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Pegamentos

Primera Plana ·

Populares y socialistas murcianos aprietan las filas mientras Podemos se desangra en disputas intestinas. En Ciudadanos debería reinar la calma, por ser comodín imprescindible, pero el retraso de las primarias pone a algunos cardiacos

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Domingo, 3 de febrero 2019, 08:06

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La cobertura informativa de la política debería estar muy centrada en la fiscalización de la acción del gobierno, ya sea nacional, autonómica o municipal, y en las propuestas de los partidos para resolver los problemas de los ciudadanos. Sin embargo, se tiende a acentuar los aspectos de pura confrontación mediante narrativas que son más propias de una competición deportiva. Ponemos más énfasis en especular sobre quiénes están mejor posicionados para vencer en las urnas que en analizar las ideas y los datos o en confrontar lo prometido con lo hecho. Dicho todo eso, es difícil centrarse en lo relevante cuando la cita en las urnas se acerca vertiginosamente y la confrontación explota, ya no entre los teóricos adversarios, sino en el seno de los partidos políticos, con todo tipo de disputas cainitas. La fractura abierta en Podemos con la espantada de Errejón evoca de inmediato aquella célebre frase de Konrad Adenauer: en política hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido. A izquierda y derecha, todas las formaciones saben que proyectar división interna al electorado es poco menos que un suicidio político. De ahí que las alarmas hayan saltado en las organizaciones territoriales de Podemos, incluida la de la Región de Murcia, donde al mismo tiempo han quedado a la vista las discrepancias de los 'pablistas' con el secretario general, el errejonista Óscar Urralburu, a cuenta de las fallidas negociaciones con IU para las autonómicas y municipales de mayo. «¡Al suelo, que vienen los nuestros!», que decía el exministro Pío Cabanillas. La cuesta abajo arrancó con el 'pacto de los botellines' entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón, que resituó el proyecto en coordenadas ideológicas y orgánicas más propias del antiguo PCE. Ya cada vez queda menos de esa formación que se inspiró en el 15M, que tenía vocación de transversalidad y que aspiraba a mayorías sociales. Bastante logrará Urralburu si repite resultados. Los suyos se lo han puesto crudo.

Sin duda, no hay mejor pegamento que la ocupación del poder o la expectativa realista de que está al alcance de la mano. En el PP y el PSOE regional aprietan las filas porque en esta ocasión todo está en el aire. Ambos tienen como objetivo ser la primera fuerza porque, llegado el caso, Ciudadanos podría pactar con cualquiera de los dos, aunque tras los comicios andaluces ser la fuerza más votada ya no garantiza el gobierno. Disciplinadamente, los populares centran todos los balones al área para que remate a puerta Fernando López Miras, que para poner las pilas a su gente ha recalcado que nadie tiene su puesto asegurado en las listas y anticipa una profunda renovación con mucha presencia de independientes. Un toque de atención que, unido a la incertidumbre del resultado, ha puesto a todos a correr y de los nervios a más de uno. Mientras, en el PSOE murciano se encara la cita electoral con la cohesión interna que faltó en décadas. La labor de González Tovar, que puso fin a las guerras intestinas y contribuyó a recuperar poder municipal, ha continuado con Diego Conesa, un socialista moderado que está convencido de que será el próximo presidente murciano. Como en el conjunto del partido se ha interiorizado que será ahora o nunca, a día de hoy nadie agita el avispero. Ya se encarga de vez en cuando Pedro Sánchez de ponerlo difícil. Si no se gana, otro gallo cantará.

Por su condición de comodín imprescindible, Ciudadanos es el único partido que, vistas las encuestas y salvo sorpresa mayúscula, formará parte del próximo gobierno autonómico. Eso debería proporcionarle cierta tranquilidad de ánimo, pero la pachorra con que Albert Rivera conduce las primarias para elegir candidatos está poniendo cardiacos a algunos pretendientes a la corona naranja en la Región. Desde Madrid se acaba de hacer un fichaje clave en el organigrama, alentando el runrún interno de que se estaría buscando un candidato alternativo al actual portavoz en la Asamblea, Miguel Sánchez. Lo que suceda ocurrirá deprisa y sin tiempo para desatar un perjudicial alboroto interno: siete días durará el proceso de primarias. Pese a todas las expectativas suscitadas, quien parece no encontrar candidatos con cierto peso político es Vox, al menos para los ayuntamientos de Murcia y Cartagena, y para la presidencia de la Comunidad. Y aún así es muy probable que le haga un buen roto al PP y, sobre todo, a Somos Región, cuyo único activo diferencial es su candidato Alberto Garre. Los impulsores de Vox no habrán hecho segmentación psicográfica, una costosa técnica de marketing aplicada a la política que se utilizó a gran escala en el referéndum del 'Brexit' y en las presidenciales de Estados Unidos para manipular a la opinión pública, pero saben bien a quién dirigen sus mensajes, tan básicos como efectivos. No sé si es pura intuición o es que aprenden muy rápido, pero ya dominan algunos de los peores modos de la derecha extrema, antisistema y sin complejos que abandera Donald Trump. Aquí, en la Región, los dirigentes de esta 'derechita valiente' ya han demostrado que, en caso de quedar en evidencia, su respuesta no será reconocer los errores sino atacar al mensajero.

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