Más perros que aviones en Corvera

A falta del trajín de viajeros, que es la sangre de las venas de un aeropuerto (ayer solo había programados seis vuelos, por las 16 operaciones del primer día), las horas centrales de la jornada estuvieron ocupadas principalmente por grupos de curiosos que se dedicaron a cotillear sin pudor por cualquier rincón accesible para personal no autorizado. Y sin renunciar al mejor amigo del hombre. Como las amigas Sally y Barbara, oriundas del Reino Unido pero vecinas de Orihuela desde hace dos años, que ayer pateaban encantadas el «moderno» edificio mientras 'Toby' no dejaba de tirar de la correa, jadeante y feliz, por todas las instalaciones. «Beautiful!», juzgaban estas jubiladas en un veredicto que compartían con muchos otros curiosos. «Muy bonito todo». Como el que sale de ver un museo de arte contemporáneo.

Mientras otra pareja de señoras (también con perro, también británicas) subían y bajaban escaleras con la esperanza de encontrarse «algo nuevo» en su visita, el matrimonio compuesto por Clive y Karen, también del Reino Unido pero en este caso sin mascota, escrutaban la planta baja: «Vivimos en La Manga durante seis meses al año. La semana que viene nos visitan unos amigos que aterrizan aquí, y queríamos conocer el lugar», explican.

Todos acababan encontrándose ayer en la única cafetería abierta (por ahora) en el aeropuerto. A pesar de ser un día tranquilo, muy tranquilo, sin vuelos desde las nueve de la mañana hasta después de las ocho de la tarde, las empleadas no daban abasto para atender las peticiones de café del personal del aeropuerto poco antes del mediodía. Que la suerte les acompañe con el (ansiado) incremento de pasajeros. Más de un cuarto de hora para pedir un cortado (1,50 euros), un croissant (2 euros) y una botella de agua de medio litro (1,80). Peores hachazos nos han dado con la maleta en la mano, todo hay que decirlo. No hubo oportunidad para pedir ayer un 'sándwich maxi club' o un sándwich de atún en pan de multicereales (entre 4,80 y 5,50 euros), que en la práctica no dejan de ser unas rebanadas de pan de molde con relleno. Tampoco era el día para probar las galletas de jengibre (a 3,50) ni los muffins -o magdalenas de toda la vida- (a 2,50 euros). De los bocadillos de jamón, mejor no hablar.

«Mal», respondía sin ambages un trabajador del aeropuerto en la cola de la cafetería a la pregunta de 'La Verdad': ¿Qué tal el segundo día? «Rematando muchas cosas que faltan por pulir para el funcionamiento habitual de un aeropuerto... ¡En fin!», zanjaba la conversación. Otros muchos 'curritos' se afanaban ayer en tareas de última hora, más propias de los días previos a la inauguración de semejante infraestructura. No del día posterior. Pintores como Valentín repasaban en el aparcamiento unas señales de pintura ajadas y prácticamente invisibles debido al paso del tiempo. Cuatro tíos como armarios empotrados colocaban el primer cajero automático, y un técnico de una compañía telefónica realizaba sus comprobaciones pertinentes a pie de pista.

El goteo de vehículos y furgonetas profesionales era continuo en un aparcamiento mucho más desangelado que el martes, a pesar de que seguirá siendo gratis al menos hasta mañana. No es un detalle de la operadora con los primeros pasajeros. El 'regalo' durará «hasta que se terminen de instalar todas las cosas, las empresas dejen de traer materiales y se hagan las pruebas pertinentes», revelaba uno de los empleados en la centralita, aún desnuda de mobiliario.

En esa caseta a medio rematar, al menos, se obtenía una respuesta. No había tanta suerte dentro del aeropuerto. A excepción del punto de información del propio aeródromo, bien cubierto por varios empleados de Aena, el vacío más absoluto era la tónica predominante en las ventanillas de Jet2.com, de la Policía Local de Murcia, de Easyjet y de Swissport. La de Ryanair se salvó con algún tímido asomo por parte de algún empleado. Aunque quizá la paradoja más chocante se la encontraba uno en la caseta de información turística, junto a la puerta de llegadas, cerrada a cal y canto y sin una sola alma dispuesta a contar las bondades de esta tierra. Ni por la mañana, ni por la tarde. Alguien echaría unos minutos, entendemos, con la llegada de los vuelos de Mánchester y Londres. Porque, parafraseando a Hidrogenesse, «no hay nada más triste que un punto de información turístico vacío». Ni siquiera la mañana de María José, taxista de Murcia faenando en Corvera. «Hice una carrera de 50 euros a Santiago de la Ribera con el vuelo que vino de Amberes por la mañana. Y he tenido suerte, porque algunos compañeros se han vuelto a Murcia sin poder 'cargar'. Desde entonces llevo aquí parada, hace más de dos horas. Pasando el tiempo entre los juegos en el móvil y las llamadas y los mensajes a mi marido. Hacen falta más vuelos. No nos queda otra que tener paciencia».