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Vivienda de la mujer agredida en Molina. Vicente Vicéns/ AGM
La mujer agredida en Molina: «A pesar de lo que hizo, le perdono»

La mujer agredida en Molina: «A pesar de lo que hizo, le perdono»

La boliviana a la que su pareja le rebanó el cuello en Molina explica que su deseo de dejar la relación desencadenó el ataque

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Jueves, 1 de enero 1970

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El vendaje que le rodea el cuello oculta los numerosos puntos de sutura que recibió al ser intervenida de urgencia en el Hospital Virgen de la Arrixaca. Tiene rotos dos tendones de los dedos y fisuras en la cuenca de un ojo y en el cráneo. Son las secuelas del forcejeo que, luchando por su vida, mantuvo con su pareja. Pero esta boliviana de 38 años de edad no se permite el lujo de romper a llorar delante de los familiares que la acompañan en la habitación del centro hospitalario. «Tendré que ser fuerte», afirma categórica. «Tengo que superarlo».

Lo que tiene que dejar atrás es un trauma psicológico y un daño físico más grandes que el Everest. No en vano, la noche del martes el padre de sus hijos le rajó el cuello con una botella rota, en el salón de la casa que se habían comprado en la calle Saavedra Fajardo de Molina de Segura. «Lo que ha pasado es algo inexplicable. No me lo puedo creer, porque teníamos una relación buena y sana, con dos hijos».

La víctima del último caso de violencia de género en la Región accedió ayer a hablar con 'La Verdad', justo después de que la Policía Nacional le tomase declaración en La Arrixaca. «Me darán el alta esta semana», explicaba esperanzada.

«Sentí cómo me rompía una botella de ron en la cabeza y empecé a defenderme»

Su hijo mayor, el de 13 años, presenció el iracundo ataque de su padre y su posterior suicidio. Tras 48 horas sin saber nada de su madre, ayer volvieron a reunirse en la habitación del hospital. «Cuando me ha visto ha roto a llorar; estaba feliz de verme viva». Al más pequeño de la casa, de 6 años, no le han llevado a verla por lo aparatoso de las heridas que sufre. «Impresiona verme».

«Cuando mi hijo mayor bajó al salón, gritó: '¡Papá! ¿Qué estás haciendo?'»

El tono de su voz es sereno en todo momento, no se altera ni siquiera cuando explica a este diario lo que ocurrió esa fatídica noche. «En la relación había un distanciamiento, pero nada hacía presagiar lo que ha ocurrido». La boliviana y J. L. V. C., ecuatoriano, eran pareja de hecho desde 2003, pero a mediados del pasado agosto, después de quince años juntos, ella ya no sabía si quería seguir con la relación. «Le dije que deberíamos darnos un tiempo, pero no llegamos a hacerlo porque yo no lo tenía claro».

Su mayor preocupación es buscar trabajo para sacar adelante a sus dos hijos

Su pareja, camionero de profesión, le dijo que iba a cambiar las rutas nacionales por las internacionales para pasar más tiempo fuera de casa y dejarla pensar a solas. Al final, ninguno tomó una decisión y prosiguieron con la convivencia bajo el mismo techo. «Ya no teníamos intimidad». Durante los dos meses siguientes en los que mantuvieron una fría vida en común «no hubo discusiones», hasta que la frágil paz se truncó el martes por la noche. «Llegó triste a casa y me pidió que le diera una oportunidad. Pero yo le dije que no, que lo llevaríamos lo mejor posible por los niños».

No hubo una voz más alta que otra. La relación entraba en un callejón sin salida. Se sentaron a cenar junto a sus hijos, los acostaron y como todas las noches se sentaron en el salón, cada uno en su sillón, a ver la televisión. «Johnny me preguntó si tenía sueño; yo le contesté que sí y él me dijo: 'Voy a tomar un trago. Duérmete, que luego yo te levanto y te llevo a la habitación'». Fue entonces cuando cogió una botella de ron y comenzó a beber mientras ella se quedaba adormilada, con las voces de la tele de fondo. A las once, de forma inopinada, comenzó a atacarla con saña. «Me rompió la botella en la cabeza. Yo me desperté y empecé a defenderme y a la misma vez llamé a mi hijo mayor».

El chico dormía en la primera planta y al escuchar los gritos bajó corriendo al salón. «Mi hijo le gritó: '¡Papá! ¿Qué estás haciendo?'»

Cambio de rol

Justo entonces se produjo el cambio de rol del cabeza de familia, que pasó de agresor a presunto suicida. «Cuando Johnny vio a su hijo, paró, se fue a la cocina y empezó a agredirse». El varón, de 39 años, cogió un cuchillo y comenzó a clavárselo por el pecho y el abdomen. «Mi hijo pidió ayuda al 112 y yo salí a la calle a reclamar auxilio».

Después se metieron en la cocina para intentar frenar al progenitor. «Mi hijo le gritaba: '¡Papá, para!'». De nada sirvió. Se asestó doce puñaladas, hasta quitarse la vida.

-¿Cómo está su hijo tras presenciar el ataque que usted sufrió?

-Es un niño muy maduro y está bien. Habrá que ver cómo lleva la pérdida de su padre en el día a día.

Al margen de preocuparle que sus hijos sigan adelante con sus vidas, la otra cuestión que le quita el sueño es cómo mantenerlos. «Con mi sueldo no me alcanza; cotizo muy poco por limpiar casas». Una vez más la vida no se lo va a poner fácil: «Cuando era una niña mi madre murió atropellada y en 2002 me vine a Molina a trabajar, para ayudar a mi padre a criar a tres de mis hermanos».

Cambió su casa de Corumbá (Brasil) por un 'piso patera' en la localidad molinense, en el que cada inmigrante pagaba 150 euros por habitación. Trabajó en situación irregular en almacenes agrícolas, hasta que salió a flote haciendo un curso de auxiliar de geriatría para trabajar en la residencia de mayores Escuelas Blancas.

En aquel 'piso patera' conoció a su pareja, J. L. V .C., con el que en 2006 compró una vivienda en la calle Ancha. Pero la crisis económica les obligó en 2011 a marcharse con sus hijos a Ecuador y a entregar el inmueble al banco como dación en pago. «Montamos un supermercado y vivimos allí cinco años, hasta que asaltaron nuestra casa. Había mucha inseguridad en el país y decidimos volver a Molina». Con el dinero que sacaron por la venta de su piso de Ecuador se compraron la casa de la calle Saavedra Fajardo. Donde se han vuelto a truncar los sueños de esta mujer. «Ahora buscaré trabajo de lo que sea para sacar adelante a mis dos hijos».

-En toda la entrevista no ha pronunciado una sola mala palabra contra su pareja...

-No era un mal padre. No era mala persona. Era trabajador, responsable y jamás discutió con nadie. A pesar de lo que me ha hecho, le perdono.

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