes de este territorio. Desde ahí, ya se ven los muros en pie, aunque sin techumbre, de la casa abandonada de quienes domesticaron este valle en altura. Un buen sitio para parar a la vuelta, tras disfrutar de las vertiginosas vistas que pone a sus pies el Alto del Solvente.

Tras la casa, la senda se pierde un poco, deben seguir en dirección a unos postes de luz que les llevarán, sin pérdida, de nuevo a la senda definida. El objetivo es alcanzar el punto más alto de la cresta que se yergue al frente. Una nueva pinada, más pequeña y ya en lo alto, les marcará un cambio de dirección (hacia la derecha) para comenzar a caminar por el filo de la cresta y que les abrirá los ojos como platos ante el espectacular panorama que se muestra al frente.

Asciendan con cuidado, pegados a las rocas, y siéntense arriba un rato para disfrutar del valle que hizo historia, cuyos habitantes, comandados por Aben Hud, se rebelaron contra el Rey Lobo y se mantuvo, morisco, hasta 1613, cuando el decreto de expulsión les obligó a irse.

Norias y aceñas

La huella de estos valientes habitantes, muchos de los cuales volvieron a hurtadillas a la que era su tierra y fueron protegidos por sus vecinos cristianos, sigue plena de vida; en sus norias y sus aceñas, en sus acequias, en sus huertas aterrazadas en las laderas de estos montes que han producido los más exquisitos frutos, hortalizas y verduras y que conservan en producción el mayor banco de variedades autóctonas de la Región. Vean el verdor ganado a la aridez de sus tierras circundantes y el blanco de los pequeños pueblos que lo habitan.

Si van con tiempo, como la ruta es corta (tiene menos de seis kilómetros) no pueden perder la oportunidad de visitarlos. Unos pueblos como Banca, Ricote, Ojós y Archena, que han apostado por la cultura, por recuperar y conservar su historia y que extenderán al inminente 2015 las celebraciones del Año Ricote, acogiendo la celebración del II Congreso Internacional de Descendientes de Andalusíes Moriscos. Un acontecimiento científico que reunirá a expertos investigadores en la materia de España, Túnez y Marruecos. Aprovechando la excusa, podrían releer la segunda parte del Quijote, aparecida en 1615 y firmada por Miguel de Cervantes (un año antes apareció uno apócrifo), en el que el morisco Ricote, vecino de Sancho, cobra protagonismo y con el que Cervantes denuncia uno de los vergonzantes capítulos de la historia de España. Precisamente al hilo de esta efeméride, el pueblo de Ricote también conmemorará el cuarto centenario de esta publicación. Naturaleza, historia y literatura que les salen al encuentro.

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