Paquito el Chocolatero se va del pueblo

Caen más de un 95% los conciertos de orquestas de verbena, que se reinventan para poder seguir viviendo de la música

Domingo, 29 de agosto 2021, 08:18

El teléfono móvil de Silvia Sánchez no deja de sonar. Mensajes, llamadas, correos electrónicos... «Estos días son un no parar», suelta esta cantante molinense, que ... se encarga, junto a su padre, de cerrar los pocos contratos que tiene este verano la formación que lidera. «Cuando se aproxima la fecha del 'bolo', muchos ayuntamientos quieren echarse para atrás y no hacer el espectáculo por la Covid, y yo intento convencerles de que sí se pueden celebrar conciertos con todas las medidas de seguridad», revela. Como ella, decenas de músicos de orquestas de verbena de la Región viven con dureza dos meses estivales en los que el número de 'shows' ha caído más de un 95% con respecto al mismo periodo de 2019, cuando el virus aún no había aparecido, explica el presidente de la Asociación Acople, que engloba a promotoras y orquestas de toda España.

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El sector de la música en directo pasa por sus horas más bajas. Cancelaciones de conciertos a última hora, una notable bajada en los cachés de las formaciones y mucha incertidumbre arruinan cada vez más una industria de la que viven cientos de familias en la Región de Murcia.

Según explica Carlos de la Calle, la actividad de las orquestas quedó completamente parada el pasado verano. Este año, parecía que el sector veía un atisbo de luz en medio de la oscuridad, después de pasar un 2020 «desastroso, sin ingresos». Sin embargo, «la llegada de la quinta ola de coronavirus frenó en seco todas las expectativas de los músicos de verbena, que vieron en julio cómo se empezaban a cancelar las actuaciones que ya tenían firmadas».

«Hay grupos que solo tienen un par de galas en estos dos meses; algo insólito. Y lo peor de todo es que no nos contratan porque la palabra orquesta está asociada a botellones y fiesta, y nosotros nos hemos reinventado y adaptado a la nueva situación para seguir viviendo», añade De la Calle.

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Muchas formaciones decidieron abandonar el mundo de la música y emprender otros caminos. Y solo unas pocas lograron mantenerse en el candelero. Eso sí, adaptándose a los nuevos tiempos. Para ello, los grupos -en su mayoría contaban con entre ocho y diez componentes- redujeron las formaciones y cambiaron la música de baile por otros géneros, dado que las medidas de seguridad impedían que los asistentes movieran sus esqueletos. Fruto de esta situación se crearon grupos tributo. «No hemos tenido ni la cuarta parte de los ingresos de un verano normal, pero al menos hemos podido seguir viviendo», apuntan desde el sector. La esperanza es que Paquito el Chocolatero vuelva a sonar en las plazas de los pueblos el verano de 2022.

Silvia Sánchez. Cantante de Fusión Show

«Los cachés han bajado una barbaridad con el virus»

Silvia Sánchez revisa unos contratos junto a su padre. NACHO GARCÍA/ AGM

Silvia Sánchez y su padre, Paco, llevan toda su vida dedicados a la música. Ambos son los gerentes de Casablanca Espectáculos, una promotora de conciertos murciana que ofrece a los municipios un amplio repertorio de 'shows', como música en directo, cines de verano, musicales... «Mi padre fundó la Orquesta Casablanca, con la que recorrimos toda la geografía española. Él se jubiló hace siete años y el grupo pasó a llamarse Fusión Show. Hacemos una mezcla de verbena con tintes del guateque de la década», cuenta Silvia.

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«Antes, en nuestros conciertos, hacíamos un rollo verbena. Pero con la llegada del virus hemos tenido que cambiar la formación y hemos montado Cántame Cómo Pasó. La idea era que la gente no nos relacionara con bailes y demás por todo esto de la Covid», señala la cantante. Esta molinense, de 43 años, lamenta que «la mayoría de ayuntamientos no están por la labor de hacer verbenas como antes. En cambio, muchos pedáneos sí siguen aspostando por nosotros, ya que lo que hacemos cuenta con todas las medidas de seguridad de la Covid».

«Con el coronavirus hemos tenido que reinventarnos y hacer un espectáculo distinto, más visual y sin pasodobles ni nada por el estilo». Añade que los cachés de las formaciones «han bajado una barbaridad, y no se entiende un concierto de estas características sin que se celebren las fiestas patronales de un pueblo. Además, ahora los ayuntamientos nos racanean muchísimo».

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En un verano normal, la formación de Silvia suele hacer una media de 40 conciertos. «Ahora vivimos al día, cuando otros años teníamos todo el verano cerrado en el mes de marzo. Este año solo vamos a hacer unos quince bolos con Cántame Cómo Pasó. Y la suerte para nosotros es que vamos a sobrevivir gracias a los cines de verano que montamos en los pueblos y a los demás espectáculos que llevamos por toda la Región».

«Los músicos y cantantes no somos un peligro para los contagios. El problema es que la Comunidad Autónoma y Salud les rebaja los aforos, cuando en otros lugares, como el centro de Murcia, se llevan a cabo espectáculos con muchos más asistentes», señala Silvia, mientras hojea unos contratos junto a su padre y atiende un sinfín de llamadas de teléfono para terminar de ultimar los pocos conciertos que tiene a la vista.

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«La cosa está tan mal en el sector que he visto a muchos compañeros tener que buscarse la vida en otros negocios. Incluso a más de uno le he hecho la compra porque no llegaban los pobres a final de mes. Es una situación muy triste para los que nos dedicamos a esto».

Antonio Rigla. Gerente de la orquesta La Vendetta Project

«Hemos pasado de 70 conciertos a tener solo cuatro 'bolos'»

La Vendetta Project, en una prueba de sonido. NACHO GARCÍA/AGM

«Cada verano solemos tener una media de setenta conciertos. El año pasado no hicimos ninguno por las restricciones, y este año parecía que la cosa iba a despuntar, pero solo vamos a poder realizar cuatro espectáculos. Es algo muy desolador», cuenta Antonio Rigla, gerente de la orquesta La Vendetta Project, con la que recorre cada año toda la geografía española para animar las fiestas de los pueblos.

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Esta formación, al igual que la mayoría de orquestas grandes, solía percibir por cada actuación una media de 5.000 euros, pero la cifra ha bajado «bastante» desde que llegó la Covid. «Solemos hacer versiones populares de temas latinos, de rock y pop. Las orquestas vivimos de las fiestas patronales de los pueblos, que son un gran motor de ingresos para muchísimas familias de toda España. Pero la cancelación de espectáculos nos está haciendo muchísimo daño a todos los músicos profesionales, porque no hay ingresos», lamenta.

«Lo único que consiguen las autoridades prohibiendo los espectáculos es que la gente se reúna a escondidas en casas», critica. De hecho, «la pena es que los ayuntamientos no contraten a agrupaciones como ocurría antes. Un 40% de este tipo de las formaciones han decidido abandonar la música por la falta de conciertos, y eso no se puede consentir; somos un sector profesional y digno igual que muchos otros. Y otro de los problemas es que hay mucho intrusismo en esta profesión».

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La Vendetta Project estaba formada por catorce músicos. «De esta formación viven familias enteras. Muchos de mis amigos han tenido que ponerse a trabajar en otros sectores porque no podían subsistir. Mi mujer, por ejemplo, ha tenido que empezar a currar porque este año ha habido un disparate de cancelaciones».

Ahora, la formación de este abanillero se ha reinventado y ofrece un tributo a Sergio Dalma conocido como 'Mía Alma'. «Hemos pasado a hacer 'bolos' en centros culturales y espacios más reducidos. Es algo mucho más tranquilo que la orquesta y que gusta más a los consistorios a la hora de contratar espectáculos en directo», asegura Rigla, que hace unos días estuvo con el cantante catalán, a quien presentó el tributo durante el rodaje de un videoclip. «Fue muy emocionante; no sabíamos que iba a hacerle tanta ilusión. Y siempre es un gusto que a uno le reconozcan el trabajo que realiza con tanto esfuerzo y cariño», celebra.

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Pedro Jiménez. Bajista de Zona Azul

«Éramos catorce y ahora solo somos cuatro músicos»

Los componentes de la orquesta Zona Azul. J.M. RODRÍGUEZ/AGM

Recuerda con tristeza cuándo empezó a vivir de la música en el año 89. «Eran otros tiempos. Desde entonces, por mi orquesta -Zona Azul- han pasado infinidad de músicos y han vivido muchas familias», relata este mazarronero. Pero llegó la pandemia y los conciertos se esfumaron por completo. «Éramos ocho músicos más cuatro técnicos. Y ahora solo trabajamos cuatro personas, porque la situación que estamos viviendo es desesperante en nuestro sector», confiesa Jiménez.

Ante la falta de contrataciones por parte de los ayuntamientos, decidió reducir su grupo y crear una formación de versiones de rock nacional e internacional, conocida como Covers Dog. «Tuvimos que reinventarnos, porque si ahora quieres vivir de los espectáculos en directo, tienes que buscar lo que demandan los chiringuitos de playa y las fiestas privadas. Si no, no haces nada».

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«Con la orquesta hacíamos pasodobles, rumbas, bachatas... Después, había otro pase con los éxitos del verano, y terminábamos con rock», recuerda este asesor. Su trabajo le ha salvado la vida en estos dos años. «Muchos músicos que conozco han tenido que cambiar de oficio. Uno se ha ido a un almacén, otro está haciendo la oposición para ser policía, otro trabaja en Golosinas Vidal...», relata.

«Los músicos estamos viviendo unos tiempos muy difíciles, en los que apenas hemos recibido ayudas por parte de las administraciones. Y es muy triste. Sobre todo, cuando uno tiene que seguir pagando Seguridad Social y demás impuestos». Añade que «lo peor es la incertidumbre que vivimos en el sector. Si no fuera por los pocos conciertos que estamos haciendo este verano en chiringuitos de playa, sería una ruina total. Y aun así, la música ya nos cuesta hasta dinero». Pero este mazarronero y su formación no pierden la esperanza de que vuelvan los conciertos en las plazas de los pueblos. «Ojalá se pase todo esto de la Covid cuanto antes».

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David Cano. Saxofonista y líder de la banda Dixieland Train

«Creo que va a pasar mucho tiempo hasta que podamos superar este golpe tan duro»

David toca el saxo en el último concierto de Dixieland Train. RAQUEL RUIZ

«Solíamos hacer unas cuarenta actuaciones cada año. Íbamos por los pueblos, recorriendo las calles y tocando música dixie para animar las fiestas populares, pero los músicos somos los que más hemos sufrido las consecuencias de la pandemia», asegura David Cano, saxofonista y líder de la banda Dixieland Train, que cada año recorre todos los rincones del Levante a ritmo de jazz callejero. «El año pasado no dimos ni un solo concierto. Empezó 2021 y las expectativas eran bastante mejores. De hecho, teníamos apalabrados varios conciertos con una promotora de espectáculos bastante potente. Y, conforme han ido acercándose las fechas, se han cancelado todas las actuaciones. Es algo que creo que nos ha pasado a casi todos los músicos», añade este ciezano.

El sector está «tan mal» que compañeros suyos han tenido que buscar empleo para dar de comer a sus familias. «La situación es devastadora», señala David. «La mayoría de amigos vivían de la música, y la pandemia les ha hecho mella. De hecho, creo que va a pasar mucho tiempo hasta que el sector se pueda recuperar de este duro golpe», explica David.

Este ciezano se muestra preocupado porque también ve cómo familiares suyos han tenido que abandonar formaciones para salir adelante. «Se han dado muy pocas ayudas al sector, y han sido insignificantes. Yo lo sé porque es algo que he visto entre mis compañeros. Ahora solo nos queda intentar salir a flote como sea y remontar el vuelo», apunta. Añade que «los conciertos y espectáculos en directo son necesarios para la sociedad, y estoy seguro de que al final volveremos a vivir como antes, pero va a pasar mucho tiempo».

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