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Interior de varios vagones de uno de los convoyes que realizan la ruta de cercanías entre Águilas y Murcia. jaime insa / agm
Una pesadilla de Cercanías

Una pesadilla de Cercanías

Los pasajeros critican que el servicio ha empeorado en los últimos meses; «ahora las averías y retrasos son constantes» Arrecian las quejas de los usuarios de la línea Murcia-Águilas; «es como ir a la aventura»

Pilar Wals

Lorca

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Lunes, 23 de julio 2018, 07:37

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Sale el primer Cercanías de Lorca hacia Murcia y ahí va Judith Medina Mínguez. Es una habitual de este medio de transporte. En él viaja desde hace diez años por motivos laborales. En San Diego se suman dos amigas que también trabajan en la capital de la Región. Se miran y repiten la misma frase de cada día: «A ver qué nos depara hoy el viaje». En diez años ha vivido mil y una peripecias, cuentan, aunque en los dos últimos meses los retrasos y averías se han multiplicado. «Antes eran algo puntual, pero desde abril son constantes. Creo que he puesto unas ocho o diez reclamaciones. Pero si me indignan las situaciones que vivimos en el cercanías, más me disgustan las respuestas de Renfe. Los argumentos son irrisorios. Al menos a mí me contestan, porque una compañera recibió recientemente respuesta a una queja que hizo en 2013», relata.

Ha llegado tres horas tarde a una cita con el médico por el retraso del tren y pedido más de un favor a familiares y amigos para que recogieran a sus hijos del colegio. «Toda la logística de tu vida la echa por tierra el cutre cercanías, como lo llamo, con sus retrasos y averías», cuenta, para detallar el último episodio vivido. «Hace unos días nos quedamos parados en medio de un descampado en Alhama. Las puertas y ventanas no se abrían, no había aire acondicionado y nadie nos decía nada. Tuvo que venir Protección Civil a traernos agua y zumo porque algunos pasajeros comenzaron a sentirse mal. Coger el cercanías es ir a la aventura», dice taxativamente.

En la estación de Sutullena también se monta Paqui Serrano. Es de Alhama, aunque vive en Lorca. «No cojo mucho el tren porque mi marido es minusválido y no hay accesos para personas con movilidad reducida», se queja. Y habla de las dificultades para sacar el billete. «Está cerrada la ventanilla y en el expendedor es un poco complicado. Por todo esto, procuro ir en coche».

Algunos, nada más subirse, se miran y repiten: «A ver qué nos depara hoy el viaje»

Justo al lado viaja Amelia Martínez García, de Huércal Overa, a la que acompañan sus hijos Dani, de seis años, y Sara, de ocho. «Vamos a Elche. Lo nuestro sí que es una aventura. Hemos salido muy temprano en coche. Lo hemos dejado en Lorca y cogido el Cercanías. Seguiremos hasta Murcia y luego a Elche. Vamos al Museo Paleontológico. No podremos volver hoy, por la mala comunicación ferroviaria, por lo que nos quedaremos a dormir».

No entiende que la comunicación ferroviaria sea inexistente entre las provincias de Almería y Murcia. «Se echa en falta para ir a mil y un sitios». Del cercanías asegura que «cuando no tienes nada, como nos ocurre a los almerienses, cualquier cosa nos parece estupendo. Hasta estos viejos trenes». Como Paqui, está preocupada por si no ha sacado bien los billetes. «Es la primera vez que lo hago en un expendedor».

Ricardo Guerao viaja en el mismo vagón. Ha sido un habitual mientras estudiaba, pero ahora hace uso de él solo de cuando en cuando. «A mí me ha pasado de todo. Desde salirse el tren de los raíles, hasta prenderse fuego. Es una línea muy castigada, pero es Murcia, aquí las cosas van más lentas». Ha viajado en tren a Madrid, Alicante y Valencia. «Por ahí los trenes son distintos», agrega.

En familia viajan Caty Pérez de Tudela y sus tres hijas, Joana, de cinco años; Mara, de trece, y Ana, de diecinueve. «Vamos a Murcia para resolver unos papeles», cuenta, mientras interroga a unos y otros sobre cómo sacar los billetes. «Estoy preocupada, porque en el expendedor no decía nada acerca de familias numerosas. No sé si el revisor nos va a multar al vernos sin billetes». Pero cuando este llega le explica que no hay problema. Hoy van a Murcia, pero el trayecto que más realizan es el del 'tren de los baños'. «Somos domingueros totales. Vamos supercargados con sombrillas, sillas, mesa, nevera... Nos vamos bien temprano y pasamos el día en la playa de Levante o en las Delicias y volvemos en el último tren». Muestra curiosidad por el AVE. «Quiero ver cómo es».

De Totana es Isidora Murcia Crespo. Viaja a Murcia y Lorca de forma habitual. «Me encanta el tren. Es un medio de transporte seguro y me gusta, aunque necesita mejoras. Deberíamos tener una mejor comunicación con el resto de España». Está ilusionada con la llegada de la alta velocidad, como también sus nietos. «Les he dicho que iremos a Madrid y que es tan rápido que podremos ir y volver en el mismo día». No será el primer viaje con los pequeños. «Los llevé de Totana a Lorca y en coche fuimos hasta el centro comercial Almenara».

Soule, de Senegal, viaja con Mamú, de siete años, su hijo. Van a La Arrixaca para que le hagan al pequeño una revisión después de una intervención. «Luego cogeremos en Murcia un autobús hasta el hospital. Siempre voy en tren y autobús». Y de Totana a Murcia viajan Isabel Castillo y José Costa. Les encanta el tren, pero dicen que para ellos es toda una odisea. «Fuera de Murcia no tenemos problema, porque todo son facilidades, pero aquí es muy complicado, porque mi marido tiene una minusvalía y subir y bajar los tres escalones es muy difícil». Han viajado por todo el país, Andalucía, Cataluña, Galicia... «y solo en Murcia nos encontramos con trenes a los que no se puede acceder», se queja Isabel.

Ir de uno a otro vagón es como cambiar de continente. En uno hace un frío que pareciera estar en el Polo Norte, y en otros como si te adentraras en el desierto. «Y algunas veces parece la selva amazónica por las goteras y el ruido que asemeja a grillos», ríe Carmen Ramírez. En el siguiente vagón reina el caos. En él, están Ana Caba Martínez, Pablo Fernández Sánchez e Inma Álvarez. Son estudiantes de Psicología y van a Águilas. «Todas estas maletas son porque vamos a un curso de criminología. Estaremos unos días. Están por medio del pasillo porque no hay donde ponerlas», se excusa Ana.

En uno de los traqueteos, una de las maletas se sale del vagón, mientras otra cae de uno de los asientos. «Es un poco incómodo todo esto. Cuando la gente pasa hay que quitarlas. En otros trenes hay un espacio para el equipaje», concluye Pablo.

José Costa - Totana

«Para mí las escaleras son un suplicio con mi discapacidad»

«Tengo una discapacidad y el acceso se hace peliagudo. Viajo acompañado porque aquí no hay servicio 'Atiendo' de Renfe. Para mí las escaleras del Cercanías son un suplicio con mi discapacidad y cuando llevo maletas la situación se complica al extremo».

Isidora Murcia - Totana

«He prometido a mis nietos que los llevaré en AVE a Madrid»

«Viajo habitualmente a Murcia y Lorca. El Cercanías necesita mejoras y la Región una buena comunicación ferroviaria con el resto de España. He prometido a mis nietos de 13, 11, 10, 8 y 1 año que los llevaré a Madrid en AVE y que es tan rápido que volveremos ese día».

Amelia Martínez - Huércal Overa

«Echo de menos la comunicación entre Murcia y Almería»

«Voy con los niños, Sara y Dani, a Elche, al Museo Paleontológico. Vamos de aventura. Hemos cogido el coche hasta Lorca y allí el tren. Dormiremos en Elche porque la vuelta hoy será imposible. Echo de menos la comunicación entre Murcia y Almería».

Ana Cava Martínez - Murcia

«Llevo la maleta en medio del pasillo porque no hay sitio»

«Voy un poco apurada porque llevo la maleta en medio del pasillo porque no hay sitio. Con los traqueteos del tren se mueve de un lado para otro y cuando pasa un viajero tengo que quitarla para que no estorbe. Vamos a Águilas a un curso de criminología».

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